Se ha comprobado en el Centro de Cáncer del Norte de California (NCCC por su sigla en inglés) que los niños expuestos a agrotóxicos agrícolas aplicados cerca de su hogar, pueden tener hasta dos veces más riesgo de desarrollar leucemia.
Por Ignacio Martínez El Eco Semanario (Uruguay)
Ese estudio demostró un riesgo elevado de contraer enfermedades en general y leucemia en particular, al estar expuestos a agrotóxicos organofosforados, herbicidas clorofenólicos y triazinas y también en contacto directo con agrotóxicos usados como insecticidas o fumigantes.
El estado de California es uno de los pocos lugares de Estados Unidos que tiene información detallada sobre el uso de los agrotóxicos. Esa información incluye: época en que se aplica, lugar donde se aplicó, qué producto se utilizó y en qué cantidad. Para este estudio, los investigadores pudieron asociar las historias de los niños que habitaban en esa zona desde el nacimiento hasta que fueron diagnosticados al tiempo de contar con la información de los agrotóxicos usados dentro de un radio de 2,4 kms. Los científicos seleccionaron más de 100 ingredientes activos de agrotóxicos.
¿Cuáles son esos agrotóxicos?
Dentro de los agrotóxicos organofosforados estudiados se encuentran: clorpirifos, diazinon, malation y triclorfon; el herbicida 2,4-D del grupo de cloroenólicos y cinco del grupo de la triazina, entre los que se encuentran atrazina, simazina, cyanazina, prometryn, y pyrmetrozina.
Los agrotóxicos organofosforados analizados en este estudio son utilizados ampliamente en Uruguay. También se utilizan en el país los herbicidas 2,4-D, atrazina, y simazina.
El problema se acentúa cuando constatamos que no se respetan distancias prudentes para su uso. Las distancias de aplicaciones para los centros poblados en nuestro país son de 500 metros en aplicaciones aéreas y 300 metros en terrestres, en tanto que ¡en las cercanías de las escuelas rurales son apenas de 50 y 30 metros respectivamente!
¿Nuestros niños no estarán siendo afectados por el uso de los agrotóxicos, como se ha constatado en el estudio llevado a cabo en Estados Unidos?
¿Qué pasa con nuestra comida?
El aumento de la producción de alimentos a través de variedades de cultivos de alto rendimiento (semillas “mejoradas” o híbridos), provoca la disminución de nutrientes, vitaminas y proteínas. Es un efecto conocido desde hace décadas por agrónomos e investigadores agrícolas llamado «efecto dilución».
El incremento del rendimiento de los cultivos por hectárea, basado en semillas híbridas y uso de fertilizantes sintéticos, eleva el volumen de materia cosechada, pero es menos nutritivo. Hay más cantidad de alimentos pero de menor calidad.
En el caso de los granos como en el de las hortalizas y frutas, se registró una disminución de nutrientes, paralelo al aumento de producción por hectárea. En el caso de hortalizas hay disminución de calcio y cobre de 17 hasta 80 por ciento, junto a la disminución de otros nutrientes, como hierro, manganeso, zinc y potasio. Un estudio midió la cantidad de proteínas y cinco vitaminas (A, C y tres del complejo B) sobre 43 hortalizas y encontró disminución también de estos elementos hasta en un 6 por ciento en proteínas y de 15 a 38 por ciento para 3 de las 5 vitaminas estudiadas. Otros análisis sobre maíz y trigo confirmaron lo mismo.
La Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO) denomina esta creciente falta de micronutrientes en los alimentos como “el hambre oculta”. Según este organismo, mil millones de personas en el mundo sufren deficiencia de hierro, principalmente en países pobres. También en esos países uno de cada tres menores de cinco años sufren retardo de crecimiento por falta de micronutrientes y 40 millones de personas sufren problemas de visión o ceguera por falta de vitamina A, entre otros ejemplos. Por otra parte, en el otro extremo, mil millones de personas consumen demasiadas calorías y son obesas.
Además de ser menos nutritivos, esos alimentos contienen cada vez mayor cantidad de residuos de agrotóxicos y químicos. Son un generador “silencioso” pero continuo y omnipresente de enfermedades que van del aumento significativo de alergias, a efectos más graves como problemas neurológicos, malformaciones de nacimiento, debilitamiento inmune, infertilidad y cáncer. De paso, los agrotóxicos y fertilizantes sintéticos destruyen los suelos y contaminan las aguas.
Los transgénicos suman nuevos impactos y peligros por la manipulación a la que son sometidos. La Asociación Americana de Medicina Ambiental se pronunció exhortando a sus miembros, pacientes y público en general, a evitar el consumo de transgénicos.
¿La producción a gran escala soluciona el hambre en el mundo?
No. La verdad es que esos alimentos están en manos de grandes empresas cuyo único propósito es negociar y aumentar sus ganancias. Si la gente no tiene trabajo e ingresos para adquirir alimentos, por más que se produzca más, no los podrán adquirir. Sería bueno que esa misma gente tuviera su huerta y quizá por ahí se pudiera comenzar a cambiar las cosas en el mundo.
La solución real está en que la producción de alimentos sea a escala local y diversificada, en manos de campesinos y agricultores que usen semillas locales y brinden alimentos sanos y nutritivos, que no sólo alimenten a su familia y sus comunidades (la mitad de la población mundial), sino que también produzcan la mayor parte de los alimentos para que se consuman dentro de sus países. Al no quedarse en la producción de un solo cultivo y no usar agrotóxicos, favorecen la cosecha de muchas otras variedades en conjunto con cada cultivo, fuente de muchos otros nutrientes. Por ejemplo, una buena producción por parte del sector rural del área metropolitana en nuestro país, podría dar buenos alimentos de frutas, verduras y hortalizas a la población de San José, Montevideo y Canelones, más de la mitad del país. Lo mismo se puede plantear en los restantes departamentos. Para eso es imperioso un Plan Agrario Nacional que defina qué plantar, cómo plantar y dónde hacerlo.
Fuentes: Children Living Near Agricultural Pesticide Use Have Higher Cancer Rate. RAPAL Uruguay, Octubre 2009 y Silvia Ribeiro, investigadora.