Al sur del Chaco, los campesinos desplazados por el avance del cultivo de soja abandonan los poblados. En la retirada las escuelas se van quedando sin alumnos y se transforman también en fantasmas.
Por Alejandra Dandán
Diario Página 12
La escuela rural número 488 del Chaco era una escuela modelo. En 1998, tenía una matrícula de 80 alumnos, hoy son 25. Mabel Núñez dejó la escuela el mes pasado. Estaba en quinto grado, pero su familia viajó para instalarse en Buenos Aires. En el Chaco eran peones rurales, vivían justo enfrente de la escuela y sus hermanos hacían changas en las cosechas del algodón, pero el boom de la soja cambió las cosas. El valor de la tierra pasó de 50 pesos la hectárea en 2001 a 8 mil pesos en 2008. En ese lapso, el pueblo dejó el algodón, vendió los campos o los alquila a precios exorbitantes. Una parte de la gente empezó a irse; hay casas abandonadas como edificios fantasmas y también escuelas cerradas.
La escuela 488 Alberto Schweitzer está ubicada al borde de la ruta provincial 5, en el paraje de Campos Las Puertas del sur del Chaco. Hasta aquí era una escuela modelo con un edificio de una planta, tres salones, dirección, una casa, cocina y una sala comedor. Hasta hace unos años, tenía a los alumnos divididos en dos turnos, tres docentes de primaria y una maestra de jardín. Con el correr de la soja, perdió matrícula y el plantel docente pasó de tres a dos. Sus autoridades están convencidas de que el año que viene pueden perder el resto.
“Y Dios quiera que no”, dice el maestro Abel Trejo a PáginaI12. “Y ojalá me equivoque, pero la escuela que no cierre va a perder la gente y va a quedar como sede de personal único”.
Trejo es maestro, también director y concejal de su pueblo. Y sabe lo que sucede alrededor. En un radio de 10 kilómetros, hay otras dos escuelas en problemas. La escuela 716 está ubicada en el paraje Campos Las Puertas, entre Santa Silvina y Venados Grandes. Solía tener una matrícula histórica de 70 alumnos por año, pero hoy apenas tiene siete y sus autoridades no saben si el próximo año la abren. Con la escuela 769 “República del Uruguay” sucedió algo peor. Era una escuela de 80 a 100 alumnos por año que hace dos años se cerró. En el establecimiento sólo queda un casero, a cargo de la custodia de la nada. Alrededor, las cosas no están mejor: a 14 kilómetros, la escuela 215 de la Colonia Curapí cerró hace tres años.
En todos los casos, el diagnóstico es parecido: el avance de la soja empieza a convertir a algunos de esos poblados en fantasmas. Como ya publicó PáginaI12, el desplazamiento de población por razones económicas es uno de los efectos de la soja, sobre todo en el norte del país. En Resistencia hay un cordón de asentamientos de 25 kilómetros de largo a donde viven según datos oficiales, 100 mil de los 360 mil habitantes del Gran Chaco. La Asamblea de Campesinos del Norte argentino denunció en ese marco el crecimiento de parajes fantasmas, y en esa avanzada van vaciándose también las escuelas. Así lo sugiere una denuncia del Centro de Estudios Nelson Mandela “Campos Despoblados”, una Organización No Gubernamental chaqueña que denuncia los flagelos de la región.
“Acá tenemos el éxodo de la gente del campo que se va”, dice el maestro Trejo ante la consulta de este diario. “Los nuevos inversores compraron los lotes individuales y fueron acoplando unos con otros, sumando así grandes extensiones de hectáreas, desplazaron a las chacras pequeñas y la ganadería. Luego afectaron los campos generalmente a cultivos como la soja que, hoy por hoy, es lo que está avanzando”.
Años atrás, Campos Las Puertas no imaginaba ese destino. El lugar se desarrolló económicamente en manos de minifundistas y sobre la base del cultivo del algodón con parcelas de 40 a 100 hectáreas de extensión. En promedio, en cada minifundio vivía una familia de hasta diez integrantes. Y para las épocas de las cosechas, adentro de cada lote había ocho o nueve familias: eran cosecheros o peones rurales que se trasladaban para trabajar en los campos.
En los últimos años, los suelos de Las Puertas sufrieron una baja importante. Durante mucho tiempo estuvieron sumergidos en agua, tapados por las inundaciones constantes de la zona. Empezaron a secarse en los últimos años cuando las tierras empezaron a revalorizarse al calor del boom de la agricultura de exportación. En 2001, la hectárea salía 50 pesos; ahora el valor ronda entre 7 y 11 mil, de acuerdo con la zona. El arrendamiento está en unos 800 pesos de difícil acceso para los lugareños. En esas condiciones, los propietarios de la tierra vendieron o arrendaron y vendieron después. La mayoría de los nuevos dueños son inversores cordobeses que compran la tierra y a su vez se la alquilan a los pools de soja.
En las memorias, la escuela conserva algunas historias del lugar. Entre ellas, el campo de más de 300 hectáreas que está enfrente. Hasta ahora, había pasado de heredero en heredero. Servía para la cría de animales, para descontadoras y para el algodón; en las mejores temporadas le daban trabajo a nueve familias. Con el tiempo, los herederos crecieron, formaron más familias y ahora se encontraron con la nueva presión: los cordobeses también le compraron el campo a ellos. Dejaron el pueblo y detrás suyo, lo hicieron las familias de peones. Mabel Muñoz salió de ese grupo.
“En las escuelas que están cerradas prácticamente no quedan pools de arrendamiento porque ya prácticamente son dueños”, dice el intendente Gustavo Steven de Santa Silvina, la localidad cabecera, victima de una de las sequías mas importantes. “Los cordobeses han comprado las parcelas y no quedan nadie”.
–¿Qué pasó con la gente?
–Una parte está en el pueblo de Santa Silvina, pero otra fue a engrosar los cordones de Resistencia, de Rosario e inclusive mucha se fue a Buenos Aires.
–¿Y qué pueden hacer en el pueblo?
–El pueblo siempre fue uno de los mejores lugares de producción de algodón por fibra y calidad. Siempre. Pero usted ahora puede venir y filmar acá, la gran cantidad de casas abandonadas, ¡gran cantidad! Que eran las casas donde vivían los cosecheros, le hablo de mil, que se instalaban y prácticamente vivían para cosechar algodón. Eran de 100 a 130 mil habitantes, y hoy podemos hablar de 15 mil.