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El Glifosato no es Aspirina

“La evidencia científica disponible en la actualidad indica que el Glifosato es peligroso tanto para la salud humana como para el ambiente y que produce alteraciones dramáticas en los ecosistemas. Sin ser un experto en cuestiones legales sino sólo un ciudadano responsable y consciente de sus derechos, me pregunto en qué situación queda, en este contexto, el respeto al artículo 41 de la Constitución de la Nación Argentina”

Por  Alfredo Salibián- Investigador del CONICET
Fuente: ADITAL

La implantación y masiva difusión del cultivo de soja en Argentina se conoce como “sojización”. Es un proceso que expandió la frontera agropecuaria, llevando la superficie dedicada a ese cultivo a 16 millones de Hectáreas, distribuidas en 10 provincias, y que posiciona a nuestro país como el tercer productor mundial de esta leguminosa.

El modelo de cultivos diversificado que caracterizaba a la Pampa Húmeda dio paso a una agricultura sin agricultores (que algunos caratulan como “agricultura industrial”), convirtiendo la actividad agrícola en un sistema de alta carga tecnológica, cuyo objetivo principal es la obtención más elevada posible de renta de la tierra.

Se “pampeanizaron” ecosistemas que no eran aptos para la agricultura, se privatizó masivamente la propiedad de la tierra (con frecuencia vendiéndola a precio vil) y se desplazaron trabajadores y habitantes originarios, exacerbando los procesos de migración urbana pre-existentes. Con sólo recorrer los campos de nuestras provincias agrícolas se puede apreciar el impacto de la sojización-pampeanización que, de la mano del monocultivo sojero, convirtió a su biodiversidad ecológica y agropecuaria que otrora tenían, en apenas una curiosidad verificable en libros o películas.

El tema es, desde hace años, objeto de discusiones, tanto en los ámbitos científico-técnicos como en los políticos, en un escenario donde conviven aspectos ecológicos, económicos y sociales. Recientemente, por ejemplo, asistimos a un interesante debate -periodístico y televisivo- entre Enrique Martínez, Presidente del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial)), Gustavo Grobocopatel, de la empresa Los Grobo, Mempo Giardinelli, escritor y Aldo Ferrer, economista. En la Universidad Nacional de Córdoba se llevó a cabo una reunión científica sobre los agroquímicos aconsejando la aplicación de restricciones a su uso sobre la base del principio precautorio, prohibiendo -como en Europa- su aplicación mediante fumigaciones aéreas.

Respondiendo a la presión y denuncias de amplios sectores de la sociedad, y a la opinión de la Corte Suprema de Justicia, entre otros, todos preocupados con los riesgos de la utilización masiva y descontrolada de agrotóxicos, la Presidenta de la Nación, creó a comienzos del año pasado una Comisión Nacional de Investigación para “efectuar recomendaciones, identificar los problemas de la población afectada, desarrollar estrategias de atención para promover el uso racional de los productos o su eliminación, etc.”. El Informe que elaboró esa Comisión no satisfizo ni a la sociedad civil ni a la comunidad científica.

Llamativamente, a pesar de tratarse de un problema que afecta muchos aspectos de la vida nacional y de los ciudadanos, el mismo no ha sido abordado, hasta ahora, en profundidad y de manera crítica en el ámbito amplio de las iglesias cristianas. La jerarquía de la Iglesia Católica (Romana), basada en los elementos aportados a una consulta convocada por la Pontificia Academia de Ciencias con asiento en Roma (a la que se invitó a representantes de Monsanto y de la Secretaría del área correspondiente de nuestro país) expresó su opinión favorable a los cultivos transgénicos (como solución al problema del hambre en el mundo).

El texto que sigue intenta cubrir parcialmente aquélla deuda, enfatizando la presentación en sólo un aspecto de la problemática sojera: el referido al producto comercial que contiene el herbicida que se utiliza en forma excluyente en los cultivos de soja y a sus efectos sobre la salud de las personas y las cualidades de los ecosistemas próximos a los mismos. En este amplio tema hay mucho subjetivismo así como abundancia de discursos y afirmaciones sin fundamento científico. Por ello, la información que compartiremos será parcial por razones de espacio y se limitará a exponer y considerar lo que está respaldado por las opiniones calificadas de científicos y de sus publicaciones en revistas científicas serias.

¿Qué es el Glifosato?

Es un potente veneno, de amplio espectro, diseñado para matar cualquier especie vegetal (hierbas o arbustos), pertenece a la categoría de sustancias conocidas como herbicidas. Se popularizó gracias a la soja, ya que el cultivo de ese grano requiere de la aplicación de Glifosato. Hoy se lo utiliza en unos 130 países para el control de más de 100 tipos de cultivos.

El lector se preguntará, con razón, si la soja es una planta, ¿cómo es que se aplica Glifosato en los cultivos de soja?, ¿no es esperable que el Glifosato mate también a la soja?, ¿porqué se usa el Glifosato y no otro herbicida?. Las respuestas a esas preguntas están “ocultas” en el hecho de que la soja que se cultiva en nuestro país es de una variedad genéticamente modificada por técnicas biotecnológicas (soja transgénica o soja RR) que presenta la particularidad de ser resistente al efecto letal del Glifosato (comercialmente identificado como Roundup); esa “cualidad” se debe a que sus semillas llevan en su ADN un gen modificado que les otorga esa resistencia. “RR” es la abreviatura de la expresión inglesa Roundup Ready (esto es “preparadas para el Roundup” o Glifosato).

Así, en un cultivo de soja RR el Glifosato combate y/o evita el crecimiento de cualquier otra especie vegetal, preexistente o que pudiera instalarse después de la siembra inicial. Por ello, el éxito del cultivo está ineludiblemente ligado a la utilización de esa particular variedad de soja, pero siempre acompañada de aplicaciones simultáneas y frecuentes de Glifosato. Ambos, la soja y el Glifosato están patentados por una empresa transnacional (Monsanto), que opera en no menos de 60 países. En otras palabras, esas empresas son propietarios intelectuales de las semillas y de los agrotóxicos asociados, pudiendo de esa manera rastrear y controlar a quienes no pagan las regalías.

Por otra parte, los cultivos de soja (como cualquier otro) pueden ser afectados también por insectos (benéficos o plagas) y hongos, cuyo control se efectúa aplicando diferentes productos químicos específicamente diseñados para combatir las especies “ajenas” al cultivo de soja. En suma, la protección de los cultivos de soja para evitar el crecimiento de malezas (vegetales), el desarrollo de plagas (insectos) y el ataque de hongos patógenos (para las plantas), se hace mediante un cocktail de Glifosato, acompañado -por lo menos- de insecticidas y fungicidas.

Los productos comerciales con Glifosato así como los de insecticidas contienen, además, una mezcla de otras sustancias químicas, con propósitos diversos (por ejemplo, aumentar su eficacia acentuando su penetración en las especies que deben matar, o prolongar su permanencia sobre las plantas). También corresponde mencionar que dichas sustancias no se indican en los marbetes ya que los laboratorios fabricantes no están obligados a declararlas. A lo sumo se las declara como “excipientes inertes” o expresión equivalente. Pero se sabe que no todas son inocuas para animales y vegetales como para los seres humanos que pudieran entrar en contacto con ellos. Si lo fueran, sus toxicidades no serían discrepantes (como es el caso del Glifosato puro y el de sus presentaciones comerciales).

En otras palabras, controlar la “salud” de un cultivo de soja demanda adiciones al medio ambiente de varias sustancias (además del Glifosato) las que, a su vez, pueden ser alteradas por acción de los factores ambientales (luz, calor) que modifican sus cualidades originales o ser arrastrados por las precipitaciones o el viento a sitios distantes (arroyos, ríos, lagunas, pueblos y ciudades), afectando poblaciones y ecosistemas locales o distantes.

El Glifosato es aplicado a través de fumigaciones terrestres y aéreas, casi siempre sin medidas de protección de casas, cuerpos de agua (arroyos, ríos, lagunas), cultivos no transgénicos, animales o personas. No es posible evitar que, en las aplicaciones aéreas, entre el 40 y el 80 % del producto fumigado no escape de los límites del sitio tratado. Además, no hay ninguna seguridad de que las cantidades de aplicación recomendadas sean respetadas por los productores; es frecuente observar la aplicación “a ojo”, tanto en lo referente a las cantidades como a la frecuencia de los tratamientos. En otras palabras, el criterio que prevalece es el “éxito” del cultivo, sin tener en cuenta los efectos colaterales no deseados o perjudiciales.

La persistencia de esas sustancias junto a sus “acompañantes auxiliares” no es indefinida, por lo que es necesario reiterar varias veces su aplicación en cada ciclo antes de la cosecha final. Obviamente, cuando ocurren estos eventos, conocidos pero casi inevitables, el panorama se complica porque pueden afectarse otros organismos que involuntariamente, como humanos o peces, ingieran alimentos basados en soja con restos remanentes del herbicida o de otras sustancias, o se pongan en contacto con ambientes contaminados con las sustancias utilizadas en el control químico de los cultivos.

No son menores los siguientes datos referidos al Glifosato: a) su vida media, del en el suelo (el tiempo que tarda en degradarse en un 50 %,) es de aproximadamente dos meses, y b) en la campaña 2007-2008 en los cultivos de nuestro país se aplicaron 170 millones de litros del formulado comercial del agrotóxico.

La soja y la “siembra directa”.

El cultivo de la soja se afianzó porque sus promotores instalaron la idea de que era apta para la técnica de la “siembra directa”, esto es, la siembra sin el proceso de preparación del campo por roturación previa con arado. Su argumento fue que ese método era ecológicamente sustentable porque no afectaba la estructura de los suelos y, además, porque permitía utilizar tipos de suelo que hasta entonces no habían sido afectados a la producción agrícola. Así es que en Salta, entre los años 2004 y 2007, se desmontaron 800.000 hectáreas para destinarlas a la producción de soja.

No obstante, digamos que cada kilogramo de granos de soja requiere 1000-2000 litros de agua (1-2 metros cúbicos), y “exporta” una importante cantidad de nutrientes tomados del suelo (Potasio, Nitrógeno, Fósforo) cuya reposición química bajo la forma de fertilizantes, también es controlada comercialmente por transnacionales, e incide significativamente en los costos finales y en la aptitud agrícola de los suelos. En cuanto al agua en particular, téngase en cuenta que para los países importadores de nuestra soja (tanto en grano como en sus subproductos) ese recurso es para ellos, en realidad, un importante “ahorro”.

Así, pues, la evaluación económica de la producción de soja no se limita a comparaciones numéricas de toneladas de grano cosechados por temporada; es necesario incluir en el “balance” la “exportación” simultánea de nutrientes (desde los años 70 hasta el 2005, se perdieron 11.300.000 toneladas de Nitrógeno y 2.500.000 de Fósforo) así como las cantidades de “agua virtual” que requirió el cultivo.

¿Es tóxico el Glifosato?

Su toxicidad para las especies vegetales está estudiada: se conoce con bastante precisión cuál es el mecanismo del daño que provoca en las plantas provocándoles la muerte. Pero, ¿qué sabemos acerca de sus efectos sobre otras especies, especialmente animales?, ¿afecta la salud humana?¿hay riesgos para los individuos o poblaciones que ingieran alimentos contaminados con residuos de Glifosato?, ¿y para quienes residiendo en zonas agrícolas respiren el aire contaminado con el herbicida debido a las fumigaciones?

La información acerca de los riesgos del Glifosato para la salud humana no es uniforme, con discrepancias entre Organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Agencia de Protección Ambiental norteamericana (EPA). Esto seguramente se debe al conocido hecho de que la toxicidad del Glifosato puro es diferente (menor) de la de sus formulados o presentaciones comerciales.

El Glifosato está muy cerca de nosotros. Pocos saben, por ejemplo, que es aplicado por aspersión en zonas urbanas de Buenos Aires: hace años, las empresas de transporte ferroviario lo utilizan para desmalezar los terrenos y terraplenes próximos a las vías y las estaciones, en áreas linderas con plazas y jardines, públicos y privados. Otro tanto se ha denunciado en el desmalezamiento de plazas públicas de la Ciudad de Buenos Aires.

Otro aspecto del que no se habla es el de las resistencias al Glifosato. Recientemente se ha informado en Estados Unidos la detección de especies de malezas que atacan cultivos de soja, maíz, algodón y caña de azúcar transgénicos, que se han hecho Glifosato-resistentes, con las consecuencias económicas fáciles de imaginar.

El Glifosato es un herbicida que se traslada a todas las partes de las plantas, a los granos y partes comestibles (por ejemplo frutos) y también a las que no son cosechables. En humanos, se absorbe rápidamente a través de la piel o del sistema respiratorio; también puede ser absorbido en el tracto digestivo por accidente o por ingesta de alimentos contaminados. Los efectos dependen de diferentes factores que determinan la gravedad de los síntomas; podemos mencionar: las cantidades a las que han sido expuestos, la frecuencia de los contactos, edad, sexo, estado nutricional, etc. y, sobre todo, del hecho que el contacto en todos los casos es con el producto comercial. Esto es crítico ya que se sabe que las presentaciones comerciales del Glifosato son mucho más tóxicas que el producto puro. El argumento de quienes proclaman que el Glifosato es de baja toxicidad, pasan por alto que el Glifosato que se utiliza en la actividad agrícola nunca es puro.

Disponemos de evidencias generadas en estudios científicos que puntualizan algunos riesgos del Glifosato entre los cuales mencionamos: daños genéticos, trastornos reproductivos (reducción en la producción de espermatozoides, abortos, malformación fetal), problemas respiratorios, alergias, afecciones circulatorias, posible inducción de cáncer. Hay también pruebas mostrando que, tanto para el herbicida puro como su formulado comercial, inducen efectos adversos en los sistemas de señales hormonales que regulan diferentes relaciones entre las células (humanas). Esta información proviene de estudios con células animales (mamíferos, peces, invertebrados) y humanas.

Recientemente hemos leído la información científica referida a los daños que produjo en la salud de hombres y mujeres de varias comunidades de Colombia que fueron fumigadas masivamente con Glifosato comercial para destruir los cultivos de coca.

¿Es dañino el Glifosato para los ecosistemas?

Para responder a esta pregunta transcribimos parte de un artículo del Prof. Dr. Fernando Momo, Investigador Docente de las Universidades Nacionales de Luján y General Sarmiento:

Se considera que una sustancia es dañina para los ecosistemas si altera en forma notoria el funcionamiento normal y la estructura original de las comunidades. Es decir que para establecer si un compuesto produce daños ecosistémicos se debe establecer si: a) altera los flujos de materia y energía o, b) altera los procesos de transformación de materiales o, c) altera la diversidad de especies o las dinámicas de las poblaciones.

Recientemente se ha hecho hincapié en la literatura científica en el examen de los llamados “bienes y servicios ecosistémicos” para poder calcular un valor monetario equivalente a los daños ocasionados por una sustancia o una actividad. Esta aproximación se fundamenta en el hecho de que los ecosistemas prestan a la sociedad humana una serie de servicios ambientales (por ejemplo la descomposición de los residuos orgánicos, la captación de dióxido de carbono, el control biológico de organismos patógenos o transmisores de enfermedades, etc.) que son asociables a un costo económico que la sociedad termina pagando cuando el ecosistema no brinda adecuadamente tales servicios.

….en el caso del Glifosato y sus formulados comerciales, las evidencias son categóricas. Investigaciones realizadas en la Universidad de Pittsburgh … han mostrado que el Roundup, en concentraciones equivalentes a las pulverizadas en cultivos matan entre un 68 y un 86 % de formas juveniles de ranas. Habida cuenta de la importancia que los anfibios adultos tienen en el control de muchos insectos peligrosos para la salud humana, como por ejemplo los mosquitos, esto indica un grave daño directo a la estructura de los ecosistemas y un perjuicio indirecto sobre la salud humana.

Otro estudio muy reciente realizado en el Instituto Tecnológico de Chascomús y publicado en una prestigiosa revista internacional… ha demostrado que el Roundup produce importantes cambios en la comunidad microbiana de las lagunas, alterando por consiguiente sus flujos de materia y energía. Estas alteraciones no pueden ser explicadas solamente por el aumento de fósforo que produce la descomposición del Glifosato sino que están asociadas a los efectos tóxicos directos de la sustancia.

Por último quiero citar nuestros propios trabajos donde hemos demostrado que el Glifosato en su formulado comercial tiene efectos tóxicos importantes sobre las lombrices de tierra, disminuyendo su número y la fertilidad de sus huevos, afectando eventualmente la fertilidad del suelo a mediano y largo plazo.

En síntesis, el Glifosato y, especialmente, sus formulados comerciales, producen daños también en los ecosistemas, provocando disminución de su diversidad, alteración de sus flujos de materia y energía, disminución dramática de algunas poblaciones y una pérdida irreparable de varios servicios ecosistémicos.

En conclusión, la evidencia científica disponible en la actualidad indica que el Glifosato es peligroso tanto para la salud humana como para el ambiente y que produce alteraciones dramáticas en los ecosistemas. Sin ser un experto en cuestiones legales sino sólo un ciudadano responsable y consciente de sus derechos, me pregunto en qué situación queda, en este contexto, el respeto al artículo 41 de la Constitución de la Nación Argentina.+ (PE/EEE)

[Publicado en El Estandarte Evangélico, órgano de la Iglesia Metodista en Argentina. Diciembre 2010 / Ecupres].

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