Entrevista a Mercedes Lizarralde de Grosso. Taxónoma y entomóloga, la científica advierte que en la provincia falta definir las áreas de conservación que prevé la Ley de Bosques, “mientras nuestro bosque está prácticamente desapareciendo”, dice. Afirma que el resurgimiento del dengue es producto del cambio climático.
Fuente: La Gaceta de Tucumán
Un intenso olor a naftalina golpea a los que no están habituados a caminar por los pasillos del Instituto Miguel Lillo, como si allí funcionase un inmenso depósito de ropa de invierno. Pero no: los armarios y ficheros atesoran antiguas colecciones de insectos que las bolitas blancas ayudan a preservar. En la oficina 307, la docente universitaria e investigadora Mercedes Lizarralde de Grosso (a quien todo el mundo llama “Ticky”) despacha un asunto tras otro sin dilación. El Lillo está desierto como consecuencia de las vacaciones. Lizarralde, mujer de sonrisa recurrente, interrumpe su ciencia para enfrascarse en la conversación. Afirma con prudencia: “en Tucumán se ha hecho más bien poco para reducir la pérdida de la biodiversidad. La Provincia aún no ha definido las áreas de conservación previstas en la Ley de Bosques sancionada en 2007. Mientras, nuestro bosque está prácticamente desapareciendo”.
El deseo de impedir la extinción de la flora y la fauna siempre choca contra el muro de los intereses creados. Lizarralde explica que las leyes y reglamentos que intentan resguardar la naturaleza son de ejecución compleja, porque se enfrentan al desarrollo humano. “Es muy difícil llegar a un equilibrio”, advierte la bióloga, que, además, denuncia: “hay mucha gente formada para la producción que no tiene una educación adecuada en materia de conservación: sin una formación en sustentabilidad no puede haber conciencia sobre la necesidad de un desarrollo que no afecte tanto al medioambiente. Por ello se supone que es el Estado el que debe manejar políticamente el tema”.
La profesora propone como ejemplos de sustentabilidad la rotación de los cultivos y la diligencia debida en la introducción de especies exóticas.
El resultado magro de la reciente Cumbre de Copenhague (los países no lograron un acuerdo que reemplace el Protocolo de Kyoto sobre emisiones de gases con efecto invernadero) es un mal comienzo para el Año Internacional de la Biodiversidad, según la investigadora. “Las naciones del hemisferio norte llevan muchísimos años depredando la naturaleza y no quieren sacrificar sus altos niveles de confort”, afirma la experta. Y regresa al principio de la sustentabilidad: “hasta el turismo puede ser contraproducente si no observa una política ambiental adecuada. Tilcara, por ejemplo, da ganas de llorar: ¡es un basural! La Declaración de Patrimonio de la Humanidad no ayudó precisamente a la conservación de ese lugar”.
La científica, graduada en La Plata, Buenos Aires, se define a sí misma como taxónoma y entomóloga. Por lo primero se dedica a estudiar la clasificación, el descubrimiento y la descripción de las especies y sus relaciones. Por lo segundo, a los insectos. “Pero, además, me interesa la gestión”, admite con cierto nerviosismo. En virtud de esa inquietud participa en la Iniciativa Global de la Taxonomía, programa creado en el ámbito del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB, 1992) que, a su vez, promueve la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los países firmantes del CDB-193, incluida la Argentina, se habían propuesto alcanzar en 2010 una significativa mejora en la gestión de la biodiversidad como contribución al alivio de la pobreza y para beneficio de todas las formas de vida terrestre. Lizarralde es escéptica sobre el cumplimiento de ese objetivo ambiental en Tucumán. “No veo mucha diferencia entre esta gestión política y las anteriores. La acción del hombre va mucho más rápido que la de los gobiernos”, advierte.
Sólo es posible conservar aquello que se tiene efectivamente. La científica afirma que en la provincia, como en todo el mundo, faltan estudios de especies.
-¿Cuántos organismos quedan aún por conocer?
-En el presente hay alrededor de 1,2 millón de seres vivos descriptos, la mayoría de los cuales es insecto. Los expertos dicen que, en realidad, pueden quedar por descubrir varios millones de especies más; los más osados y exagerados calculan que existen 30 millones. Si no apuramos el estudio y la investigación de las especies desconocidas, estas pueden extinguirse antes de que se sepan sus funciones y valores. La información disponible no es suficiente para determinar, por ejemplo, si hay algún insecto que se encuentre en peligro de extinción en Tucumán.
-Pero existe la posibilidad de observar cambios ambientales susceptibles de afectar la flora y fauna nativas…
-No hace falta estar en un laboratorio para detectar el deterioro de la naturaleza tucumana. Hay temas que son muy evidentes, como la deforestación y la contaminación del río Salí.
-¿Por qué la conciencia ecológica vinculada con el reino animal está más desarrollada que la ligada a la flora y al paisaje?
-Tal vez por una cuestión de identidad del ser humano con la fauna o porque algunos animales son muy carismáticos. Por lo general se critica eso, que en las listas rojas de las organizaciones internacionales figuren siempre los mamíferos más atractivos, y queden afuera muchos insectos y vegetales que también corren peligro de extinción. Ahora hay una corriente de trabajo que intenta subsanar ese déficit, y los listados ya han comenzado a incorporar algunos tipos de mariposas y peces.
-Algunas especies se extinguen sin más y otras, como el Aedes aegypti, parecen invencibles…
-El resurgimiento del dengue es atribuible al cambio climático, que, a su vez, es uno de los factores que influye en la pérdida de la biodiversidad. El cambio climático produce alteraciones en el medio que repercuten en el tamaño y la distribución de las poblaciones de seres vivos. Pero el dengue reapareció a causa de la ausencia de prevención. A comienzos de la década de 1950 hubo un brote en la provincia de Buenos Aires que fue erradicado mediante una campaña excelente. Pero, con los años, el control se fue relajando. Son faltas en la gestión pública: necesitamos profesionales idóneos en los organismos técnicos y que los programas se mantengan en el tiempo.
-¿En qué medida es necesaria la sistematización?
– Es esencial. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación ha decidido organizar un banco digital que concentrará los datos de las colecciones biológicas de todo el país. Esos catálogos son muy valiosos porque, aunque parezca mentira, algunos contienen ejemplares de flora y fauna que ya no se ven en la naturaleza. Es decir, que en pocos años ha habido un deterioro enorme de la biodiversidad. En Argentina existen colecciones de 100 o 150 años de antigüedad. Son un reservorio de la variedad de especies.
Ese rol protagónico justifica el perfume a naftalina de los pasillos del Lillo. Toda precaución es poca cuando lo que está en juego es el inventario -inacabado- de la creación.
Mercedes Lizarralde de Grosso
Mercedes Lizarralde de Grosso tiene 63 años. Es profesora titular de Entomología de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) e investigadora del Conicet. Lizarralde, que dirige el Instituto Superior de Entomología y el doctorado en Biología (ambos de la UNT), está a cargo de la organización del primer Congreso Latinoamericano de Conservación de la Biodiversidad. Este está previsto para noviembre en Tucumán, en el contexto del Año Internacional de la Biodiversidad. La profesora participa en la Iniciativa Global de la Taxonomía y es miembro del consejo asesor del Sistema Nacional de Datos Biológicos.