En Pampa del Indio, Chaco, la comunidad qom denunció a la estancia Don Panos, propiedad de Eurnekian. Desde allí sostienen que parte una avioneta fumigadora que esparce agrotóxicos que luego caen sobre el terreno lindante, donde viven familias enteras.
Por Dario Aranda
Diario Página 12
Mediodía en el campo chaqueño. El sol es impiadoso y las familias buscan refugio bajo los árboles. La brisa caliente arremolina la tierra y la pega de inmediato en la piel transpirada. “Hoy está lindo, no debe llegar a los 40 (grados)”, sonríe Juan Capra, de la comunidad qom, papá de siete niños, trabajador a destajo y, según denuncia, afectado por agroquímicos. “El viento viene con el veneno.” Es la primera descripción que hace Capra, al igual que otros indígenas de Pampa del Indio, cuando habla de las fumigaciones que le arruinan las cosechas, matan animales, contaminan fuentes de agua y enferman a sus familias. Realizaron denuncias ante la comisaría local, la Fiscalía de Investigaciones, el gobierno provincial y ante la Cámara de Diputados de la provincia. Pero no hubo respuesta. Enfrente tienen a uno de los mayores terratenientes del Chaco, Eduardo Eurnekian, dueño de la estancia Don Panos, que forma parte de la Corporación Unitec Agro. Desde la empresa rechazan las acusaciones y afirman que su prioridad es el cuidado del ambiente.
Algodón, maíz, poroto, sandía. Era lo que habían sembrado los Capra en las 25 hectáreas que comparten con otras tres familias. Lo obtenido iba a ser destinado para autoconsumo. “Mire usted, todo quemado, todo arruinado”, lamenta y muestra el sembradío, lindante al alambrado de Don Panos, finca de 96 mil hectáreas, mitad en Chaco, mitad en Formosa. Apunta a una avioneta amarilla que los tiene a maltraer.
“Varias veces nos mojó toda la casa”, explica enojado. Recuerda que el agrotóxico llegó hasta el tanque de agua e, incluso, afectó a su esposa, que estaba amasando bajo un árbol. La peor parte la llevó su hijo Ever, de 8 años, que comenzó con vómitos, pasó la noche retorcido de dolor y terminó en el hospital. “Ese viento mata”, resume Capra.
Buena parte de la población qom de Pampa del Indio vive desde hace generaciones en la zona conocida como Campo Medina. Las críticas al vecino Don Panos se remontan a la década pasada, cuando la empresa se instaló en el lugar y arrasó parte del monte donde las comunidades obtenían leña, hierbas medicinales y alimento.
Las acusaciones por fumigaciones llevan diez años, pero recién a fines de 2010 se plasmaron en papel. El 10 de noviembre se realizaron presentaciones ante la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados del Chaco y ante la Subsecretaría de Derechos Humanos provincial. El 26 de noviembre fue el turno de la comisaría de Pampa del Indio y el 1 de diciembre en la Fiscalía de Investigación de General San Martín.
“Se denuncian severos daños sobre personas, animales, plantaciones y cursos de agua debido a la fumigación con agrotóxicos (..). Toda vez que se realizan fumigaciones se perciben olores insoportables, se registran mortandad de animales y los chicos presentan manchas en la piel”, detalla la denuncia y remarca que “los daños son irreparables sobre bienes y personas”, por lo cual piden la “urgente intervención” para frenar las aspersiones.
Estancia Don Panos está ubicada sobre la ruta provincial 3, desde donde se observan los modernos equipos de irrigación, enormes estructuras móviles que proveen las plantaciones con agua extraída directamente del río Bermejo. Es un paisaje de postal: llanuras prolijas, grandes viviendas a dos aguas, de tejas rojas y paredes claras, aire acondicionado, televisión satelital e internet wi-fi. Una estancia siglo XXI. Forma parte de Corporación Unitec Agro, que nuclea a otras cinco fincas de Chaco y Formosa.
“Sí, fumigamos con una avioneta amarilla, pero de ninguna manera utilizamos agroquímicos, usamos fertilizantes. Está todo registrado por nuestro profesional matriculado, en cumplimiento de la ley provincial de biocidas. Tenemos instrucciones estrictas del señor Eurnekian de cumplir todas las leyes y cuidar el ambiente, y así lo hacemos”, explica el gerente de Don Panos, Juan Arenaza.
Detalla que cuentan con cien trabajadores, 20 mil animales, 12 mil hectáreas bajo riego, y cosechan algodón, trigo, sorgo y soja. Confiesa que se enteró de la denuncia dos meses después de realizada (recién los primeros días de enero) y ofrece respuestas: “La quema de las cosechas puede ser por la sequía brutal que estamos sufriendo. O también hay que tener presente que del otro lado de la comunidad indígena hay empresarios cordobeses que hacen monocultivo de soja, no son como nosotros que rotamos la siembra, nunca hacemos soja sobre soja, e incluso tenemos 4000 hectáreas de producción orgánica”.
–¿Pero esos productores cordobeses también tienen una avioneta amarilla, que es la denunciada? –pregunta Página/12.
–Eso no lo sé. Lo que pasa que nuestra avioneta es la más conocida, pero le aseguro que no fumiga ahí –señala el gerente de la estancia y comparte una hipótesis sobre lo que entiende la causa del recelo local–. No sé lo que busca esta gente (los denunciantes). Te miran mal si no los llevás cuando vas en la ruta. Y, si los llevás, hablan mal de vos porque no les diste plata para el vino.
Santos López también es qom y vive lindante a Don Panos. Tiene nueve hijos y una certeza: “Antes no era tanto (las fumigaciones), pero cada vez siembran más y por eso mismo cada vez fumigan más. No podemos tener nada, perdimos las chacras y los cajones de cría de abejas, nada podemos tener, se meten en las pocas tierras que tenemos”.
En la zona falta el agua. Las lluvias son escasas, pero se trata de recolectar lo que cae del techo. También se recoge de charcos en la tierra y aljibes comunitarios. En las parcelas indígenas se dejan ver bidones verdes, con los que acarrean el agua y que no hace mucho contenían Roundup, el glifosato pilar del modelo sojero. Leyes sanitarias prohíben su reciclado, no hay lavado que elimine el tóxico, pero abundan y envenenan en todos los poblados pobres cercanos a campos transgénicos.