Nota publicada el 24 de julio de 2020, en el sitio web: es.mongabay.com
- El biólogo argentino Matías Mastrángelo ha investigado las relaciones entre los productores y su entorno ambiental en el Chaco Seco de Argentina, y ha encontrado consecuencias directas entre sus conductas y la deforestación.
- El científico señala que al conocer los valores de los actores en el campo se pueden ejecutar políticas públicas acertadas, pero también mejorar la gobernanza de las comunidades en una de las zonas más deforestadas del planeta.
Antes de graduarse como biólogo en la Universidad Nacional de Mar del Plata, Matías Mastrángelo ya tenía acumulados varios kilómetros y horas de trabajo en las áreas protegidas de Argentina. Había incursionado en diversos parques nacionales de la región del Chaco, a veces como voluntario de organismos ambientales, otras como viajero mochilero. “Incluso quise ser guardaparque”, confiesa.
Esas vivencias, combinadas con su formación profesional, afirmaron su apego a la causa ambiental. Acercarse tempranamente a las problemáticas del Gran Chaco orientó sus intereses de investigación. En 2010, cuando estudiaba un doctorado en Biología de la Conservación en la Universidad de Wellington, en Nueva Zelanda, se concentró en el impacto de la producción ganadera en la diversidad de las aves del Chaco árido de la provincia de Salta. “Fue un momento en el que se registraron altas tasas de deforestación. El problema era candente”, manifiesta.
Aunque el enfoque biológico era lo principal en la investigación, hubo otro componente, el social, que empezó a tomar fuerza con los años. Así, Mastrángelo empezó a detectar y comprender las razones por las que los productores intensifican el uso de suelo y reemplazan componentes del bosque.
Mastrángelo sigue desarrollando estas investigaciones desde el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y es miembro del Grupo de Estudio de Agroecosistemas y Paisajes Rurales, que pertenece a la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata. ¿El tema principal en sus estudios en el Chaco Seco? El factor humano.
¿Por qué el Gran Chaco llegó a ser una de las regiones más deforestadas a nivel global?
Hay una combinación de factores. Hasta los años 70 era una región habitada por comunidades campesinas, indígenas, que hacían un uso de muy baja intensidad, manteniendo la cobertura boscosa. Los campesinos hacían ganadería, los indígenas cazando, recolectando, extrayendo madera. Eso generaba degradación, pero en ningún momento implicaba el reemplazo del bosque por otro tipo de ecosistema. Fue en la década de los 80 cuando esta región se vuelve atractiva para productores de las provincias vecinas, quienes con el boom de las ‘commodities’ generan excedentes económicos que los reinvierten en tierras del Gran Chaco. Se mueven a Santiago del Estero, Chaco, Salta, Formosa y compran tierras muy baratas. En los 90 aparecen tecnologías que permitían hacer agricultura de secano, es decir sin riego, en zonas subhúmedas o semiáridas. Así, los productores se ven atraídos por la posibilidad de tener ya no cientos, sino miles de hectáreas en una zona fértil. Ese proceso se da sin ningún tipo de regulación de los gobiernos provinciales.
La agricultura se expande a tal punto que el Chaco se convierte en un punto caliente de deforestación a nivel global. Solo la zona semiárida, que comprende la provincia de Santiago del Estero, ha tenido tasas de deforestación del 3 % frente a medias globales que son del 0,2 % o nacionales del 0,5 %. Es solo comparable con lo que pasa en la Amazonía o Indonesia.
Dentro del Chaco se registran casos de deforestación en áreas protegidas. ¿Cuáles son las trabas que dificultan la supervisión de las normativas?
Quienes tienen la responsabilidad de controlar que las leyes se cumplan, muchas veces tienen el mismo interés que los productores, expandir la frontera agropecuaria. Me estoy refiriendo a los organismos públicos en las provincias. Existe una alianza privado-pública que hace que no haya un control efectivo del cumplimiento de las leyes.
¿El Chaco argentino también sufrió durante la pandemia?
La deforestación se aceleró. Al relajarse los controles, hubo mayor deforestación ilegal. La extracción de madera continuó, los camiones y las topadoras no pararon. Al haber menos gente en el campo hubo mayor libertad para violar la ley.
Ya que hablamos de conductas, ¿el cambio generacional de los actores podría modificar la realidad del Chaco?
Vemos distintas tendencias. Por un lado, el cambio generacional en actores locales (familias de campesinos, poblaciones indígenas) no es positivo para la conservación porque por más que mantienen los valores de sus antepasados, tienen una tendencia a migrar del campo a la ciudad. Cuando se mueren los padres, suelen abandonar las tierras. Entre los productores más capitalizados, medianos o grandes, el cambio generacional puede ser más positivo. Hay una tendencia global a que incorporen los valores ambientales con mayor prominencia que las generaciones anteriores.
Estudiar la conducta humana
¿Por qué atender las conductas humanas al estudiar los problemas ambientales del Gran Chaco?
Los que trabajamos en conservación vimos que no alcanza con investigar qué pasa con las especies, las plantas, los animales, la biodiversidad. Son las decisiones y valores humanos los que generan los problemas de conservación y la deforestación. En Nueva Zelanda trabajé con psicólogos ambientales, quienes me orientaron a trabajar ese enfoque. Es urgente comprender cómo toman decisiones los productores, ya que son, en última instancia, los que determinan qué pasa con la biodiversidad.
¿Los valores que mueven las decisiones son los mismos en productores grandes como en los pequeños?
Más allá de diferencias como el capital económico, miramos los factores psicosociales, por ejemplo, cómo valoran la naturaleza. Aquellos productores que tienen mayor intención de conservar lo hacen porque tienen una mayor conexión con el bosque y forman parte de grupos sociales donde deforestar está moralmente mal visto. Mientras que, en otros espacios, sobre todo los productores que vienen de otras provincias, deforestar no está sancionado. Más bien hay una recompensa al deforestar más hectáreas, tener mayor cantidad de vacas o mejor rendimiento de soja. Son productores cuya identidad está asociada al aumento de la productividad y eso es lo más difícil de cambiar.
¿Qué herramientas de las ciencias sociales han aplicado?
Categorías conceptuales como la valoración de la naturaleza y la percepción del ambiente. Después ampliamos para ver qué vínculos tienen esos productores con otros actores de la región, con qué funcionarios, empresarios, cómo se relacionan a lo largo de la cadena agroindustrial. Esto ayuda a entender cómo surgen las decisiones de avanzar con la deforestación. También es importante la procedencia. Muchos de los responsables de la deforestación en el Chaco fueron productores de la región pampeana que migraron, adquirieron tierras y deforestaron. Eso tiene que ver con su visión de desarrollo. Para ellos, el desarrollo significa un campo sin árboles, y en el Chaco, en un ecosistema boscoso, esa visión es sinónimo de desmontar.
¿Qué pasa con las percepciones y valores de las poblaciones locales?
También están incluidas. Nuestra intención es trabajar a nivel territorial, con todos los actores. Queremos añadir a todo el espectro para entender qué pasa en el territorio. Trabajando con productores familiares, campesinos, encontramos que sus posibilidades de permanecer y ejercer un control sobre el territorio, conservando el bosque, están sumamente limitadas por la imposibilidad de acceder a títulos de propiedad. En el mejor de los casos tienen un título de poseedor de la tierra, que les otorga ciertos derechos, pero no todos. Eso los hace muy vulnerables frente a la llegada de productores más capitalizados, que muy fácilmente los pueden desplazar al comprarles esas posesiones a bajo precio o sacarlos violentamente.
La naturaleza de las investigaciones supone una aproximación cercana a los actores. ¿Existen desencuentros durante el trabajo de campo?
Sí, hasta riesgos a la integridad física. Desde que entré al Chaco salteño, una zona muy remota, difícil de andar, valoro el trabajo de campo. Ciertos actores pueden ser violentos ya que hay muchos intereses en juego. Gran parte de su actividad se basa en ser invisibles, ese secretismo es importante para ellos. Que haya un extraño merodeando, aunque sea un investigador científico, les resulta una amenaza.
Impacto en la cotidianidad
Dentro de las tensiones que se generan en el Chaco Seco, donde bienestar humano, conservación ambiental y productividad van por caminos separados, ¿cómo se explica la calidad de vida?
Esta no solo pasa por lo económico, sino que tiene que ver con las relaciones de un grupo social con la naturaleza. Es necesario un abordaje que mire las tres dimensiones de la sustentabilidad (la ambiental, la social y la económica) para armar propuestas de estrategias productivas balanceadas. Los servicios ecosistémicos nos sirven mucho en este camino, nos permite evaluar cómo un cambio en los ecosistemas, una degradación de un bosque, tiene impactos sobre la calidad de vida de las personas, sobre todo en los grupos sociales más vulnerables.
¿Cómo se miden esos impactos?
Por ejemplo, puede impedirles acceder al forraje para el ganado o a los frutos y la miel del monte. El enfoque de los servicios ecosistémicos lo venimos aplicando en el Chaco en distintos momentos. Este concepto nos ha permitido comunicar nuestro mensaje de una forma más efectiva. Después de muchos talleres y charlas, los actores ya lo han incorporado en su lenguaje, usándolo para defender sus intereses.
¿Los resultados de estas investigaciones podrían servir para la formulación de mejores políticas ambientales?
Esa es la intención. No solo para crear políticas desde el Estado, sino también apuntamos a fortalecer las estrategias de lucha de muchos grupos campesinos, indígenas, ONG, entre otros colectivos que luchan por la conservación del bosque. Además, hemos realizado investigaciones orientadas a satisfacer demandas propias de la Dirección Nacional de Bosques.
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