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Retos de Latinoamérica para enfrentar el cambio climático

Para los países latinoamericanos, las negociaciones actuales sobre cambio climático son un importante escenario para identificar temas críticos, en los cuales la región debe enfocar esfuerzos para lograr acuerdos regionales, y actuar ante ellos con acciones nacionales basadas en sus políticas públicas.

Javier Sabogal Mogollón[*]
Oficial de Cambio Climático y Servicios Ambientales de WWF Colombia

El cambio climático es un fenómeno que cada vez está tomando más trascendencia por los impactos que se observan en el mundo. En específico, para la región de Latinoamérica, el Panel Intergubernamental de Expertos de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) señala que la variabilidad climática y los eventos extremos han afectado la región; que ha habido importantes cambios en los patrones de precipitación; que durante las últimas décadas se ha incrementado la temperatura promedio y se espera que para el final del siglo haya aumentos de entre 1 y 4 °C dependiendo del escenario; que existe un riesgo significativo de extinción de especies en varias zonas tropicales; que para el 2020 el número de personas que experimentarán problemas en la disponibilidad de agua se incrementará entre 7 y 77 millones de personas; y que el aumento en el nivel de mar, la variabilidad climática y los eventos extremos afectarán de manera significativa las zonas costeras, entre otros impactos.

En ese sentido, las negociaciones actuales sobre cambio climático son un escenario de gran importancia para la región debido a que en las mismas se están tomando decisiones de relevancia enfocadas en enfrentar este fenómeno. Es necesario que los países de Latinoamérica reconozcan cuáles son los temas prioritarios a abordar para focalizar sus esfuerzos en lograr acuerdos en ellos.

Sin desconocer que cada país tiene sus particularidades, e incluso hay subregiones en los países con características y necesidades distintas, hay tres aspectos que se deben considerar con especial interés: 1. La Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD); 2. La adaptación de ecosistemas naturales; y 3. Convertirse en economías de bajo carbono por medio de la eficiencia energética y el uso de energías renovables.

Programas de REDD y la adaptación de ecosistemas

Generalmente, se considera que los países latinoamericanos tienen un bajo aporte a las emisiones de gases efecto invernadero (GEI), causantes del cambio climático. Sin embargo, en ocasiones las estimaciones no consideran las emisiones generadas por efectos del cambio de uso de suelo, que en varios países de la región son la mayor fuente y que aumentarían su contribución. Un informe del Banco Mundial explica que aproximadamente la mitad de las emisiones en Latinoamérica son debidas a este cambio de uso de suelo y en algunos países como Bolivia, Brasil, Ecuador, Guatemala y Perú supera el 60%, lo que hace que 12% de las emisiones globales provendrían de esta región[2].

En ese sentido, las discusiones que se den sobre REDD podrán generar importantes oportunidades y de hecho, ya se están viendo este tipo de señales. El Fondo FCPF (Forest Carbon Partnership Facility) del Banco Mundial, presentado en la 13ª Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, realizada en Bali en 2007, tiene como meta apoyar con US$ 185 millones a 37 países para prepararse y generar capacidades en REDD. Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y Suriname, son los países de Latinoamérica que han sido aceptados para avanzar en el proceso.

La adaptación es igualmente un componente de vital importancia para la región, la cual necesita recursos significativos para enfrentar los impactos señalados anteriormente. El Plan de Acción de Bali (PAB) estableció que la cooperación internacional se debería enfocar especialmente en los países menos adelantados y los pequeños estados insulares, teniendo en cuenta además las necesidades de los países de África afectados por sequías, desertificación e inundaciones. En ese sentido,  es necesario revisar la estrategia de negociación de la región en este tema ya que en el PAB  no se reconoció la inmensa vulnerabilidad de varias zonas en Latinoamérica.

Al respecto, se puede mencionar que dos de los tres ecosistemas más vulnerables en el mundo están en la región. Los corales y ecosistemas de alta montaña (el tercer ecosistema corresponde a los casquetes polares) son vitales por su provisión de servicios ambientales y para el desarrollo. Además los corales son los ecosistemas marinos de mayor diversidad biológica, conteniendo los criaderos de aproximadamente el 65% de las especies de peces de la región latinoamericana, lo que implica que cualquier acción a favor de la conservación de este ecosistema redundará en una mayor protección de industrias como la pesquera.

Igualmente, los ecosistemas de alta montaña están sufriendo los impactos del cambio climático. Los glaciares en los Andes tropicales de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia han disminuido su área por fenómenos relacionados con el cambio climático, como el cambio de temperatura y humedad. Esta situación no sólo implica problemas estéticos al reducirse la posibilidad de ver estos picos nevados en el futuro ya que su desaparición tendría consecuencias económicas significativas especialmente por la disponibilidad de agua y energía. Al respecto, el Banco Mundial señala que millones de personas enfrentarían una grave escasez de agua hacia el año 2020. Sobre el tema de energía, hay que tener en cuenta que el 73% de la energía eléctrica en la zona Andina es generada por centrales hidroeléctricas que en muchos casos dependen del agua proveniente de las montañas.

Hacia la eficiencia energética

En la región se tiene la visión de que la matriz energética es limpia porque depende principalmente de centrales hidráulicas y no térmicas. No obstante, en Brasil, se ha dado un debate respecto al verdadero impacto de las centrales hidroeléctricas y algunas investigaciones han encontrado que, bajo algunas condiciones, en grandes represas las emisiones de GEI debidas a la generación de metano pueden incluso ser superiores a las que se hubieran generado si se hubieran instalado termoeléctricas[3].

Más allá de este interesante debate, es importante reconocer que la dependencia tan fuerte en una fuente de generación de energía hace a la región muy vulnerable. Además de los impactos descritos en los párrafos anteriores, relacionados con el cambio climático, se espera que éste perturbe fenómenos como El Niño, lo que produciría rigurosas restricciones en la disponibilidad del recurso hídrico. Adicionalmente, en casos como el de Colombia, la medida que se adopta cuando hay escasez hídrica es generar energía eléctrica por medio de centrales térmicas, como se ha visto en la reciente temporada seca de 2009 relacionada precisamente con el fenómeno de El Niño.

Es por esta razón que los países latinoamericanos deberían priorizar en su agenda de negociación lo correspondiente a la mitigación de sus emisiones de GEI con proyectos de eficiencia energética y energías renovables. Instrumentos como el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) han demostrado una enorme inequidad y sólo cuatro países (China, India, Brasil y México) tienen el 73% de los proyectos. Por lo tanto, la región debe proponer alternativas que permitan que los países puedan acceder de forma más equitativa a este tipo de mecanismos que se planteen para un nuevo período de cumplimiento y puedan transitar hacia una senda de desarrollo de bajo carbono.

Cambio climático y desarrollo sostenible

Los países latinoamericanos no deben enfocarse únicamente en estas negociaciones, o en el apoyo internacional, para buscar recursos para desarrollarse más sosteniblemente. Estos países deben tomar una decisión política acorde con el nuevo entorno que el cambio climático está presentando. Por ejemplo, Corea del Sur, ha planteado una nueva visión de desarrollo para los próximos 60 años que se fundamenta en una economía con baja utilización de carbono, proponiendo así un nuevo motor de crecimiento a partir de energías más limpias.

Más cercano es el ejemplo de Costa Rica, país que adquirió el compromiso de ser neutral en carbono. Esta decisión es una continuación de políticas tomadas desde la década del noventa, como el Programa Nacional de Pago por Servicios Ambientales (PSA) que se financia con el 3,5% de los ingresos obtenidos por el impuesto a los combustibles fósiles (alrededor de US$ 10 millones al año). Gracias a este tipo de decisiones políticas con una visión de largo plazo, el país pasó de tener una de las tasas de deforestación más altas en el mundo a tener tasas netas de deforestación negativas. Hoy en día Costa Rica es reconocida internacionalmente como un ejemplo de preservación de los bosques, lo que ha convertido a este país centroamericano en uno de los principales destinos para el turismo, especialmente el natural, ubicándose en el puesto número 42 del Índice de Competitividad de Viajes y Turismo, y ocupando el primer lugar entre los países latinoamericanos.

Por el otro lado, países como Bolivia, Venezuela y Colombia han sustentado su crecimiento en la extracción de combustibles fósiles, al parecer, sin considerar las nuevas tendencias de consumo que se están desarrollando en el ámbito internacional que son motivados por los impactos del cambio climático. Mercados como el europeo (que recientemente presentó su paquete 20-20-20 que significa reducción de emisiones en un 20% e incremento en el uso de energías renovables en un 20% para 2020), el estadounidense (que tiene una nueva política de cambio climático con la administración de Obama y se está discutiendo una nueva legislación sobre el tema) e incluso el asiático (con el nuevo gobierno Japón incrementó sus compromisos de reducción y China tiene una ley sobre energía renovable desde 2006, además de un nuevo plan de desarrollo con renovables) puede que en el futuro no demanden de la forma esperada recursos no renovables de los que dependen actualmente.

El cambio climático plantea un escenario donde productos como el carbón y el petróleo van a dejar de ser la mejor alternativa y hay que buscar otras que aprovechen las ventajas que los países de la región tienen para desarrollarse con una menor huella de carbono y que permitan adaptarse mejor a los impactos del cambio climático. En varios países el desarrollo de energías alternativas y el aprovechamiento de la riqueza en bosques, biodiversidad y servicios ambientales que los ecosistemas prestan pueden ser precisamente las opciones que permitirán aprovechar las ventajas competitivas y comparativas que tiene la región.

[*] Oficial de Cambio Climático y Servicios Ambientales de WWF Colombia (jsabogal@wwf.org.co). Los puntos de vista presentados en este documento son personales y no necesariamente representan la posición oficial de la organización.

[2] De la Torre A., Fajnzylber P. & Nash J. (2009). Desarrollo Con Menos Carbono: Respuestas Latinoamericanas al Desafío del Cambio Climático. Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento / Banco Mundial. Washington, D.C.

[3] Dos Santos M. A., Pinguelli Rosa L., Sikard B., Sikarb E., dos Santos E. O. (2006). Gross Greenhouse Gas Fluxes from Hydro-Power Reservoir Compared to Thermo-Power Plants. Energy Policy, Vol. 34: 481 – 488.

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