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Pérsico: “Los desalojos van a seguir mientras no se desarrolle la agricultura familiar”

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Foto: Agencia Paco Urondo

Emilio Pérsico es referente del Movimiento Evita y dirige la Secretaria de Agricultura Familiar. “No se puede pensar al campo en términos de dólares y agronegocio”, asegura. Señala que la agricultura familiar está en la agenda de este gobierno, pero que “necesitamos 50 años de un proceso de inversión en el sector agropecuario para recuperar todo lo que se destruyó”. En este sentido, la sanción de la nueva Ley de Reparación Histórica para el sector es “un buen comienzo”.

por Alba Silva y Enrique de la Calle
Fuente: Agencia Paco Urondo
 

El dirigente del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, dirige la Secretaría de Agricultura Familiar desde mediados del año pasado. Durante su gestión se aprobó una ley largamente pedida por el sector. “No se va a resolver el problema del gas, el agua y la electricidad en las ciudades si no se desarrolla el campo”, describe. Su meta es la creación de un millón de producciones agropecuarias que permitan que cinco millones vivan de la actividad y no deban migrar a los centros urbanos. “Hay que volver al campo, es un proceso lento, pero se puede lograr”.

Esta semana se reunieron representantes de diferentes ministerios para definir detalles en relación a las políticas para la agricultura familiar. ¿Es la coronación de una etapa?

– No sé si coronación. Se puso en funciones al Consejo Interministerial de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena. De este modo, se pone en marcha la ley que se votó a fin de año pasado. Se empezaron a coordinar acciones con los ministerios de Salud, Educación y Planificación. Un tema central a resolver, por ejemplo, es el de la vivienda. Vamos a trabajar en la construcción de viviendas en las comunidades campesinas e indígenas, teniendo en cuenta que las familias tienen la posesión histórica de la tierra pero no tienen título de propiedad. Hay que buscar la manera de construir en esas condiciones.

¿Se trata de una agenda a desarrollar durante el 2015?

– No, la idea es terminar de definir los detalles antes del 24 de febrero. Tenemos que ver cómo se avanza en la cuestión de la vivienda teniendo en cuenta la especificidad de las comunidades campesinas e indígenas. Ese es un ejemplo, después hay otros. Está el tema sanitario o el educativo. Queremos que el fondo compensatorio de las obras sociales destine presupuesto para la salud de los compañeros.

¿Se habló sobre los desalojos, una demanda constante de las organizaciones?

– La ley prohíbe el desalojo. Después hay leyes provinciales que suspenden los desalojos. Esto sucede en Santa Fe, en Salta. Pero la ley no garantiza el no desalojo. Lo único que lo garantiza es el desarrollo de la agricultura familiar. Es difícil frenar el desalojo con el valor que tiene hoy la tierra. Eso provoca la concentración. Hasta darle un título al compañero puede provocar la concentración. Si nosotros damos los títulos de propiedad a todos los campesinos e indígenas, tal vez estemos colaborando con la concentración, porque posiblemente vendan sus propiedades, porque es más rentable eso que producir. El modelo neoliberal resolvió el “problema” del trabajador con las máquinas y las tecnologías. Hoy la plusvalía no es el elemento central de acumulación capitalista. En el tema del campo es lo mismo. Antes, el valor central estaba en la tierra, estaba la figura del terrateniente. Hoy no es así, la mayoría de los grupos económicos que están en el campo no son terratenientes. Resolvieron el tema de la tierra de ese modo: con el alto valor del bien, con el arrendamiento. A vos te conviene arrendar la tierra antes que producirla. Eso ha creado un nuevo mecanismo de invasión del mercado. Se da una concentración lenta, que incluye el alquiler de tierras.

Desde la Secretaría, ¿cuentan con herramientas para intervenir sobre esa realidad?

– Si no se ataca la cuestión de fondo no se puede resolver nada. Las leyes que prohíben los desalojos no resolvieron nada. Ahora, incluso la posesión veinteañal nos está jugando en contra. Qué hacen muchas veces los empresarios, como el caso que terminó en un juicio reciente en Santiago. El empresario va al pueblo donde busca un pariente que tenga ancestros que hayan vivido en la zona. Encontrás millones. ¿Cómo empieza el conflicto? Te contrato para trabajar en la tierra que te corresponde ancestralmente, por posesión veinteañal o porque están enterrados ahí tus abuelos o tus tíos. Así empezó el conflicto en Santiago que después es presentado por mucha dirigencia o por los medios como un tema familiar. Parece que en el campo se multiplicaron los conflictos familiares. No, son conflictos económicos, por la tierra, fomentados por los empresarios.

Hablando de cuestiones de fondo: ¿El modelo de la agricultura familiar es compatible con el sojero?

– No es el modelo sojero, esa es una visión equivocada. Los conflictos más importantes que tenemos no son con la soja. En Santiago tenemos problemas con ganaderos, en Río Negro con los productores de alfalfa, en Misiones con los exportadores de pinos, en Mendoza con los productores de vino. Los vinos no se hacen con el actor local, sino que se hacen con un excedente de la ganancia de la burguesía porteña o extranjera. Son distintas caras de la concentración económica. El desplazamiento de las poblaciones de las provincias no se produjo solo por la soja, que abarca a la Pampa y que ahora se extendió a algunas otras provincias. Hoy te diría que no es rentable, por el precio del flete, la soja que se levanta en zonas alejadas de los puertos, como Salta. Eso no te garantiza que disminuya la concentración. El tema no es la soja, es el agronegocio. Hay además un mito dando vueltas que el agronegocio es más eficiente que la agricultura familiar, lo que no es cierto. Estudios que realizaron los brasileños demuestran que la agricultura familiar produce más. No es un problema de productividad.

¿Cree que por primera vez este problema está en la agenda prioritaria del Gobierno?

– El proceso de urbanización y concentración durante los gobiernos populares se mantuvo. Siempre pasó así en la Argentina. Porque la justicia social es más fuerte en los centros urbanos, por eso se da un proceso de urbanización. Pero a su vez, en las segundas etapas de los gobiernos populares, en la que estamos entrando nosotros ahora, aparece la cuestión estratégica de la vuelta al campo. Perón había empezado el proceso de recolonización de la Argentina con las colonias agrícolas, las chacras. Pero ese proceso es lento, se necesitan 50 años. Tenemos que mirar al campo de otra manera.

¿Eso está en la agenda de las diferentes fuerzas políticas?

– No, está en la agenda de este Gobierno nacional y popular. No lo veo en la agenda de los otros, que solo miran al campo para el agronegocio y para los dólares.

¿Está en todos los candidatos del Frente para la Victoria?

– Cristina tiene en claro la cuestión. En primer lugar, con la creación del Ministerio de Agricultura, que puso al Estado en el tema del campo. La oligarquía no quiere un ministerio, prefieren una secretaría perdida, porque así son ellos los que manejan el desarrollo del negocio. Sí, le interesaba tener un INTA o un SENASA, para que investigaran para ellos. Cristina generó autoridad política en el campo con la creación del Ministerio. Después creó la Secretaría de Agricultura Familiar, para desarrollar ese otro campo, que sí o sí necesita el acompañamiento estatal.

El presupuesto de 1500 millones de pesos: ¿Es suficiente?

– Es un buen comienzo. Es el inicio de un proceso que permita a muchos compatriotas volver al campo. Nuestra bandera y nuestra meta es el millón de producciones agropecuarias que permitan tener a cinco millones de argentinos viviendo en el campo. Eso es posible porque es el promedio de América Latina y porque ya lo tuvimos. Hay que hacerlo.

¿Cuántas producciones hay hoy?

– Hay 350 mil producciones agropecuarias, de las cuales, 250 mil pertenecen a la agricultura familiar. Creemos que es una cifra equivocada, que hay más. Pasa que hay un error en el CENSO, eso lo vamos a cambiar.

Teniendo en cuenta que Cristina se va en diciembre: ¿Siente que está a contrarreloj en la necesidad de obtener resultados de modo que se construya una agenda que se le imponga al próximo presidente?

– Este modelo no se va en diciembre, continúa. Con el liderazgo de Cristina y con otro presidente. Esto va a continuar. Nosotros necesitamos 50 años de un proceso de inversión en el sector agropecuario para recuperar todo lo que se destruyó. El otro día le decía a los compañeros que trabajan en Planificación: no se puede resolver el problema del gas, la electricidad y el agua en los centros urbanos si no se resuelven esas cuestiones en el campo. Porque la gente que vive en el campo se va a seguir reproduciendo. Si sus hijos no se quedan a vivir en el campo se van a ir a las ciudades. Es así. Hay que crear un desarrollo que permita a la gente vivir dignamente en el campo.

Monsanto

Una demanda recurrente de las organizaciones es una ley de Semillas. ¿Cómo se está en ese tema?

– Está parada esa discusión. Con la ley que sacamos ahora estamos mejor. El 80 o 90 % de la producción de hortícola se hace con semilla extranjera. Tenemos muy poco desarrollo en ese sentido. Hay una cooperativa en San Juan y no mucho más. Son cosas a resolver. Mucha viene de Italia. La semilla de tomate, por ejemplo. El tomate es originario de acá, pero importamos la semilla. Se habla tanto del problema del dólar. Si se produjera semilla en el país no deberíamos importarla. Te doy otro ejemplo: la mayoría de la tripa que se utiliza para hacer salames, viene del extranjero. La tripa es de vaca argentina que mandamos afuera, se procesa allá y nos devuelven la tripa para los embutidos.

En todas las discusiones sobre estos temas aparece siempre el nombre de la multinacional Monsanto. ¿Cuál es su posición?

– Monsanto se compró todas las fichas para que le peguen. Es así. Ahora, el principal productor de glifosato en Argentina no es Monsanto, es otra empresa. Cuando yo era joven teníamos en claro que el enemigo era el patrón, la empresa multinacional, estaba claro eso. Hoy todo es más difuso. El capitalismo se transformó, tiene otras características. El señor Monsanto no existe. El capital globalizado no tiene caras, aparecen los CEOs, los gerentes que manejan las empresas. Contra ese capitalismo tenemos que pelear de otro modo. Hay cosas que sí son constantes: el modelo neoliberal es el enemigo de nuestro pueblo, aunque tenga diferentes caras. Por eso, Monsanto no es el problema. El problema es este modelo. Eso quiero decir.

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