Reflejamos la segunda parte sobre la exposición que realizó la investigadora Silvia Ribeiro, una de las panelistas del seminario regional ‘Alimento Sano, Pueblo Soberano’ realizado en la ciudad de Asunción a fines de mayo. Ribeiro es la directora para América Latina del Grupo de Acción sobre la Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC). En esta oportunidad aborda sobre las consecuencias que producen los alimentos agroindustriales a la salud, del ocultamiento que se hace de dichas consecuencias, y del aporte fundamental que realizan las redes campesinas en la alimentación de la población. Escuchar el audio de esta nota.
A continuación reflejamos un extracto de su exposición:
“La mayoría de las enfermedades en el mundo, casi el 70 %, no son enfermedades infecciosas. No es como el virus, la gripe, y todo eso que nos dicen…no. La mayoría son enfermedades no trasmisibles. Por ejemplo, la obesidad, la diabetes, la hipertensión, el cáncer. Y todas esas enfermedades están directamente relacionadas a la forma de producir y comer. Además, el sistema agroalimentario sólo llega al 30 % de la población mundial. Y esto también pasa en cada país. En cada país, y eso lo tenemos que saber, disputar, tenerlo siempre presente, la mayoría de la población se alimenta por las y los pequeños: los campesinos, las huertas urbanas, los recolectores y recolectoras, la pesca artesanal. Estos son los que alimentan al 70 %, promedio.
Nos dicen, sin embargo, habrán oído hasta el cansancio porque lo dicen en todas partes del mundo, que ‘al 2050 vamos a ser 9000 millones de habitantes, y entonces hay que producir mucho más; y eso no lo pueden hacer los pequeños, sólo lo hacen los grandes’. Bueno, sorprendería quizás saber que hoy en día se produce casi el doble de lo que necesitamos para el 2050. Pero la mayoría de esa comida, que se produce de forma industrial, se desperdicia, casi la mitad se transforma en basura. Estas son cifras de la FAO, de Naciones Unidas -no crean que las estoy inventando-, que empiezan ahora a trabajar sobre este tema. Porque es monstruosa la cantidad de comida que se pierde, desde el campo hasta los hogares, con los empaques, y con todo lo que se tira con tal de que no llegue a los que tienen hambre. Entonces a la FAO se le ha dado en los últimos años por decir: ‘es que en el año 2007 había mil millones de hambrientos, y ahora solamente hay 850 millones’. Para mí es mucho, ¿verdad? Sin embargo, lo que no nos dicen es que en el año 2007 había, además de los hambrientos, mil millones que estaban mal alimentados, que tenían deficiencias nutricionales, porque no tenían todos los nutrientes que necesitaban. Ahora hay dos mil millones que tienen deficiencias nutricionales, y eso está directamente ligado a la comida industrial. La comida industrial tiene muchos menos nutrientes, muchas más calorías vacías que la comida campesina, la de las huertas, la de las huertas urbanas, etc. ¿Por qué? Porque lo que se produce en grandes cantidades, en grandes volúmenes en la misma superficie tiene que diluir, tiene que disolver todos los nutrientes de la tierra, y no los absorbe.
La cadena alimentaria agroindustrial, lo que está haciendo es producir comida que está llena de calorías vacías, comidas que engordan, comidas que producen enfermedades, comidas que producen alergias, que están llenas de aditivos, de saborizantes, de texturizantes, de colorantes….la cantidad de ‘antes’ que tiene la comida industrial es tan grande que, salvo porque la etiqueta tiene determinado nombre, a veces uno no la reconocería si lee los ingredientes…no sabríamos ni siquiera que estamos hablando de comidas. A lo mejor a ustedes les parece que estoy exagerando. ¿Cuales son los principales ingredientes que tienen muchos de estos alimentos industriales? Soya (soja) transgénica -el 80 por ciento de lo que encuentran en el supermercado- , y alta fructuosa de maíz transgénico. Estos son dos elementos claves para hacer que muchas de las comidas que eran sanas, diversas, etc., se conserven hasta el supermercado…meterle soya y maíz transgénico. La obesidad dejó de ser un problema de los ricos. La obesidad es un problema de los pobres por la cantidad de comida basura que comen. Los ricos pueden ir a comprar comidas orgánicas certificadas. Estamos en un sistema en donde para comer sano hay que pagar una certificación. En lugar de que uno tome un alimento, y el alimento diga: ‘cuidado, es cancerígeno, le puede provocar alergias, tiene químicos, tiene químicos peligrosos y venenosos’, no, eso no se puede poner en la etiqueta. Lo que hay que hacer es comprar y pagar a certificadoras internacionales que digan: ‘este alimento no tiene todo eso’. O sea, ¿Cuándo sucedió esta inversión, en donde hay que pagar para poner que un alimento es sano y se oculta que todos estos alimentos nos enferman?
Las redes campesinas no solamente rescatan la cultura sino que producen alimentos que tienen mucho más nutrientes, incluso cuando usan químicos -porque hay muchos campesinos y campesinas que pueden usar químicos a veces-. Los que usan químicos usan muy poco, porque lo usan en su propio territorio e incluso en ese momento usan menos. Yo no digo que sea bueno, ojalá todos produzcamos sin químicos, pero es mucho más sano, tiene muchos más nutrientes, y alimenta a la mayoría de la población. Eso ya lo sabemos, pero no puede ser una responsabilidad solamente de las campesinas y los campesinos. Alimentarnos, y alimentarnos sanamente, es un tema de todos y todas. Por eso se habla de una reforma agraria popular, en donde todos somos responsables de la tierra, de la semilla. Y donde tenemos que apoyar a las y los campesinos estableciendo redes solidarias, no yendo al supermercado, comprando en mercados locales, viendo cómo nos organizamos.
Pero finalmente, además, hay un tema fundamental. Cuando llegó la llamada revolución verde, de usar grandes máquinas y usar muchos agrotóxicos y fertilizantes sintéticos, cuando llegó esta revolución la mayoría de la gente pensó que era algo bueno, y que nos iba a dar más alimentos, y que iba a ser un avance. Ahora, con los transgénicos, que es la última tecnología que conocemos, hay muy pocos en todo el mundo que puedan decir: ‘es un avance, prefiero comer transgénicos’. Los que dicen eso les han pagado. La mayor parte de la gente no quiere comer transgénicos, aunque no sepa exactamente lo que es. Eso es que le ganamos por goleada la batalla de la colonización de la gente. No nos han colonizado la mente, y el hecho de que la gran mayoría de la gente no quiere comer transgénico es una victoria aunque los impongan, como hicieron en Paraguay, como han hecho en Argentina y en otros lados…es una batalla que hemos ganado. Nosotros tenemos que seguir con este ‘contrabando’ de relaciones, de ideas; de crear comunidades de resistencia y de creación, como es este encuentro. Porque de ahí, además de la soberanía de los pueblos, está la clave para la resistencia y para reconstruirnos en alimentación, en culturas, en comidas y en relaciones; que sean sanas, locales, diversas y producidas por cada una de nuestras comunidades, de nuestros indígenas, desde nuestras tierras, de nuestras campesinas. Y esto es muy valioso, es casi como la fuerza que impulsa todo lo otro”.