El 19 de julio es el Día de reafirmación de los derechos de los pueblos originarios, fecha resignificada por decisión política del gobernador de la provincia del Chaco, en rememoración del genocidio perpetrado por fuerzas militares en la reducción de Napalpí, un 19 de julio de 1924.
Por Francisco Romero* Fuente: Diario Norte
A 85 años del hecho, su conmemoración no sólo es un deber político y moral de memoria, verdad y justicia, sino también un deber político y moral para con los hijos de su sangre que todavía esperan la definitiva reparación histórica que se debe a los pueblos originarios, y es sobre todo, la posibilidad de descolonizar nuestras conciencias, como condición de posibilidad de un Chaco capaz de garantizar territorio, derechos y dignidad a todo su pueblo.
Los hechos
En las dos primeras décadas del siglo XX asistimos en el Chaco al proceso de constitución y consolidación del sistema capitalista. Hacia 1924 ya figuramos como el primer productor nacional del algodón. Entonces las tierras que pertenecen a los pueblos originarios son codiciadas y arrebatadas por la fuerza del capital extranjero y las políticas de entrega tanto nacional como territorial.
La Reducción o Colonia Aborigen, Napalpí, que en qom, lengua toba, significa cementerio, espacio sagrado, tenía en 1924 una población que rondaba los 900 habitantes. Fundada en 1907, debe su nombre a la llamada Masacre de los Coroneles, conducida por los coroneles Francisco Bosch y Fontana, el 5 de mayo de 1883 contra cientos de aborígenes, liderados por el Cacique Juanelari.
Durante tres meses de 1924 desarrollan la primera huelga agrícola aborigen de la historia de la Argentina. Pedro Maidana, cacique toba, los lideraba. Están acompañados por mocovíes y también hacheros criollos, correntinos y santiagueños.
¿Qué piden? Condiciones dignas de trabajo, el respeto por la tierra en donde viven y trabajan, que se les pague en pesos y no en vales, cese del maltrato físico y respeto por sus creencias. Y libertad para desplazarse por el país.
La huelga es pacífica. El hambre azota. Y sin embargo desde Resistencia las voces de siempre hacen galopar a los jinetes del Apocalipsis: las presiones, por un lado, de ciertos medios y en especial empresariales, dentro y fuera del Chaco son muchas. Mister Strive, el gerente de La Forestal, exige al gobernador del Territorio Nacional del Chaco, Fernando Centeno, que resuelva drásticamente el conflicto.
Y Centeno lo hace en los términos que el ideal civilizatorio resuelve lo que obstaculiza su afán depredador: aniquilamiento. El 18 de julio da la orden al jefe de policía del Territorio Nacional, para que avance con 130 efectivos y algunos civiles a la zona del conflicto y que procedan a rodear la reducción donde se concentra la huelga aborigen.
El 19 de julio se produce la matanza. A las 8 de la mañana, para sacarlos de la espesura del monte donde están los huelguistas, arrojan primero bombas que producen el incendio del monte, de las tolderías y de cientos de cuerpos convertidos en segundos en llamas de carne y espanto. Luego ametrallan.
No hay armas de fuego entre los huelguistas. No obstante, 130 hombres descargan con sus fusiles Máuser y Winchester, más de 5 mil cartuchos en menos de dos horas, sin tener una sola baja. Luego degüellan a muertos y heridos. Como trofeo de guerra les arrancan las orejas y los testículos y cortan y mutilan los pechos de las mujeres. Los pocos sobrevivientes que se entregan corren la misma suerte: empalamientos, torturas y vejaciones. En total hay allí cuatrocientos cincuenta y ocho cadáveres.
Para que la tropa no flaquee en su determinación criminal, la emborrachan con caña paraguaya Angelito, mientras se manda a hacer un gran asado para toda la milicada. El monte huele-hiede a sangre, asado y horror, como el 13 de diciembre de 1976 tras otra masacre, la de Margarita Belén.
Las persecuciones y los asesinatos de los pocos sobrevivientes que lograron escapar siguen durante tres meses. Las memorias de una anciana qöm, Melitona Enrique testimonia la furia de esos chacales. “No deben quedar testigos”, ésa es la consigna de los pioneros de las desapariciones del siglo XX.
Lucha por la dignidad
Ochenta y cinco años después, las huellas del genocidio –etnocidio– es una trágica perversa herencia de 16 años de sistemático abandono de personas por manifiesta discriminación racial, cuyos impactos graves son los flagelos de la desnutrición y las enfermedades de la indigencia. Más de veinte personas murieron por gravísimos cuadros de desnutrición, chagas y tuberculosis. El ecocidio, feroz desmonte de nuestras tierras originarias, saquearon y todavía saquean sus patrimonios culturales ancestrales.
Porque todavía no terminamos de comprender que ese genocidio de los pueblos originarios fue y puede ser nuestro ecocidio, el desmonte que aún no cesa y que puede llegar a convertir en páramo desierto lo que fuera selva impenetrable. Porque aún no sabemos relacionar las luchas de los pueblos originarios, sus denuncias y reclamos por el destino de las tierras públicas, con nuestras necesidades y derechos colectivos y batallas fragmentarias. Porque no comprendemos que del destino de sus luchas depende la posibilidad de tierra, agua, aire y vida dignas para todos los chaqueños.
Falta mucho, es cierto. Pero estamos en el camino de la reconstrucción social y cultural.
Hoy, 85 años después, los pueblos originarios, qöm y mocöi no olvidan y siguen luchando por su dignidad. Y hay hoy en la provincia, un gobierno que pidió perdón a los pueblos originarios por los crímenes de lesa humanidad del 19 de julio de 1924. Sucedió un 16 de enero y también el 19 de julio. Se inició el año pasado, el día en el que Melitona Enrique cumplía 107 años.
Acciones imprescindibles
Hoy Melitona no está, pero su rostro pueden verlo los docentes y alumnos de las escuelas chaqueñas, porque tanto la Subsecretaría de Educación como el Instituto de Cultura, hemos editado un CD interactivo para explicar qué fue tal masacre y sobre todo por qué se produjo. En la presentación de ese CD Juan Chico, qöm, nacido y criado en Napalpí, dijo que la escuela era el lugar en el que se los combatía culturalmente, por eso estaba contento que ahora se hiciera otra cosa. Y además, tanto Juan Chico como Mario Fernández presentaron en Colonia Aborigen, hace un año, La voz de la sangre, un libro de sus autorías, editado por el Instituto de Cultura, sobre la masacre de Napalpí, escrito en qöm y castellano, para romper, como él dice, el silencio histórico. Ese libro inaugura una nueva colección. Se llama Aprender a leernos. La frase pertenece a Lecko Zamora, escritor wichí.
Asimismo, hemos avanzado en las acciones que entendemos imprescindibles para hacer realidad las políticas que aporten a la descolonización cultural de nuestros pueblos. En este sentido la sanción de la Ley Provincial de Cultura, con la consiguiente creación del Instituto de Cultura del Chaco, y la definición de incorporación a su Directorio del Vocal electo de Pueblos Originarios y la Dirección de Cultura Indígena en su organigrama (única Dirección estipulada en la ley), implica contar con la herramientas jurídico política para que determinados caminos no tengan retroceso en la historia de la definición de nuestra Identidad.
En dicha perspectiva, también se pueden destacar la Colección de Conmemoraciones, producida por el área de investigaciones históricas del Museo del Hombre Chaqueño: “11 y 12 de octubre”, “Las huellas del Ñandú”; La recuperación de la Fundación Chaco Artesanal, hoy integrada y conducida por miembros de los Pueblos originarios; la Jerarquización real del Coro Toba y el lugar de relevancia que hoy tiene en el Centro Cultural Leopoldo Marechal; el aporte al Encuentro de Ancianos Wichi en el Sauzalito y la Feria de Artesanías de Quitilipi; la imposición del nombre de Melitona Enrique a la Feria del Libro en Sáenz Peña; la incorporación de un equipo de escritores de pueblos originarios para que constituyan parte central de la redacción de un libro que reelabora y reescribe la historia del Chaco, con especial consideración al Chaco originario, para romper con la versión hegemónica de que la historia de nuestro territorio empezó recién en 1878; la resignificación conceptual del vocablo Chacú, como unidad de lo diverso para la búsqueda del alimento colectivo; la consigna Chaco todas las Culturas; la designación de la fecha que el Chaco eligió para conmemorar reflexivamente el Bicentenario, 19 de julio, fecha ahora definida como Día de Reafirmación de los Derechos de los Pueblos Originarios.
Día de reafirmación
Porque hoy es el día de reafirmación de los derechos de los pueblos originarios. Porque algo empieza a cambiar de a poco en nuestras conciencias colonizadas durante tanto tiempo. Porque no queremos trabajar para ellos, sino con los pueblos originarios.
Por eso acompañamos con profunda convicción la creación del Mural de la Memoria de la Masacre de Napalpí, que la comunidad de La Matanza, decidiera que se realizara, colectivamente, en una de las paredes exteriores del Centro Cívico de Colonia Aborigen.
Porque la historia a veces es una llaga abierta que puede transformar un dolor indecible en nueva mirada, en ojo de justicia y hambre de verdad. Porque hoy nos interpela desde sus heridas que más temprano que tarde debemos asumirlas como propias. Nos va la vida en ello. Para desear y merecer y luchar por un destino de plena hermandad, libertad, justicia social y soberanía.
*Presidente del Instituto de Cultura del Chaco.
PINTAN MURAL COLECTIVO
Comenzó ayer y se inaugurará hoy, en Colonia Aborigen, un mural colectivo realizado en conmemoración a la Masacre de Napalpí, en 1924. Participan de la experiencia artistas qom, profesores de educación plástica de la escuela primaria y artistas invitados por el Instituto de Desarrollo Social y Promoción Humana (INDES), entre ellos Fernando “Cany” Soto, chaqueño radicado en Ushuaia.
“Asimismo, se suman a la pintura artistas plásticos que habían participado del mural de la masacre de Margarita Belén, en el aula magna de la UNNE, quienes se reúnen después de 23 años en una actividad similar, en técnica y contenido” sostuvo Francisco Romero, presidente del Instituto de Cultura.
A 85 años de esa masacre, el mural será descubierto por referentes indígenas de los lotes 38, 39 y 40 de Colonia Aborigen, de La Matanza, autoridades y dirigentes presentes.
La pintura del mural se realiza en un muro de 3 por 4 metros en el Centro Cívico La Central, donde se realizan continuas actividades comunitarias.
El 19 de julio de 1924, por orden del gobernador del Territorio Nacional del Chaco, Fernando Centeno, una partida de ciento veinte hombres entre oficiales, suboficiales y agentes de la policía del Territorio, más diez civiles y seis indígenas colaboracionistas, reprimieron ferozmente la huelga que indígenas qom, moqoit y obreros de Santiago del Estero y Corrientes llevaban a cabo en la Reducción de Napalpí, para reclamar por el precio del algodón. La represión dejó más de quinientos muertos entre los manifestantes y ninguna baja en las fuerzas policiales. Este trágico hecho es recordado como la Masacre de Napalpí.
A partir del hecho, el gobierno de la provincia decretó declarar el 19 de julio como el Día de la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios.