Producir oxígeno, evitar inundaciones, prevenir la erosión del suelo, crear y mantener la fertilidad de la tierra son sólo algunas de las funciones que cumplen las amplias extensiones de árboles. Sin embargo, el país perdió en un siglo cerca de dos tercios de sus bosques nativos debido a distintas actividades del hombre. Esto se traduce en una serie de riesgos que nos afectan a todos.
Por Agustina Sucri Diario La Prensa
“A pesar de los inestimables beneficios ecológicos, económicos, sociales y de salud, estamos destruyendo los bosques que necesitamos para vivir y respirar”, advierte el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Y es que la deforestación global continúa a un ritmo alarmante -cada año se destruyen 13 millones de hectáreas de bosque- lo cual ha llevado a elegir la problemática como tema central del Día Mundial del Medio Ambiente que se celebra hoy.
Bajo el lema “Bosques: la naturaleza a su servicio”, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) junto a distintos organismos internacionales buscan crear conciencia sobre la irreparable pérdida y los riesgos que genera para el mundo entero la tala y explotación indiscriminada de este valioso recurso natural.
“La diversidad biológica está desapareciendo. Más aún, economistas alrededor del mundo han demostrado que por no incluir los valores de los bosques en sus presupuestos, países y negocios, se está pagando un alto precio, que en última instancia nos empobrece a todos”, subrayan los expertos de la ONU.
En la Argentina, el fenómeno alcanza dimensiones preocupantes: en un siglo se perdieron dos tercios de bosques nativos. Y lejos de ser una tendencia que ha logrado frenarse, en los últimos años ha continuado mermando la cantidad de hectáreas que ocupa este recurso natural.
Así lo admitió en diálogo con La Prensa la directora de la Dirección de Bosques dependiente de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (SAyDS), licenciada Inés Gómez.
“El primer inventario forestal de bosques nativos que se hizo en el país indica que en 2002 había alrededor de 33.000.000 de hectáreas de bosques, mientras que las estimaciones realizadas por naturalistas un siglo antes arrojaban un total de 100.000.000 de hectáreas. Esto significa que hasta 2002 se perdieron dos tercios de bosques nativos”, sintetizó la representante de la Dirección de Bosques.
Si bien no existen datos oficiales actualizados, Gómez apuntó que la superficie de bosques sigue bajando: “Para 2006 se estimaban alrededor de 28.000.000 de hectáreas de bosques nativos”, añadió.
– ¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a esta gran pérdida de bosques en el último siglo?
– La pérdida es de origen humano, antropogénica. Ya sea debido a las fábricas de tanino de La Forestal, hasta por el uso para muebles y para leña. Hay maderas muy valiosas, por ejemplo en las Yungas tenemos cedro, lapacho, jacarandá, que son maderas que se usan para mueblería. También se usó mucha madera para durmientes. Y, en los últimos años, el avance de la frontera agropecuaria no se ha hecho teniendo en cuenta las necesidades de mantener ecosistemas naturales.
– ¿Qué se hizo desde el Estado para paliar esta situación?
– Entre 2008 y 2009 se aprobaron dos normas. Una es de la SAyDS, que es para proyectos experimentales en conservación y manejo de bosques nativos, es decir que se destinan fondos para que las provincias implementen proyectos para protección, recuperación y enriquecimiento de los bosques nativos. Por otra parte, se aprobó una Ley Nacional de Presupuestos Mínimos de Protección del Bosque Nativo (26.331), que establece que todas las provincias tienen que hacer un ordenamiento de los bosques y destina por primera vez en la historia de nuestro país fondos para compensar de alguna manera a los propietarios que mantienen esos bosques.
– ¿Qué resultados se han logrado a partir de estas normativas?
– Hasta este momento hay 15 provincias con el ordenamiento forestal territorial acreditado en Nación. Todavía tenemos un mes de plazo, establecido en el Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA), para que las provincias restantes logren el ordenamiento. Además, la ley nacional establece que las provincias deben trabajar con las provincias vecinas para que haya concordancia de límites. Estamos en un proceso. Esto es algo gradual y progresivo que no se puede aplicar de un día para otro. Es importante que desde 2009 las provincias están recibiendo fondos para dedicar a los bosques nativos.
AREAS CRITICAS
– ¿Cuáles son hoy las áreas críticas en términos de mayor pérdida de bosques?
– Las áreas más críticas son, sobre todo, del Norte: Yungas, región Chaqueña y la selva paranaense -en Misiones-. Por sus condiciones climáticas, son áreas más requeridas para cambio de uso del suelo. Pero también el área del espinal, del algarrobo (en la zona Central del país), ya que este último ha sido diezmado desde que se puso de moda.
– ¿Qué impacto tuvo esta pérdida, sobre todo en estos últimos años, para la sociedad y las regiones más afectadas?
– Los problemas se sienten a veces en el lugar y a veces repercuten en otras áreas. Por ejemplo, muchas inundaciones están vinculadas con la deforestación en la alta cuenca. La regulación hídrica, la pérdida de suelos y la pérdida de biodiversidad, son los problemas que surgen a primera vista.
PRESENTE Y FUTURO
“El aire que respiramos, los alimentos, el agua, las medicinas que necesitamos para sobrevivir, la variedad de la vida en la tierra, el clima que perfila nuestro presente y futuro, todo depende de los bosques”, subrayó en una entrevista con La Prensa el profesor Norberto Ovando, presidente de la Asociación Amigos de los Parques Nacionales (AAPN), experto de la Comisión Mundial de Areas Protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y miembro de la Red Latinoamericana de Areas Protegidas (RELAP).
En el país existen “áreas protegidas” con múltiples objetivos, entre los que se encuentran: conservar los ecosistemas en estado natural, los recursos genéticos y la biodiversidad; proteger las especies en peligro de extinción, los recursos sobresalientes de flora y fauna, las formaciones geológicas, los recursos paisajísticos, las reliquias históricas, arqueológicas y paleontológicas, los recursos bioacuáticos; conservar los sistemas hídricos; y controlar la erosión y sedimentación.
Según explicó Ovando, para que un área sea protegida tiene que cumplir ciertas condiciones, tales como que se trate de un bosque sano, en el que su ecosistema en general esté actuando naturalmente.
“Algunas áreas o ecosistemas que se podían proteger están demasiado degradados por la intervención humana, ya sea por la agricultura, la agroganadería o por explotación del bosque nativo”, alertó el especialista para luego añadir: “En ciertas zonas el desmonte durante los últimos años es prácticamente total”.
– ¿En qué lugares sucede eso?
– Por ejemplo en Chaco, en Formosa y en parte de Salta hay extensiones importantes de tierra -cientos o miles de hectáreas- totalmente desboscadas para poderlas dedicar al cultivo de la soja.
EFECTO DE LA SOJA
– ¿Es decir que la soja ha tenido una influencia negativa en términos de protección de los bosques?
– Sí, absolutamente. Hay un mal manejo de la parte boscosa, ya que un ecosistema rico y frágil -como normalmente son los bosques y sus suelos- son totalmente devastados. Se arranca toda la cobertura vegetal para después poder sembrar -sobre todo soja- por el dinero que da rápidamente después de las cosechas.
– ¿Estas zonas devastadas que menciona eran áreas protegidas?
– No, son áreas que no tienen la protección ni de la Nación ni de la Provincia y que ya no van a servir para protegerlas.
– ¿Cuáles son las áreas protegidas en la actualidad?
– El bosque andino patagónico, que tiene los parques nacionales de Lanín, Nahuel Huapi y Lago Puelo. Otro bosque que está siendo conservado desde hace mucho tiempo es la zona de la selva paranaense en Misiones. Si bien ahí la tala es bastante continuada, fundamentalmente para suplantar el bosque nativo por el bosque implantado, se ha hecho un corredor biológico, donde se conserva un ecosistema para que los animales puedan alimentarse, adaptarse y moverse en un área más grande que la que de una pequeña reserva.
También están las áreas protegidas del Noroeste Argentino (NOA), como el Parque Nacional de Baritú, Calilegua y otras áreas de Tucumán, donde se están reservando los llamados “bosques lluviosos”, conocidos en nuestro país como la Yunga.
– De todas formas, ¿los bosques en las áreas protegidas están sufriendo alteraciones?
– Sí, los bosques también son impactados por el cambio climático global ya que no tienen tiempo de adaptación a las modificaciones bruscas que ha sufrido el clima. Esto hace que normalmente los invadan ciertos tipos de bacterias o insectos que antes no vivían en esa zona. Otro de los grandes problemas que sufren los bosques por el cambio climático global es el calentamiento, que trae mayor cantidad de incendios forestales o rurales, perjudicando zonas de masas boscosas que no han sido alteradas por el hombre.
– ¿Qué puede hacer cada persona para proteger los bosques, aunque habite lejos de las zonas boscosas?
– Hay que tener más conciencia de que estamos viviendo en un planeta con ecosistemas frágiles y que nosotros dependemos de él. Tenemos que evitar el uso de elementos que perjudiquen la atmósfera, es decir, tener buenos motores de combustión; cambiar las energías contaminantes por energías renovables; no desechar elementos que produzcan gases de efecto invernadero; y ser cuidadosos con los incendios, sobre todo al salir de vacaciones o visitar zonas boscosas.