Hace trece años, Sofía Gatica, dio a luz una hija con graves malformaciones en sus órganos que murió a los pocos días de nacer. Decidió averiguar la causa y en esta búsqueda se dió cuenta que eran muchos los vecinos del Barrio Ituzaingó de Córdoba los que morían de cáncer o estaban enfermos. La causa: su exposición permanente a las fumigaciones de los campos de soja que rodean el barrio. Así comenzó su lucha, junto a otras mujeres, contra los agrotóxicos.
Nunca imaginó que, una década después, sería la ganadora del Premio Goldman, uno de los galardones más importantes del mundo para luchadores por el medio ambiente junto al Premio Nobel Alternativo y el Premio Global 500 de Naciones Unidas.
Fuente: LT10 (Córdoba)
Hace trece años, Sofía Gatica, dio a luz una hija. Tres días más tarde, los riñones del bebé dejaron de funcionar. La madre decidió averiguar lo que había ocasionado su muerte. Sofía comenzó a hablar con sus vecinos de Ituzaingó, un barrio de trabajadores de la ciudad de Córdoba con 6.000 habitantes rodeados por campos de soja, y se alarmó ante la gran cantidad de personas enfermas, muchas de ellas de cáncer, sin hasta entonces una explicación.
Cuando comenzó a averiguar por qué tanta gente de Ituzaingó se moría de cáncer o estaba enferma, Sofía nunca imaginó que hoy, una década después, sería la ganadora nada menos que del Premio Goldman, uno de los galardones más importantes del mundo para luchadores por el medio ambiente junto al Premio Nobel Alternativo y el Premio Global 500 de Naciones Unidas.
Gatica había invitado a un grupo de vecinos a su casa para hablar sobre qué podrían hacer. Con una educación de escuela secundaria y sin experiencia en organización, Gatica colaboró a fundar las “Madres de Ituzaingó”, un grupo de 16 mujeres que desde entonces trabajan juntas para poner fin al uso indiscriminado de agroquímicos que intoxicó a su comunidad.
Sofía y el grupo de madres empezaron a ir de puerta en puerta para hacer el primer estudio epidemiológico de la zona y descubrir los graves efectos que la fumigación con pesticidas y otros agrotóxicos estaba teniendo en las familias de Ituzaingó. Los vecinos informaron los casos de cáncer, que resultaron ser 41 veces más que el promedio nacional (algunos médicos sospechan que muchos otros casos aún no se denuncian). También relevaron altas tasas de leucemia, alergias, enfermedades neurológicas y respiratorias, defectos de nacimiento y mortalidad infantil.
A partir de los resultados que confirmaban sus temores –el agua que tomaban de sus tanques estaba contaminada con plaguicidas, y los análisis revelaron tóxicos en la sangre de numerosos niños–, siguieron trabajando para cambiar la realidad del barrio –señala el diario La Voz del Interior.
Mapa del cáncer
Con los resultados de un “mapa del cáncer” y datos fehacientes de la prevalencia excesivamente alta de otras enfermedades, las Madres de Ituzaingó convocaron a organizaciones y profesionales de diferentes zonas del país y así se puso en marcha la campaña “Paren de Fumigar”. Hicieron conferencias de prensa y demostraciones, y publicaron folletos para advertir al público sobre los peligros de los agrotóxicos. Gatica también se reunió con instituciones de investigación para solicitar los estudios científicos que evaluaran lo que el grupo de mujeres había descubierto en Ituzaingó.
Gatica y las Madres de Ituzaingó se enfrentaron a un trabajo cuesta arriba, con muy pocos recursos y ningún acceso directo para exigir la rendición de cuentas de las compañías agroquímicas globales que operan en el país. También soportaron diferentes presiones para que renunciaran a la campaña. A pesar de estos desafíos el trabajo de Sofía y el grupo de madres ha tenido efectos sorprendentes.
En 2008, la presidenta de la Argentina ordenó al ministro de Salud investigar el impacto del uso de agroquímicos en Ituzaingó. El estudio resultante –realizado por el Departamento de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA)– corroboró la investigación hecha por las madres de puerta en puerta vinculando la exposición a agrotóxicos con efectos para la salud pública.
Sofía es una de las Madres de Ituzaingó cuya lucha expuso en todo el país las consecuencias del uso de plaguicidas –en especial, para la soja– cerca de las zonas urbanas. Lo hizo a pesar de la resistencia de las autoridades de entonces a reconocer que en ese sector de la ciudad de Córdoba algo grave estaba pasando, como demostraron diversos estudios posteriores –señala La Voz del Interior.
Gatica posteriormente logró que una ordenanza municipal prohíba la fumigación aérea en Ituzaingó a una distancia menor a 2.500 metros de las viviendas. En una victoria sin precedentes, un fallo de 2010 de la Corte Suprema de Justicia no sólo prohibió que se apliquen agrotóxicos cerca de zonas pobladas, sino que también invirtió la carga de la prueba: en lugar de que los vecinos tengan que demostrar que las fumigaciones causan daño, el gobierno y los productores de soja ahora tienen que probar que los productos químicos que usan son seguros.
Otros municipios en la Argentina han llegado a Gatica en busca de ayuda frente a problemas similares en sus vecindarios. Reconociendo la magnitud del problema, Sofía está trabajando con la campaña “Paren de Fumigar” para prohibir todas las fumigaciones aéreas en la Argentina y crear zonas de amortiguamiento para que no se utilicen agroquímicos en las proximidades de zonas pobladas y cuerpos de agua.
“Paren de Fumigar”
Argentina es el tercer mayor exportador mundial de soja. Cada año, para mantener este monocultivo se desparraman casi 300 millones de litros de agrotóxicos. Las sustancias activas de las mezclas usadas para fumigar contienen principalmente glifosato –ingrediente dominante en los herbicidas– y endosulfán, un pesticida que según expertos de las Naciones Unidas debe prohibirse en todo el mundo. La prohibición del endosulfán en Argentina entraría en vigor en julio de 2013.
Recientemente investigadores de la Universidad de Río Cuarto, Córdoba, plantearon su preocupación ante las consecuencias para la salud y el ambiente que acarrean los monocultivos “tóxico-dependientes”. En 2011, indicaron, ya se habían superado las 17 millones de hectáreas sembradas con soja en Argentina. La cifra representa cerca del 65% de la superficie total cultivada del país.
Si bien los fabricantes afirman que no hay riesgo para los seres humanos, en un estudio de 2008 científicos descubrieron que incluso en bajas concentraciones, el glifosato provoca la muerte de embriones humanos y de células de la placenta y del cordón umbilical. Por su parte el endosulfán es un disruptor endocrino altamente tóxico que ha sido prohibido en 80 países, incluidos los de la Unión Europea, a causa de las amenazas para la salud humana y el ambiente. En mayo de 2011, se añadió a la lista de la ONU de los “contaminantes orgánicos persistentes” que deben dejar de ser producidos y comercializados.
La campaña “Paren de fumigar”, es un colectivo nacional de organizaciones que plantea la necesidad urgente de prohibir la aplicación aérea de agroquímicos, la separación de las áreas urbanas de las fumigaciones terrestres y la reconversión de los cultivos a la agroecología.
A comienzos de junio se iniciará un juicio inédito que sienta en el banquillo a dos productores y a un aeroaplicador cordobeses, acusados de haber violado las restricciones para fumigar en una zona urbana, concretamente en Ituzaingó Anexo. Será el primer proceso judicial de este tipo en Argentina, y tendrá a Sofía Gatica y las Madres de Ituzaingó entre los principales protagonistas.
Otros ganadores 2012
Ikal Angelei (Kenia), por su lucha contra la construcción de una represa que podría bloquear el acceso al agua de las comunidades que habitan alrededor del lago Turkana. Edwin Gariguez (Filipinas), sacerdote católico que lidera un movimiento de base contra una mina ilegal de níquel para proteger la biodiversidad de la isla Mindoro y a sus indígenas. Ma Jun (China), logró que las empresas mejoren sus prácticas a través de una base de datos que muestra qué fábricas violan las normas ambientales en su país. Evgenia Chirikova (Rusia), moviliza a sus conciudadanos para exigir el desvío de una ruta que atravesaría el bosque Khimki, el “pulmón verde” de Moscú. Caroline Cannon (EEUU), lleva la voz de su comunidad Inupiat, en Point Hope, en la batalla para mantener a las aguas del Ártico a salvo de perforaciones de petróleo y gas.
El Premio Ambiental Goldman, fue creado en 1989. A cada uno de los seis ganadores, uno por cada continente, le corresponden 150 mil dólares. Los premiados son seleccionados por un jurado internacional a partir de nominaciones secretas remitidas por una red mundial de personas y organizaciones ecologistas.