Productores agroecológicos y una organización ambientalista frenaron un desmonte de cuatro hectáreas de bosque nativo en el distrito de Puerto Tirol, Chaco. El hecho motorizó el debate entre organizaciones e instituciones públicas sobre cómo preservar no sólo la zona en conflicto sino el conjunto de la ribera del Río Negro, que abarca 40 hectáreas de bosque nativo.
El miércoles 8 de agosto, dos familias con producción agroecológica se interpusieron entre una retroexcavadora y la masa arbórea ubicada en una de las márgenes del Río Negro, en la zona rural de Puerto Tirol (a 20 km. de la ciudad de Resistencia, Chaco). Apoyados por la asociación de vecinos Árboles Urbanos lograron que la persona contratada por un productor ganadero (quien dice ser el dueño) cese en su intento de desmontar 4 hectáreas de bosque nativo. Dichas hectáreas, que lindan con la propiedad de una de las familias mencionadas, estarían destinadas a un emprendimiento inmobiliario. Por el momento se estableció un principio de negociación, a su vez se realizaron consultas con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
Por un lado, las familias reclaman que no se arrase con 4 hectáreas de bosque nativo y se respeten corredores biológicos, vitales para el tipo de producción agroecológica que estas llevan adelante. Pero la discusión de fondo, a la que se suman otros colectivos, es cómo preservar las 40 hectáreas de bosque nativo de toda la ribera del Río Negro, un contenedor natural de los desbordes fluviales que afectan a toda el área metropolitana de la capital chaqueña.
Organizaciones de trabajadores populares y otros colectivos acercaron su apoyo a las familias que luchan por preservar el bosque nativo del lugar. De hecho, este sábado 11 de agosto comenzaron los primeros contactos entre las familias involucradas, organizaciones sociales y ambientales, instituciones y representantes de organismos públicos a nivel provincial. La idea es pensar en conjunto las acciones para preservar el bosque nativo de ambas márgenes del río.
Cronología del conflicto
La granja denominada ‘La Tierra Sin Mal’ es un emprendimiento agroecológico de dos familias vecinas que decidieron retirar el alambrado que las separaba y plantear una sola unidad productiva. Adquirieron sus tierras en 2007, ubicadas en la zona de Puerto Tirol, y cerca del Río negro. Con el correr de los años, el modo de organizarse y producir que ambas familias llevaron a cabo fue trascendiendo sus fronteras hasta constituirse en referentes regionales como productores agroecológicos.
Jorge Frías es uno de los dueños La Tierra Sin Mal. Una de las partes de la granja está pegada a las cuatro hectáreas de bosque nativo que intentaron desmontar. Dichas hectáreas eran propiedad de un hombre que supuestamente ya estaba fallecido cuando Jorge se instaló junto a su familia. “Nosotros usábamos el monte como reserva biológica, teníamos algunos cajones de abejas y algunos frutales. Pero, básicamente, la idea era que no se tocara”, señala. Esa realidad cambió hace tres años.
Una persona, que se presentó como productor ganadero y sobrino nieto del titular de las hectáreas en cuestión, mencionó su intención de ‘reactivar’ los títulos de propiedad. Jorge recuerda la charla: “Él nos decía que quería hacer algo con la tierra. Nosotros le decíamos que si es de él que lo puede hacer, sin ningún problema; lo que sí le pedíamos que no destruya todo el monte porque, por el esquema de producción que tenemos, necesitamos los corredores biológicos”.
Luego de ese primer encuentro, y por varios años, no hubo más noticias del productor ganadero. Hace algunos meses se acercó un agrimensor, en nombre de aquel, para realizar distintas mediciones de la tierra. Trajo consigo una retroexcavadora y se metió en la propiedad de las dos familias dueñas de la granja, lo que ocasionó un altercado que luego se judicializó. Finalmente se retiraron del lugar. Pero el miércoles 8 de agosto volvieron nuevamente al lugar con otra retroexcavadora y una autorización municipal para abrir una calle pública, que según funcionarios municipales figura en catastro. Cuando comenzaban a desmontar, las familias lograron frenar la máquina poniéndose en frente, e inmediatamente comenzaron a alertar a todos sus contactos sobre lo que estaba aconteciendo. Horas después se acercaron al lugar algunos integrantes de la asociación Árboles Urbanos a impedir también el desmonte. Luego de una tensa discusión llegó la policía, pero los ánimos se fueron calmando con las horas. Finalmente, el jueves 9 retiraron la retroexcavadora del lugar.
La sospecha de las cinco familias que tienen producción agroecológica en la zona es que la intención es arrasar con todo el monte lindante con sus producciones. Jorge Frías lo fundamenta: “En 4 hectáreas el tipo planea como 43 o 47 lotes; o sea son lotes muy chiquititos, para lo cual van a tener que tirar todo el monte…todos los árboles”. La propuesta de las familias es que concreten el proyecto inmobiliario, “pero con lotes más grandes”, y así poder preservar “algunas partes como corredores biológicos”. El precario acuerdo al que se llegó hasta ahora es que el productor, que se auto define como dueño de las 4 hectáreas, se acerque al lugar con los documentos que demuestren su titularidad, para avanzar así en una propuesta que termine plasmando su proyecto inmobiliario “pero respetando un poco más el entorno ambiental”. Hasta la fecha no hubo novedades al respecto.
El hecho de que numerosas organizaciones e instituciones comiencen a discutir el destino de los bosques nativos de dicha zona deja un final abierto, que puede concluir con una medida más proteccionista del medio ambiente. Porque, en definitiva, preservar toda la ribera del río redunda en beneficios para toda la región: “El Río Negro, en general, es una amortiguador de todo lo que son las inundaciones; o por las lluvias excesivas del interior de la provincia o por el crecimiento excesivo del Paraná. Entonces tiene su importancia hídrica, como cuenca, y para nosotros tiene una importancia biológica y ambiental”, reflexiona Frías.