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Pachamama

Siendo una costumbre ancestral de los pueblos originarios andinos, este domingo 1ro de agosto se celebra el día de la Pachamama, nuestra Madre Tierra. La celebración viene ganando arraigo en nuestros pueblos latinoamericanos, de la mano de una mayor conciencia ambiental y un cada vez más fuerte cuestionamiento al modelo de desarrollo extractivista.   

En este día tan especial, ofrecemos el extracto de algunas exposiciones de la clase abierta denominada ’Justicia Ambiental. Testimonios proféticos del siglo XXI’, desarrollada a mediados de julio de modo virtual. La misma estuvo organizada  por el CMEW (Centro Metodista de Estudios Wesleyanos) y la JUM (Junta Unida de Misiones), asociada en REDAF. 

Julio García fue uno de los expositores del encuentro. Dentro de su vasta trayectoria podemos resaltar su ejercicio de la abogacía, su anterior paso por la gestión pública como subsecretario de Promoción de Derechos Humanos de la provincia del Chaco, su pertenencia al MEDH (Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos) y también a ADEPI (Asociación de los Derechos de los Pueblos Indígenas), socia de REDAF. Aquí algunas de sus ideas:

Dr. Julio García, Imagen de archivo

Se calcula que la Tierra tiene 3700 millones de años y que la degradación del ser humano empezó aproximadamente hace 200 años: contaminación ambiental que implica el agua, la atmósfera, que implica la contaminación sonora, la aparición y masificación de los residuos, la basura sólida y gaseosa. Casi nos comimos la capa de ozono, (…) y ahora aparece el cambio climático.  

(…)Hay que superar la visión de creer que somos dueños de la tierra. Hay que reconocer personería a la naturaleza -como lo reconocen los pueblos ancestrales: la Madre Tierra, la Pachamama, la Tierra Sin Mal-. Cambiar la concepción. Lo que Leonardo Boff menciona, que el planeta es un ente viviente (…), un sistema que se autorregula. Nosotros somos parte de esa autorregulación. Entonces hay que entenderlo, debemos contribuir a ella, y no perturbar los finos equilibrios y reequilibrios que existen. Tenemos la oportunidad de escuchar, de decir, de racionalizar, de convencer, de concientizar. 

No hay que hablar ya, como se hablaba en la teoría darwiniana o en la teoría evolucionista de Spencer, del triunfo del más fuerte, sino del más fecundo, de la cooperación. Y esto no implica correrse del centro de la dignidad humana, sino que reconocerle la entidad, la fortaleza que tiene la naturaleza; implica ampliar derechos. En algún momento se pensaba que los derechos sociales venían a negar los derechos civiles individuales de las personas, y no es así. Vinieron a fortalecerlos. La lucha contra el Apartheid no implicó que pierdan derechos las minorías blancas, sino que adquirían derechos las mayorías negras en Sudáfrica y en todos los lugares que se han peleado por la conquista de derechos. La lucha del feminismo no implica desconocer los derechos que tenemos los hombres u otros colectivos. Hay que correr esa mirada sesgada que tenemos de lo humano, y reconocernos como distintos pero en igualdad de derechos fraternales”.

Otra de las exposiciones fue la de la Doctora en Ciencias Biológicas Micaela Camino. Asociada particular en REDAF, además miembro del Proyecto Quimilero y de los colectivos Somos Monte y Foro Gualamba. Aquí plasmamos algunas de sus reflexiones:

Dra. Micaela Camino. Imagen de archivo

Desde la ciencia venimos alertando sobre la crisis ambiental climática sin precedentes. La tasa de extinción de animales, los cambios en el clima que estamos viendo, no tenemos un registro igual desde que estamos los seres humanos. Ha habido grandes cambios, y una de las mayores causas de todos estos son las acciones humanas, y principalmente lo que es la pérdida de coberturas naturales.  Y uno de los lugares donde tenemos la pérdida de cobertura boscosa más rápida del mundo, de la cobertura natural en general, es la región del Gran Chaco Sudamericano. El Gran Chaco Sudamericano es una eco región bastante diversa que ocupa porciones de Bolivia, Paraguay, un pedacito de Brasil y la mayor superficie está en Argentina.  Y es una región que tiene bosques, pero también tiene humedales, pastizales, palmares. Tiene una gran diversidad de ecosistemas adentro de esa gran eco región.  En esos eco sistemas, como decía, tenemos grandes bosques que no son un cúmulo de árboles, sino que es toda una interacción entre seres vivos y medios físicos; distintas cuestiones que se van interrelacionando, generando flujos de energía, de nutrientes. Y tal como esto pasa en los bosques, lo mismo pasa en los otros ecosistemas que hay en el Gran Chaco.

Los bosques son esenciales para nuestras vidas. Primero, lo más básico es decir que proveen oxígeno. Pero además, son muy importantes porque previenen que las lluvias caigan directo sobre el suelo. El suelo del Chaco se erosiona muy fácil,  porque es un suelo fino, por cómo fue formado. Si sacás los árboles cae el agua de manera directa, se impermeabiliza el suelo,  y escurre en vez de permanecer en el sistema, aumentando así los riesgos de inundación, perdiendo fertilidad, llegando incluso a la desertificación.  Por otro lado, las raíces de los árboles son esenciales porque retienen ese suelo fino, porque sino directamente se vuela. Ya estamos viendo tormentas de polvo en los lugares cercanos a los desmontes. Entonces, no sólo es protección para los suelos, sino que lo retienen. En las zonas cercanas a los ríos es muy importante porque, en las crecidas de agua, si no están los árboles el río se lleva el suelo.

Por otro lado, estamos hablando de un reservorio de carbono. Los árboles tienen un montón de carbono. Entonces, no es sólo que liberan oxígeno y absorben gases con carbono de efecto invernadero, sino que, cuando se corta un árbol ese carbono se libera como gas. Pero también se desregulan las lluvias y la temperatura, o sea el clima;  el cambio climático del que tanto se habla últimamente. 

Además de todo esto, en los bosques, y en el Gran Chaco también, tenemos alimentos, tenemos remedios, tenemos una alta biodiversidad, una gran variedad de especies en la zona, y algunas especies que sólo existen en esta región. Pero también hay que entender que los bosques en el Chaco no son bosques que están vacios de gente, sino que son el hogar de muchas personas. Ese alimento del que hablábamos es la seguridad alimentaria y parte de la cultura de la memoria, de los saberes de las personas que viven en estos bosques. Tiene que ver con la identidad, con el hogar y con el territorio.

Cuando hablamos de desmonte estamos hablando de pasar de un bosque a una siembra de un monocultivo. Esto no lo hacen las personas que viven en los bosques tradicionalmente, tanto familias indígenas como familias criollas. No son las responsables de estos desmontes, sino que son reemplazadas, desaparecen del territorio -al igual que desaparecen los bosques, la biodiversidad  y todos los servicios eco sistémicos o contribuciones al bienestar humano-. Hacer estos monocultivos es caro, e implica concentración de poder. Hay que tener mucha plata para tumbar todo ese bosque con esta maquinaria, para poder hacer lo que es siembra directa, con semillas genéticamente modificadas, que toleran venenos que otras semillas no tolerarían. Todo un pool de siembra asociado que es ya de organización empresarial. Y estamos hablando de enormes extensiones de bosques que se están perdiendo a una velocidad que, como dije al principio, está entre las más altas del mundo.

(…) Los bosques del Gran Chaco no son fáciles de regenerar. Por supuesto que es importante la restauración, es importante volver a trabajar los lugares degradados, pero no es lo mismo un bosque implantado que un bosque nativo. Sobre todo, no es lo mismo una plantación de árboles como pino o eucaliptos, que un bosque. Porque una cosa es una plantación y otra cosa es un bosque con todos los bienes y servicios que nos provee y contribuyen a nuestro bienestar.

(…) Lo cierto es que nos quedan un montón de bosques. Estamos perdiéndolos muy rápido, pero todavía hay bosques, y gente adentro de los mismos. Todavía hay muchos ecosistemas: bosques, pastizales, palmares, humedales. Y en los últimos años vimos que la sociedad va reaccionando, se van tejiendo redes nuevas. Por supuesto que eso no significa que las personas que estén en el bosque estén teniendo la atención, el apoyo y el acompañamiento que deberían tener. Y eso no significa que se hayan roto las redes de producción y las presiones empresariales para avanzar con esta frontera agropecuaria. Pero al acercarse a esta frontera agrícola de estos últimos bosques que nos están quedando, (…) ha habido mucho movimiento, y nos hemos encontrado con que la reacción de la sociedad ha tenido algunos efectos en cuanto a lo que es reducir el área de la masa boscosa que perdemos”.

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