Los ministros de Agricultura del Grupo de los 20 (G-20) resolvieron a fines de junio atacar el alto precio de los alimentos a través del aumento de la producción. Aún está por verse si los de Economía y las autoridades bancocentralistas tomarán las medidas solicitadas para “una mejor regulación y supervisión de los mercados financieros agrícolas”, de modo de atacar la especulación que está en la base de la carestía, observó Carlos Bedoya en su último análisis para Agenda Global. Lo que sigue es una síntesis de ese informe. El hambre nos espera.
Por Carlos Bedoya Fuente: Social Watch
Desde que en 2007-2008 empezó una fuerte presión al alza de los precios, la seguridad alimentaria del planeta ha sido puesta en cuestión. La población mundial llegará a 9.200 millones de personas en sólo diez años y las tierras destinadas a producir alimentos se reducen por muchos factores, entre otros, la oferta de biocombustibles.
Pero el debate no puede obviar uno de los grandes males de estos tiempos: la falta de regulación económica.
El alza se registra desde el periodo 2002-2003, cuando fondos de cobertura, bancos de inversión y otros especuladores elevaron su participación en los mercados mundiales de commodities e insumos agrícolas. Las fluctuaciones afectan a agricultores, países deficitarios de alimentos, países productores y, a fin de cuentas, a los casi mil millones de personas que se van a dormir con hambre.
La misma desregulación en los mercados de commodities —especie de casinos donde les da lo mismo si se lucra con oro, cobre o maíz— está en la base de la crisis económica que hace ya unos años azota al mundo y ha hecho que Europa y Estados Unidos estén parados.
Y como son los países industrializados los que actualmente se ven más afectados por las crisis financiera, fiscal y bancaria desatadas tras la caída de Lehman Brothers y otros bancos de inversión a fines de 2008, y a diferencia de lo sucedido en los años ochenta, en que había países pobres altamente endeudados (PPAE), ahora hablamos más bien de países ricos altamente endeudados (PRAE).
El G-8 quedó chico en legitimidad para asumir el liderazgo en la salida a la crisis. El G-20, que incluye también economías como la brasileña, la mexicana, la argentina y la china, ganó protagonismo en diciembre del 2008, cuando fue escenario de declaraciones como “abajo los paraísos fiscales” o “regulación o muerte” y comenzó a transitar por debates menos antisistémicos, como la necesidad de ajustar las cajas fiscales castigando a los trabajadores por los delincuentes de cuello blanco.
El G-20 recogió el debate de los precios de los alimentos, en especial porque el año pasado volvieron a dispararse y convocó para el 22 de junio en París a sus ministros de Agricultura en busca de cierta estabilidad y certeza.
En el centro está la discusión sobre si la especulación financiera es la causante de esta distorsión. Es decir, si la ley de la oferta y la demanda ha dejado paso a la “timba de casino” a la hora de fijar los precios. Siendo los grandes apostadores parte del poder económico mundial, es difícil que sea la representación política, que en gran medida responde a ese poder, la que acabe con la desregulación que marca la pauta en los mercados de commodities.
Hasta el día de hoy no existe ningún instrumento internacional que diga, por ejemplo, quienes pueden o no participar en estos mercados o qué mecanismos deben quedar fuera de la transacción de los alimentos, como los contratos a futuros o los derivados financieros.
La situación en América Latina
Argentina y Brasil fijaron posición en un taller sobre commodities realizado por el G-20 en Buenos Aires en mayo, donde además de expertos participaron los ministros de Agricultura. Ambos países, además de integrar el G-20, son grandes productores de alimentos, por lo que una subida de los precios internacionales afecta positivamente su caja fiscal.
En fin, los dos grandes países sudamericanos coincidieron en parte con la postura francesa de regular los mercados financieros donde se negocian los precios de los alimentos, en contraposición a la británica, que se niega a ello dada su alta participación en esos mercados. Claro que argentinos y brasileños, como otros proveedores de alimentos, no están a favor de una regulación fuerte, como la fijación de topes de precios propuesta por el presidente francés Nicolas Sarkozy.
Este taller fue el preámbulo para la reunión del 22 de junio en París, donde se programó discutir un plan de acción de cinco puntos: inversión en agricultura para aumentar la oferta; lograr transparencia en los mercados agrícolas con la provisión de mayor información, para que haya menos especulación; diseño de mecanismos de acción para sortear una crisis alimentaria; darle tratamiento a la volatilidad de los precios; y, finalmente, la regulación financiera.
Respuestas políticas
La Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y otras seis organizaciones multilaterales emitieron a principios de junio un informe titulado La volatilidad de los precios en los mercados de agrícolas y de alimentos: respuestas políticas.
En este documento recomendaron al G-20 que tuviera en cuenta la necesidad de mejorar la información y transparencia de los mercados de futuros y OTC (over the counter), y animar reglas apropiadas para evitar la especulación financiera. Incluso, fueron más allá y pidieron acabar con la desregulación de todos los mercados de commodities, incluyendo los no agrícolas. Asimismo, pidieron al G-20 que no apoyara al sector de biocombustibles, pues lo consideran otro factor del alza de los precios de alimentos, al reducir la tierra disponible para la agricultura.
El 21 de junio, un día antes de la reunión de los ministros de Agricultura del G-20, se publicó otro informe, esta vez elaborado por la OCDE y la FAO: Perspectivas de la agricultura 2011-2020. En el mismo se afirma que, en términos reales, los precios de los productos básicos serán en este periodo 20 por ciento mayores para los cereales y hasta 30 por ciento para las carnes, comparados con la última década.
Asimismo, se recalca que la mayor parte de los investigadores coinciden en que un nivel elevado de actividad especulativa en los mercados de futuros puede ampliar los movimientos de los precios a corto plazo.
Desde la sociedad civil mundial, Oxfam instó al G-20 a apostar por las reservas de alimentos, en la nota informativa Prepararse para las vacas flacas, en la que criticó duramente por “decepcionante” el borrador del comunicado que circuló antes de la reunión, donde los países miembros del grupo se comprometen a vigilar el suministro mundial de granos para impedir la especulación en los precios.
Los acuerdos
Finalmente, los ministros de Agricultura del G-20 acordaron en París un plan para incrementar la producción agrícola. El mismo contiene propuestas relacionadas con: a) nuevas tecnologías; b) acabar con las restricciones a la exportación de alimentos para programas de ayuda de las Naciones Unidas, y c) establecer un sistema de información del mercado agrícola para un intercambio voluntario de datos sobre producción, consumo y niveles de almacenamiento.
Además, se decidió crear un Foro de Respuesta Rápida para que funcionarios del área de agricultura puedan planear respuestas conjuntas a crisis alimentarias o invertir en la mejora de la producción y productividad de alimentos.
Si bien el foco no estuvo del todo centrado en la especulación financiera, prevaleciendo la posición de aumentar la producción sobre la de poner precios máximos a las materias primas agrícolas, a nivel declarativo ha habido un avance, pues en el comunicado final, el G-20 pide a los ministros de Economía y autoridades de los bancos centrales “tomar decisiones apropiadas para una mejor regulación y supervisión de los mercados financieros agrícolas”.
En palabras de la ministra alemana de Agricultura, Ilse Aigner, “los ministros están decididos a crear mayor transparencia en los mercados internacionales, para limitar el mal uso y la manipulación de los precios de las materias primas”.
Ver para creer.