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Los nuevos dueños de la tierra

Inversionistas corporativos encabezan la carrera por controlar tierras agrícolas en el extranjero. La realidad es que aunque los gobiernos facilitan los acuerdos, las empresas privadas obtienen el control de la tierra. Y sus intereses, simplemente, no son los mismos que los de los gobiernos (…) Los inversionistas privados no se interesan por la agricultura para resolver el hambre mundial o eliminar la pobreza rural. Quieren ganancias. Y el mundo ha cambiado a modos que hacen posible obtener mucho dinero de las tierras agrícolas.

Revista Biodiversidad
www.grain.org

A mucha gente no le queda claro que los actores principales en el actual proceso de acaparamiento de tierras para producir alimentos de exportación no son los países o los gobiernos, sino las corporaciones. Demasiada atención se le presta a la participación de los Estados, como Arabia Saudita, China o Corea del Sur. La realidad es que aunque los gobiernos facilitan los acuerdos, las empresas privadas obtienen el control de la tierra. Y sus intereses, simplemente, no son los mismos que los de los gobiernos.

Tomemos un ejemplo. En agosto de 2009, el gobierno de Mauricio, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, consiguió rentar a largo plazo 20 mil hectáreas de buena tierra agrícola en Mozambique donde se producirá arroz para el mercado mauriciano. Se trata de una dislocación de la producción agrícola, pero no es el gobierno de Mauricio, en nombre del pueblo mauriciano, quien va a explotar la tierra y embarcar el arroz al país. El Ministerio de Agroindustria inmediatamente subarrendó la tierra a dos corporaciones: una de Singapur (ansiosa de desarrollar mercados para sus semillas patentadas de arroz híbrido en África) y otra de Swazilandia (especializada en la producción ganadera, e involucrada en los agrocombustibles en el sur de África). Éste es el modo típico de operar, por lo que no debe cegarnos la participación de los Estados. A fin de cuentas lo decisivo será lo que quieran las corporaciones, que cuentan con un arsenal de instrumentos legales, financieros y políticos para imponerse.

Más aún, existe una tendencia a suponer que el interés del sector privado en el acaparamiento mundial de tierras corresponde a las tradicionales empresas con agronegocios o plantaciones, como Unilever o Dole, en una ampliación simple del antiguo modelo de agricultura por contrato. Pero es la industria financiera más poderosa, con muy poca o nada de experiencia en agricultura, la que emerge como actor corporativo decisivo. Tanto que la misma frase “invertir en agricultura”, mantra actual de los burócratas del desarrollo, no debe entenderse automáticamente como financiamiento público. Cada vez más, se convierte en el negocio de los grandes negocios.

El papel del capital financiero. Intentamos mirar con mayor detalle quiénes son realmente los inversionistas del sector privado que hoy acaparan tierras de cultivo a nivel mundial para producir alimentos en el extranjero. Y el papel del capital financiero (empresas y fondos de inversión) es muy significativo. Por tanto, hemos construido una tabla para mostrar la situación. Allí se muestran algunas estructuras de inversión en América Latina, la mayoría de ellas de reciente creación que, tras la crisis financiera, están ocupadas adquiriendo tierras de cultivo en el extranjero. El capital comprometido, ya sea materializado o en prospecto, asciende a miles de millones de dólares. Sólo es una muestra de los tipos de empresas o instrumentos utilizan y los niveles de inversión que buscan lograr.

Los inversionistas privados no se interesan por la agricultura para resolver el hambre mundial o eliminar la pobreza rural. Quieren ganancias. Y el mundo ha cambiado a modos que hacen posible obtener mucho dinero de las tierras agrícolas. Desde la perspectiva de los inversionistas, las crecientes necesidades alimentarias mundiales garantizan precios altos y proporcionan una base sólida para resarcir las inversiones de quienes controlan los recursos necesarios. Y esa base de recursos, especialmente la tierra y el agua, enfrenta cada vez más problemas. Tras la crisis financiera, las llamadas inversiones alternativas, en infraestructura o tierras agrícolas, están haciendo furor. Las tierras de cultivo en sí mismas se promocionan como cobertura contra la inflación. Dado que su valor no sufre variaciones según lo hacen otros activos, tales como el oro o las monedas, permite que los inversionistas diversifiquen sus portafolios.

Pero no se trata sólo de la tierra, se trata de la producción. Los inversionistas están convencidos que pueden ir a África, Asia, América Latina y al antiguo bloque soviético a consolidar consorcios, inyectar una mezcla de tecnología, capital y habilidades gerenciales, montar las infraestructuras y transformar las fincas sub-explotadas en operaciones agroindustriales de gran escala. En muchos casos, el objetivo es generar ingresos por la producción y por la tierra misma, cuyo valor esperan que suba. Es una versión totalmente empresarial de la Revolución Verde y sus ambiciones son grandes. “Mi jefe quiere crear el primer Exxon Mobil del sector agrícola”, dijo Joseph Carvin de Altima Partners’ One World Agriculture Fund en un encuentro de inversionistas mundiales, realizado en Nueva York, en junio de 2009. No es de extrañar, entonces, que los gobiernos, el Banco Mundial y Naciones Unidas quieran asociarse. Pero ellos no son los actores principales.

De ricos a más ricos. Los nuevos propietarios agrícolas que emergen hoy son gestores de fondos de capital privados, operadores de fondos especializados en tierras agrícolas, fondos de cobertura, fondos de pensiones, grandes bancos y similares. El ritmo y extensión de su apetito es notable —pero no es sorprendente, dada la presión por recobrarse de la crisis financiera. Si bien no existe información de muchas fuentes, miles de millones de dólares se destinan a adquirir tierras con proyectos “de dinero fácil”. Y algunos de estos dólares provienen de fondos de retiro acumulados a través de años de trabajo por parte de profesores, funcionarios civiles y obreros de países como Estados Unidos y el Reino Unido. Esto significa que un montón de ciudadanos corrientes tienen una participación financiera en esta tendencia, estén o no conscientes de ello.

Significa que se está formando una nueva y poderosa fuerza de cabildeo empresarial, que quiere condiciones favorables para facilitar y proteger sus inversiones en tierras agrícolas. Quieren suprimir leyes molestas que impiden la propiedad extranjera sobre la tierra, hacer a un lado las restricciones locales sobre la exportación de alimentos y evadir cualquier regulación sobre organismos genéticamente modificados. Es seguro que  trabajarán con sus gobiernos y varios bancos de desarrollo, para instalar sus agendas por el mundo mediante tratados de libre comercio, tratados bilaterales de inversión y financiamientos condicionados.

Es cierto que el acaparamiento mundial de tierras se realiza cuando varios gobiernos, del Norte y el Sur, están ansiosos de apoyar la expansión de sus propias corporaciones transnacionales de alimentos y agronegocios como la principal respuesta a la crisis alimentaria. Los acuerdos y programas que promueven apuntan a la reestructuración y expansión del sistema alimentario industrial, con base en monocultivos intensivos de gran escala, y grandes capitales destinados a los mercados de exportación. Aunque esto pueda sonar conocido, se levantará la infraestructura necesaria para implantar el modelo (algo que la Revolución Verde nunca hizo), impulsar nuevas formas de financiamiento y dar mayor importancia al creciente protagonismo de corporaciones y magnates del Sur. Las transnacionales de Estados Unidos y Europa, como Cargill, Tyson, Danone y Nestlé, que alguna vez llevaron la voz cantante, están quedando a la par con conglomerados emergentes como cofco, Olam, Savola, Almarai y JBS. Un informe reciente de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (unctad) señaló que un sólido 40% de todas las fusiones y adquisiciones en el área de producción agrícola durante el año pasado fueron Sur–Sur. Para hacerlo gráfico, la industria alimentaria del mañana en África será dirigida mayoritariamente por capitales brasileños, chinos y del Golfo Arábico.

Exportando inseguridad alimentaria. Dado el enorme peso del sector privado en el actual acaparamiento de tierras, es claro que estas empresas no se interesan en una agricultura que nos brinde soberanía alimentaria. Y cuando el hambre aumenta más rápido que la población, es muy probable que tampoco hagan mucho por la seguridad alimentaria. Un líder campesino de Synérgie Paysanne en Benin, ve estos acaparamientos de tierras. fundamentalmente, como “exportación de inseguridad alimentaria”, ya que dicen darle respuesta a las necesidades de algunas personas —ya sea maíz o dinero— quitándole los recursos de producción alimentaria a otras.

Tiene razón. En la mayoría de los casos, estos inversionistas no tienen gran experiencia en la administración de fincas y están destinados, tal como lo observó el coordinador de masipag en Filipinas a llegar, agotar la vida y los nutrientes del suelo mediante la agricultura intensiva, retirarse al cabo de algunos años y dejar a las comunidades locales con “un desierto”.

Si no fuera francamente peligrosa, resultaría meramente curiosa esta preocupación por canalizar la repentina marea de dólares y dirhams a una agenda que dice querer resolver la crisis alimentaria mundial. De Naciones Unidas en Nueva York a los pasillos de las capitales europeas, todos hablan de lograr acuerdos en que “ambas partes ganen”. Lo único que se necesita, nos dicen, es ponerse de acuerdo en unos pocos parámetros para darle un carácter moral y disciplinar estos acaparamientos de tierra, de forma que realmente estén al servicio de las comunidades locales sin asustar y alejar a los inversionistas. El Banco Mundial incluso quiere crear un esquema de certificación mundial y una oficina de auditoría para lo que podría convertirse en un “acaparamiento sustentable de tierras”, en la misma línea de lo que se ha hecho con la palma aceitera, la silvicultura u otras industrias extractivas.

Antes de subirse al carro del esquema en que “ambas partes ganan”,  sería prudente preguntarse: “Con quién, quiénes son los inversionistas, Cuáles son sus intereses”. Es difícil creer, con tanto dinero en juego, con tanta experiencia social acumulada sobre las concesiones y conversiones masivas de tierras, ya sea en minería o plantaciones, y considerando el papel central de la industria financiera y de agronegocios en este asunto, que estos inversionistas quieran repentinamente jugar limpio. Es difícil creer que los gobiernos y agencias internacionales puedan repentinamente ser capaces de controlarlos y exigirles cuentas.

Hacer que estas inversiones funcionen, simplemente no es el punto de partida correcto. Apoyar los esfuerzos de los pequeños agricultores y campesinos por lograr una soberanía alimentaria real, sí lo es. Son dos agendas políticas muy polarizadas. Sería un grave error suponer que apuntan a lo mismo. Es crucial mirar con más detalle quiénes son los inversionistas y qué es lo que realmente desean. Y es más importante buscar soluciones fundamentadas a la crisis.

Los nuevos dueños de la tierra en América Latina

Instru-mento de inversión

Sede legal

Tipo

Inver-sionistas

Detalles

Calyx Agro Argentina Fondo especia-lizado Louis Dreyfus (Francia), aig (eua) Louis Dreyfus, uno de los comerciantes de granos más importantes del mundo. Estableció Calyx Agro en 2007 como fondo para adquirir tierras agrícolas en América Latina. Louis Dreyfus Commodities posee hoy 60 mil hectáreas de tierras agrícolas en Brasil, para las que destinó 120 millones de dólares En 2008, aig invirtió 65 millones de dólares en este fondo cuyo objetivo es identificar, adquirir, desarrollar, reconvertir y vender tierras agrícolas en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.
GreenGold Investment Argentina Fondo especia-lizado Fondos de Autoinversión
de Pensiones
del Reino Unido
Fundada en 2007 por la empresa accionaria Food Water & Energy Company de Argentina, para vender participaciones en una hacienda de 60 mil hectáreas que administra. Recaudó más de 10 millones de libras esterlinas entre inversionistas privados. Creó un esquema de inversión similar de 60 mil hectáreas, llamada scs Farmland. Las ganancias proyectadas son de 66% si la inversión se mantiene por 5 años y 160% si se mantiene por 10 años.
Peckwater Argentina Fondo especia-lizado Hinton (Argentina) Fondo creado por Hinton, una conpañía de servicios de gestión agrícola, para comprar propiedades agrícolas en Argentina.
International Farmland Holdings / Adeco Agropecuaria EUA/
Argentina
Empresa de inversiones George Soros (eua), Pampa Capital Management (Reino Unido), Halderman (eua) Compañía de inversión agrícola creada por Alejandro Quentin y Soros Fund Management. Invirtió más de 600 millones de dólares en adquirir 263 mil hectáreas de tierras agrícolas en Argentina, Brasil y Uruguay.
BrasilAgro Brasil Empresa de inversiones Cresud (Argentina), Tarpon Investment Group (Bermuda), Cyrela Brazil Realty (Brasil), Elie Horn (Brasil) Se fundó en 2006. Su objetivo es replicar en Brasil el modelo Cresud de inversión en agricultura. Para 2009, había adquirido más de 165 mil hectáreas de tierras agrícolas en ese país, para producir cereales y ganado. Elie Horn, uno de los tres inversionistas fundadores, fue número 618 en la lista Forbes de “Billionarios mundiales 2007”. Cyrela Brazil Realty, de la cual Horn es Director Ejecutivo, es la empresa inmobiliaria residencial más grande de Brasil.
Cresud Argentina Empresa de inversiones Empresa de bienes raíces especializada en comprar y vender propiedades agrícolas o en hacerlas producir (soya, maíz, trigo, maravilla [girasol], carne y leche). Controla unas 400 mil hectáreas en Argentina, con un valor de 350 millones de dólares y, unas 88 mil cabezas de ganado. Es uno de los mayores propietarios agrícolas del país. En Brasil, es dueño de casi el 15% de Brasil-Agro, firma especializada en desarrollo de propiedades agrícolas. Cresud estudia invertir en tierras agrícolas en Paraguay, Bolivia y Uruguay. Según la compañía, “Sudamérica es una de las regiones con el suministro de agua dulce más abundante, la que puede ser exportada a otros mercados en la forma de productos agrícolas”. En 2008, Cresud adquirió 20 mil hectáreas de tierras en Paraguay, con la opción de aumentarlas a 50 mil hectáreas. Adquirió 7600 hectáreas en Bolivia por 17.5 millones de dólares.
Hillock Capital Management Argentina Empresa de inversiones Sirve a los inversionistas como puerta de entrada al sector de agronegocios de Sudamérica. Ofrece proyectos a la medida, a personas, fondos, instituciones financieras y bancos. Maneja 36 mil hectáreas de propiedades agrícolas en Argentina y Uruguay.
Grupo Iowa US/Brasil Empresa productiva y de inversión Fue fundado en 2004 para adquirir y operar propiedades agrícolas en Brasil. En 2007, tenía más de 9 mil hectáreas en producción. En enero del 2008, expandió su patrimonio por 50 millones de dólares con los aportes de dos instituciones por 25 millones de dólares, cada una. El grupo se dedica al algodón, soya y maíz y tiene una relación estratégica con Cargill Cotton.
Cazenave (CASA) Argentina Empresa productiva y de inversión Glencore (Suiza) Fue una de las primeras compañías en ofrecer fondos accionarios abiertos al público para invertir y explotar propiedades agrícolas en Argentina. Con varios de sus fondos, se explotan unas 800 mil hectáreas. Selecciona y maneja propiedades agrícolas para empresas,  y maneja 13500 hectáreas para Glencore, uno de los mayores comerciantes mundiales en materias primas y productos agrícolas, CASA inició la adquisición de propiedades agrícolas y la explotación agrícola en otros países de América Latina, incluidos Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay.
El Tejar Argentina Empresa productiva y de inversión Altima (eua) Empresa especializada en adquirir propiedades agrícolas y en proveer gestión agrícola a los inversionistas del agro. En 2007, Altima coordinó una inversión de 50 millones de dólares en la compañía, otorgándole 23.5% de sus acciones. En 2009, inversionistas europeos y estadounidenses invirtieron 150 millones de dólares, por un 17.5% de la compañía. Antes de 2006, El Tejar cultivaba tierras arrendadas o en poder de otros. Con la inversión foránea, El Tejar empezó a adquirir tierras agrícolas y ahora es propietario de tierras en Argentina, Brasil, Uruguay y Bolivia.

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