“Mas de 20.000 originarios llegamos a Plaza de Mayo en este Bicentenario. Luego de marchar casi 2.000 kms, llegamos a ese centro de poder político que nos ignoró en 1810 y también nos ocultó en 1910, cuando estaban terminando de repartirse las tierras despojadas a nuestros Pueblos. Sin embargo, este Bicentenario no pudo (aunque quiso) invisibilizarnos…”
Por Jorge Nahuel – Werken
Confederación Mapuche de Neuquén
Coordinador de la Columna Sur
(Hito de partida y regreso de la lucha que lleva todos los siglos desde el inicio de sucesivas invasiones)
Mas de 20.000 originarios llegamos a Plaza de Mayo en este Bicentenario. Luego de marchar casi 2.000 kms, llegamos a ese centro de poder político que nos ignoró en 1810 y también nos ocultó en 1910, cuando estaban terminando de repartirse las tierras despojadas a nuestros Pueblos. Sin embargo, este Bicentenario no pudo (aunque quiso) invisibilizarnos. Veníamos a ofrecerle al gobierno una verdadera alternativa a lo que padecemos los originarios desde siempre. A proponer un “nuevo” paradigma que tiene en nuestras regiones mas de 12.000 años de historia: “Kvme Felen”, gritaba la marcha de la columna Sur, “Sumaj Kawsay” se escuchaba como un tronar desde las columnas del norte, para expresar el “Buen Vivir” que nuestras cosmovisiones nos ordenan desde siempre. Un mandato que alude a la vida comunitaria en armonía con la naturaleza y con la cultura o sabiduría de nuestros mayores. No tiene nada que ver con la ansiedad moderna de “vivir mejor”, ni con la ideología del crecimiento y el progreso ilimitados, porque responde a una visión del mundo completamente distinta a la falta de ética capitalista que nos incita a competir con los otros para producir y consumir más.
Por el contrario, el “Buen Vivir” apunta a una ética de lo suficiente para toda la comunidad, y no solamente para el individuo. El Buen Vivir supone una visión filosófica e integradora del ser humano, que incluye además al aire, el agua, los suelos, las montañas, los árboles y los animales en profunda comunión con la Pachamama o el Wajmapu .
Días enteros de marchar juntos nos hizo entender que nuestras lógicas como Pueblos preexistentes nos unen fuertemente. Que todo es una unidad de vida desde la diversidad. Entendimos que gritar: Yalan Askin Qamasiñawa: es vivir en abundancia de valores del bien. Taqi Yañakaw Ajayuni: porque toda la naturaleza tiene espíritu de vida. Y los mapuce pudimos difundir que caminar hacia nuestro Kvme Felen es valorar nuevamente nuestros Az Mapu, Az Kimvn, Rakizuam, Piam, Mapuzugun, Ixofijmogen, que estar regidos por las leyes circulares de la naturaleza.
Una unidad de valores que desde que los españoles invadieron nuestro cuerpo social, nuestras culturas, nuestros territorios, quedo quebrada y teñida de sangre dolorida. Debimos ‘vivir mal’. Muy mal. Nos robaron primero desde la corona española, pero en el siglo XIX se rebelaron los llamados ‘criollos’. Se rebelaron, y nos llevaron a nosotros, como carne de cañón para luchar contra las tropas enemigas, españolas. Y allí debimos otra vez desangrarnos.
¿Qué resultado obtuvimos? Que los nuevos países volvieran a invadirnos, violarnos, asaltarnos y quemarnos. Por eso, solo recurriendo a las energías de incorporar la vida humana dentro del circuito de la naturaleza nos fortalecimos ante sus recetas de hambre y muerte.
Y ante los fuegos artificiales de la celebración del Bicentenario que se venían, decidimos marchar. Y marchamos, para dar la oportunidad al gobierno actual de reivindicarse y reivindicar a los 180 Kollas que, en el glorioso “Malon de la Paz” de 64 años atrás y luego de caminar casi 3 meses desde Abrapampa a esta misma Plaza, nos marcaron el camino que seguimos en esta Marcha. El gobierno, en su afán de frenar los desequilibrios sociales que generaron las nefastas políticas conservadoras y neoliberales de los noventa, no se desprende de esa ideología desarrollista, que obliga a explotar los recursos presentes en nuestros territorios, hasta agotar nuestra madre naturaleza. Categorías como “desarrollo”, “progreso” y “crecimiento económico” continúan orientando los objetivos de las políticas públicas.
Por esa razón, la agenda que presentamos a la Presidenta Kirchner, espera una pronta aplicación. No es suficiente el anuncio presidencial de “Crear una Comisión para normar la propiedad comunitaria”, cuando la agenda de la Marcha exige una urgente política de restitución territorial y aplicación de la Ley de Emergencia Territorial, aprobada hace 4 años! No es suficiente el anuncio presidencial de “20.000 becas estudiantiles”, cuando nuestra agenda exige transformar un sistema educativo racista, que ilegalmente se resiste a trasformarse en una educación intercultural y multilingüe. La propuesta de promover universidades interculturales, ó el reconocimiento de los idiomas originarios como idiomas oficiales, no logra comprensión desde la mirada que expresó la Presidenta. Por eso decimos que no alcanza el anuncio presidencial de “crear una Dirección de Afirmación de los Derechos Indígenas” dentro de la estructura del INAI, como botín de disputas resignadas, cuando la Marcha le plantea la necesidad de jerarquizar la política indígena pública, creando un Ministerio Intercultural de Política Indígena. Tampoco alcanza el compromiso presidencial de “devolver los restos óseos de los museos”, si no hay juicio histórico a los responsables de esas muertes y se genera la reparación económica de este genocidio, que la Marcha planteó en la agenda. Tampoco generó emoción alguna en los presentes, la noticia presidencial de “descubrimiento petrolero en Las Yungas”, cuando la Marcha exige la intangibilidad de los glaciares y la derogación del Código Minero por el impacto de la industria extractiva en nuestros territorios.
No hay, desde la visión indígena de nuestros Logko, Amautas o Mburubicha, condiciones para una política de reconocimiento de los derechos humanos, si no se rompe este circuito perverso de lograr “desarrollo”, “progreso” y “crecimiento económico” a costa de nuestro Wajmapu/Pachamama/Madre Naturaleza.
Por eso la Marcha. Por eso tantas emociones, tanta pasión y tanta convicción que marchábamos para protagonizar un hito. La Marcha nos hizo sentir que a pesar de todas las dificultades, nos toca vivir un momento histórico de resolución de conflictos que son de larga data, estructurales, de fisura en la vida de los argentinos, que en su origen no se remontan a cinco ni a diez años. Hablamos de igualdad e interrelación armónica entre los pueblos y la madre naturaleza y el problema se remonta a 5 siglos atrás. Tema no resuelto ni por Irigoyen, ni por Perón, ni por la Presidenta Kirchner, hasta hoy.
La Marcha no hizo asumir que sólo nosotros vamos a poder encauzar tanto desastre. Y vamos a poder por las fuerzas que unimos constantemente, para recuperar nuestra unión desmantelada. En firme unidad con los movimientos sociales, organismos de DDHH, estudiantes y trabajadores. La decisión de establecer una fuerte, sólida y meditada alianza con la organización Tupac Amaru fue uno de los pasos adelante que dimos en esta fecha tan simbólica para iniciar un nuevo ciclo en nuestra larga historia de lucha. Más que una alianza de intereses, fue un acto de hermanamiento con una de las expresiones más importantes de la Nación Kolla.
La Marcha dignifico la presencia indígena en la gran ciudad. Vimos gente llorando en nuestro paso por las decenas de pueblos que atravesamos. Mas aun al ingresar a la Avenida 9 de Julio o por Diagonal Norte hacia Plaza de Mayo. Y no eran lágrimas compasivas o de resignación. Eran lágrimas de una sociedad movilizada, no solo en adhesión o solidaria con los originarios, sino angustiada por la catástrofe ecológica que amenaza a la especie humana si no nos comprometemos a defender la madre tierra.
La Marcha instaló el tema de la Plurinacionalidad, sin la demonización ni los falsos debates que las miradas viejas e interesadas quieren darle: que desintegra la territorialidad, que quiebra la unidad nacional, que inventa un estado aparte, etc,etc. Se comienza a entender que la Plurinacionalidad es la herramienta mas inspiradora y original que se ha gestado para lograr un mecanismo de convivencia y reconocimiento entre sociedades y naciones que comparten un mismo Estado.
La Marcha nos hizo elevar la mirada y ampliar nuestro horizonte. Nos indica que los Pueblos Originarios no permiten ser reducidos a una política pública pobre, mediocre, desfinanciada, sin entidad ni capacidad de dar las respuestas que nuestra memoria y futuro exige. Menos aun, ya no se soporta ser objeto del clientelismo electoral, o desde un enfoque solo de pobreza, creer que una bolsa de comida es la respuesta que esperamos.
La Marcha renovó la esperanza que es posible vivir en una sociedad moderna, sostenida en los pilares de los conocimientos y sabidurías ancestrales de las naciones originarias y salir del primitivismo de un capitalismo que nos arrastra en su agonía. Por eso la Marcha reunió a miles y logró sacar de la clandestinidad a las voces silenciadas y ausentes de este Bicentenario.
Jorge Nahuel – Werken
CONFEDERACION MAPUCE DE NEUQUEN
Coordinador de la Columna Sur