Si no se hace nada, en una generación, Mendoza podría enfrentarse finalmente a su fantasma tan temido de la falta real de agua. Así lo describen los principales especialistas, para quienes nos acercamos a un cuello de botella: en las próximas décadas, la demanda de agua tendrá un crecimiento sostenido y la oferta disminuirá sin freno.
En este panorama crítico se cuela un hecho: las principales reservas de agua alojadas en los glaciares irán agotándose poco a poco en el transcurso del siglo 21 hasta prácticamente desaparecer, producto del aumento de la temperatura, que se estima que será de 4°C.
Fuente: Diario UNO
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La nevada fuerte de esta última semana permitirá que la alerta lanzada por las autoridades de que va a faltar agua este verano se disipe. Pero a mediano plazo se maneja un pronóstico menos alentador.
Según el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), es de esperar que en las próximas décadas nuestra zona cordillerana se vea afectada por lo que se conoce como “oscilación decenal del Pacífico”. Esto es un fenómeno cíclico que provoca épocas de seca de nieve en nuestra montaña.
Lo sabemos todos: si no nieva, no tenemos agua, ya que de ella depende el 90% del caudal del río; el resto lo aportan los glaciares que actúan como reguladores. Si los glaciares se derriten, ¿qué debemos esperar?
Ricardo Villalba, director del Ianigla , explica cuál es el pronóstico. “En base a la información que tenemos, la temperatura va a ir aumentando hasta alcanzar unos cuatro grados a final de este siglo. La nieve va a estar asociada a la oscilación decenal del Pacífico, que puede darnos ciclos húmedos y ciclos secos. Si pensamos que la población va a aumentar y el consumo de agua también, la oferta regulada por estos cambios climáticos posiblemente haga que el agua no aumente”, describe el científico.
Con los pergaminos de quien puede decir que tiene al menos una parte de un Nobel, Villalba advierte: “La situación va a ser crítica en algún momento. Eso nos induce, nos obliga a pensar en medidas de adaptación y a tratar de ser más eficientes en el uso del agua en Mendoza”. Este comprovinciano formó parte del Panel Intergubernamental para el Estudio del Cambio Climático (IPCC), que en el 2007 recibió el Nobel de la Paz.
La falta de cultura
De lo que habla es de otra cosa sabida. Mendoza no consigue tener internalizada una cultura de cuidado del agua y bastan dos datos para demostrarlo: cuando habría que cuidar cada gota, del agua de riego (se lleva casi el 80% de lo que se genera) se desperdicia más del 35% y del agua potable se estima que se derrocha un 30% de lo que se produce.
Parte del problema de los últimos años fue el mal manejo que se hizo de Obras Sanitarias Mendoza (OSM), que el Gobierno de Celso Jaque dice venir a remediar con la intervención estatal a la empresa. El interventor de OSM, Gonzalo Dávila, expone una realidad: a nivel oficial se calcula que en un lapso no mayor a los diez años el agua no sólo será menor, sino que además será más cara y deberá ser medida de una vez por todas.
“Hay que ser claro en que la cantidad de agua será menor y esa disponibilidad para potabilizar va a ser a costa de otros usos, fundamentalmente riego. En ese contexto, lo que hay que esperar es agua más cara y de otra calidad, al tener menos caudal en los ríos”, adelanta el funcionario.
La desaparición de los glaciares
La zona Norte de Mendoza se abastece de agua del río Mendoza, cuyas reservas se encuentran en la alta montaña. Allí descansan las grandes cuencas de glaciares (de las Vacas, Güssfeldt y Plomo), que han sufrido un fuerte retroceso en líneas generales de un 30% durante el siglo 20.
“Sabemos que con los aumentos de la temperatura estamos viendo un retroceso en los glaciares, que en líneas generales han tenido avances y retrocesos”, analiza Lydia Espizua, una investigadora del Ianigla que dedica su trabajo al estudio de los glaciares cuyanos.
A futuro, el cálculo es simple. El aumento de temperatura el siglo pasado fue de un grado. Si se esperan cuatro grados de aumento en este siglo, no habrá que tener mucho conocimiento científico para entender qué puede llegar a pasar.
¿Se pudre el agua de Potrerillos?
“Muy pronto vamos a tener un Carrizal en Potrerillos”.
La sentencia, lanzada por Armando Llop, el director del Centro de Economía, Legislación y Administración del Agua, que depende del Instituto Nacional del Agua, suena dura. Pero toma dimensión si se conoce de lo que este experto de muchos años en la materia está hablando.
Para él, la situación del agua en general “es grave, pero buena en otros aspectos. Tenemos muchos problemas que están avanzando, pero tenemos muchas formas de caminar para revertir los problemas actuales. Es una situación crítica, pero salvable siempre y cuando hagamos una buena gestión del agua de acá en más”.
La “eutroficación” de las aguas afecta a todos los diques y está generando “un proceso inminente” de pérdida de calidad del agua en Potrerillos que incluso –según alerta Llop– puede tener incluso riesgos cancerígenos.
Ingeniero agrónomo y doctor en economía, Llop advierte que lo que “primero debe hacer Mendoza es proteger sus fuentes de agua” para no enfrentar una situación crítica a mediano plazo.
“Con la calidad de agua que está ingresando, Potrerillos va a terminar en condiciones parecidas a lo que es el dique Carrizal, que está totalmente eutroficado. El problema con aguas eutróficas es que, por más que se las trate, siempre permanece materia orgánica que al clorarse forma órganos que son cancerígenos”, dice.
La eutroficación es un proceso natural y/o antropogénico (provocado por el hombre) que consiste en el enriquecimiento de las aguas con nutrientes a un ritmo tal que no puede ser compensado por la mineralización total.
De esta manera, la descomposición del exceso de materia orgánica produce una disminución del oxígeno en las aguas profundas. Sus efectos pueden interferir de modo importante con los distintos usos que el hombre puede hacer de los recursos acuáticos, como el abastecimiento de agua potable, el riego o la recreación.
En el caso de Potrerillos, el problema radica en los residuos agrícolas y urbanos que se arrojan aguas arriba en el río Mendoza, básicamente. A raíz de esta situación, la materia de las algas va creciendo para formar distintos cuerpos de algas que pueden generar sustancias tóxicas.
“Ya hay un mal manejo en donde empieza el sistema hídrico y estamos percibiendo problemas que, si no se atacan desde ahora, nos van a ocasionar tremendos inconvenientes sociales y económicos”, sigue el especialista.
–¿Pero usted ve realmente que ese proceso de descomposición del agua que dice esté pasando?
– Mire, si usted va al dique y lo observa, verá que hay muchos indicadores de que la eutroficación está avanzando. Éste es un proceso que es inminente; lo que se puede controlar es la velocidad de eutroficación y al nivel al que llega. Pero se tiene que hacer con medidas efectivas y concretas. Y no se está haciendo nada. Muy pronto vamos a tener un Carrizal en Potrerillos, o lo mismo que ha pasado con el dique Ullum, en San Juan, que es un hermano gemelo del dique Potrerillos.