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Cuando el desmonte se presenta como energía renovable

Reproducimos una nota publicada por opsur.org.ar el 23.06.21. La misma incluye reflexiones de la Mgter. Graciela Elisabeth Bergallo, asociada en REDAF.

A fines de 2020 se inauguraron en Chaco dos centrales térmicas de biomasa incluidas en el Programa RenovAr. En aquella jornada de verano, los discursos de las autoridades celebraban el fomento de las energías renovables y la economía circular. Más allá del énfasis puesto en el aprovechamiento de los desechos, la producción de tanino (y de energía) se sirve de la madera barata que le proveen los desmontes. Un dato que pone en cuestión su supuesta sustentabilidad.

Foto: Greenpeace

Por OPSur .- El 2 de diciembre Alberto Fernández, a través de una videoconferencia, inauguró dos termoeléctricas de biomasa forestal en Chaco, las centrales de Indunor y Unitan. “Es una inversión muy importante que lleva trabajo al Chaco y desarrollo a la Argentina”, destacó el Presidente de la Nación. “Celebro que en el Chaco estemos desarrollando proyectos como el que hoy vemos, que son proyectos que suponen grandes inversiones para producir energías renovables a partir del aprovechamiento de residuos forestales”, añadió. En tanto el gobernador chaqueño Jorge Capitanich, subrayó la importancia de que la provincia sumara una potencia instalada de 19 MW al sistema eléctrico y remarcó, también, que la característica distintiva de las centrales era “el aprovechamiento integral del recurso forestal”. Sin embargo, más allá del énfasis de las autoridades, el uso de madera proveniente del desmonte para la producción de electricidad en las plantas de biomasa, pone en entredicho su supuesta sustentabilidad. 

En el marco del Programa RenovAr, de promoción de las energías renovables, se aprobaron 18 proyectos de generación a través de centrales térmicas de biomasa. Ese segmento concentró 156,7 MW de potencia instalada sobre 4726,3 MW adjudicados en las cuatro licitaciones realizadas, que también incluyeron proyectos de generación solar fotovoltaica, eólica, pequeños aprovechamientos hidráulicos y biogás. En la actualidad ocho centrales de biomasa están en generación (75 MW), entre ellas la de Indunor; cuatro en construcción (32,5 MW), una es la de Unitan (a pesar de que ya fue inaugurada); y de las seis restantes (49,2 MW) no se iniciaron las obras o los proyectos fueron cancelados.

Dentro del ámbito de las energías renovables, estas centrales térmicas son las que más puestos de trabajo nacional/local pueden generar durante todo su ciclo de vida. Al mismo tiempo esta tecnología es la que recibe críticas más lapidarias. Las emisiones gaseosas por combustión de biomasa pueden contener contaminantes como compuestos orgánicos volátiles, hidrocarburos policíclicos aromáticos, dioxinas y furanos. Algunos especialistas sostienen que es posible hacer una buena gestión de los impactos, aunque subrayan que el monitoreo es caro y que en algunos casos la legislación es laxa. Otra crítica frecuente a esta fuente (y también al biogás) es su eslabonamiento con el modelo de agronegocios. A partir de los testimonios de Graciela Elizabeth Bergallo y Ricardo Tiddi exploramos el vínculo de las centrales térmicas inauguradas en Chaco con los desmontes que impulsa el agronegocio y los impactos socioculturales de ese modelo.

Jorge Capitanich en la inauguración de termoeléctricas de biomasa forestal en Chaco

Sólo se ve el árbol que cae

“Es indudable que la producción de [electricidad a través de la combustión de] biomasa en Chaco tendrá impactos importantísimos, no sólo porque va a significar un aumento de deforestación, destrucción de biodiversidad irreemplazable, sino también por sus impactos socioculturales y en la salud en toda la región”, afirma Graciela Elizabeth Bergallo, magíster en Antropología Social, que integra la Red Agroforestal del Chaco y la Comisión de Ambiente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. 

“La deforestación y actividades derivadas han tenido y tienen un impacto directo en las comunidades campesinas e indígenas, sobre todo: penetración en sus territorios, pérdidas de soberanía, de sus fuentes de alimentación y medicinas, espacios históricos y sagrados, destrucción de las sendas utilizadas históricamente, bienes del monte para realizar artesanías, desalojos encubiertos”, enumera Bergallo. “Estos impactos socioculturales no están visibilizados, desde una perspectiva que evalúa lo visible, sólo ‘el árbol que cae’”.

“En la provincia del Chaco el extractivismo comenzó a fines del siglo XIX con la tala de árboles para extraer el tanino, [siguió con] la explotación de algodón, de azúcar y luego de soja”, explica Bergallo, quien publicó el libro Bosques, culturas y Derechos. El impacto sociocultural de la deforestación en territorios del Chaco. “A partir de la década del 2000 avanzó la deforestación hacia el oeste chaqueño, el proceso de deforestación y expansión del monocultivo [de soja] fue paralelo a la concentración de la tierra. Esto pasó en  todo el norte argentino”, destaca.

“Es como quemar los libros de la Biblioteca Nacional para calentarse en invierno”

Ricardo Tiddi es físico e integra el colectivo Somos Monte Chaco, espacio conformado en 2018 desde el que denuncian los desmontes ilegales y buscan alternativas, justamente, al modelo productivo que los impulsa. 

-¿El bosque es el principal recurso de Chaco?

Posiblemente sí. Claramente, cuando uno habla de recurso, ya lo está capitalizando de alguna forma. El bosque es mucho más que un recurso: puede ser una casa, puede ser un recuerdo, puede ser una farmacia para la gente que vive allá. Para mucha gente que ha vivido y vive en el bosque del Chaco, es la raíz. Pero también es un recurso. Chaco es la primera provincia, según las estadísticas del Ministerio de Ambiente de la Nación, en producción de madera; evidentemente juega un papel muy importante en todo lo que es la economía regional. De hecho, esto no debería ser un problema porque, a diferencia de la minería, podría ser un recurso renovable. 

-Un directivo de una de las centrales de biomasa afirmó: “Tenemos la oportunidad de hacer una revolución social, económica y ambiental, si generamos actividad económica con los bosques que hoy están subutilizados”.

Sé cuál es la trampa de quién dice este tipo de discurso y me gustaría que se entienda. Acá tenemos 4 o 5 millones de hectáreas de bosque, de las cuales se podría decir que 1 o 2 millones todavía están en un buen estado de conservación. No quiere decir que nunca hayan sido tocadas ni que nunca se haya cosechado algo de madera, pero tienen muy poca o muy baja intervención. El resto ya son bosques que fueron intervenidos y se están regenerando.

Se podría hacer una explotación racional de los bosques, sobre todo de los que ya están intervenidos, o aún más de los secundarios, los bosques que están volviendo a crecer. Ahí sí, un manejo apropiado, podría aumentar la cantidad de producción desde un punto de vista forestal, e incluso generar el abastecimiento para una serie de actividades forestales. Pero esto no se hace en Chaco, lo que se hace es seguir avanzando sobre bosques vírgenes, los mejores desde el punto de vista de la conservación.

Si bien el sector forestal es el motor económico de la provincia, hay un desequilibrio enorme entre el pequeño productor, que son los aserraderos, que tienen un atraso tecnológico impresionante y sobreviven; y la forestoindustria, ligada tendencialmente a las dos tanineras [Indunor y Unitan] y a algunas grandes carboneras. Dos o tres empresas monopolizan el 70 % o el 80 % de la madera que sale de los bosques y son tan poderosas que le dicen al Gobierno qué tiene que hacer, no es al revés. Por eso, la industria forestal en Chaco sigue siendo eminentemente minera, de extracción, no tiene nada de sustentable. Cuando hacés un aprovechamiento sustentable del bosque, vas con la motosierra, sacás el árbol, lo cargás en un camión y lo llevás. Esto es lo que hacen los pequeños y medianos empresarios madereros en El Impenetrable y es casi sustentable si no se pasan de una cierta cantidad. Podés sacar 2 o 3 toneladas de madera por hectárea y esto se va regenerando con el tiempo. Después tenés la madera que sale de los desmontes. ¿Qué es un desmonte? Son dos topadoras con una cadena gruesa como las que se usan para anclar los barcos de carga en los puertos. Arrastrando esta cadena en el piso tumban todo lo que encuentran en el medio por 20 ó 50 metros de distancia. 

En cuestión de días pueden limpiar una superficie tan grande como una ciudad. Hasta hace poco en Chaco se perdían un promedio de 40 mil hectáreas por año, esto significa 10 veces la superficie de la ciudad de Resistencia. Estamos hablando de 150 o 200 toneladas de madera por hectárea. De estas toneladas, una parte tiene un valor comercial interesante para la taninera, porque es quebracho colorado, pero hay un montón de otras especies. Ahí entran las grandes carboneras, empresas que tienen 100 hornos de carbón andando constantemente todos los días, donde llegan camiones con troncos de madera que, si se promoviera su aprovechamiento, tienen un valor económico altísimo, y que queman para hacer carbón que se exporta.

Las mismas autoridades de Bosques nos dicen que en 2020 el 48 % de los desmontes fueron ilegales. Significa que la mitad de la madera que se produce de los desmontes es ilegal, esto no entra en las arcas del Estado, esto desaparece por completo, porque faltan millones de toneladas de madera.

-¿Cómo se entiende, entonces, que el Gobierno del Chaco publicite que las centrales de biomasa son sustentables?

Hoy eso es una mentira, porque saben perfectamente que dentro de los hornos de las centrales de biomasa están tirando troncos que vienen del desmonte. Podrían ser sustentables si [la madera] viniera de un bosque manejado donde vos, productor forestal, tenés una cierta cantidad de tierra, sembraste los árboles, los viste crecer (muchas veces necesitás generaciones) y lo terminás cosechando. Es lo que pasa en Estados Unidos, en Suecia o en otros países de Europa donde hay una industria silvícola y forestal ligada a los cultivos.

Lo que hacen en realidad las centrales de biomasa acá es aprovechar una gran cantidad disponible de madera del desmonte a la que no se le da ningún valor agregado. La compran a un precio muy barato y la queman. Esto redunda en un daño para el Estado, porque el valor que podría tener esta madera utilizada de forma racional es inmensamente más grande que el valor que se le da transformándola en carbón o energía.

Foto: Graciela Elisabeth Bergallo

-Si frenan los desmontes, ¿las centrales podrían funcionar?

Hoy en día no. Y es mentira cuando en los diarios dicen que si se frenan los desmontes 24 mil trabajadores se quedan sin trabajo. Hay un convenio de corresponsabilidad gremial en el sector forestal que implica que los empresarios forestales deben blanquear a sus trabajadores para reconocerle derechos. Ese convenio da como número oficial entre 5 mil y 6 mil trabajadores forestales, la pregunta es de dónde sacan los promotores de los desmontes que son 24 mil. Tengo dos explicaciones: a) cuentan a todos los trabajadores, incluso los que están en negro, y es muy grave, porque implícitamente están diciendo que el 80 % de la mano de obra forestal está en negro; b) es posible que incluyan a trabajadores que no están directamente relacionados con la actividad forestal, como podrían ser los camioneros, que no necesariamente transportan madera.

En la provincia de Chaco hay unos 800 aserraderos y casi todos manejan madera que viene de aprovechamiento forestal, de la tala selectiva, y no necesariamente del desmonte. Los que se ven perjudicados son aquellos directamente involucrados en los desmontes, que es una cantidad muy inferior de gente, y las grandes empresas que compran madera a un precio irrisorio.

Esta publicación es financiada con recursos de la Fundación Rosa Luxemburgo con fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). El contenido de la publicación es responsabilidad exclusiva de OPSur, y no refleja necesariamente una posición de la FRL.

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