Los problemas que plantean hoy la apertura y globalización, repercuten fuertemente en este tipo de agricultura. La competencia, la descentralización, la presencia de nuevos actores, son datos de contexto que no podemos ignorar. En la medida que los pequeños agricultores no cumplan con las reglas que los intermediarios exigen, sus condiciones de participar en los mercados quedarán bastante restringidas.
Por Alejandro Schejtman – Investigador Principal RIMISP Fuente: Revista IICA nº 5
Consecuencia de esta dinámica, encontramos que dicha apertura ha significado un impacto muy asimétrico en el sector rural. Ha beneficiado a algunas regiones, algunos productores y algunos productos, pero los más afectados siguen siendo el sector de la agricultura familiar.
A lo anterior se suman los cambios en la dinámica de la población y el empleo. Es decir, estamos asistiendo a un incremento creciente del empleo rural no agrícola a ritmos muy superiores a los del empleo agrícola. El ingreso rural no agrícola ha superado en más de un 40% en el total de los ingresos, y crece a tasas mucho más aceleradas que el empleo agrícola.
Caracterización
Pongamos en contraste la agricultura campesina de la agricultura empresarial.
El objetivo de la producción en la pequeña agricultura es la reproducción de la familia y de la unidad de producción mientras que en la empresarial se trata de ganancias y acumulación de capital. El origen de la fuerza de trabajo en una el grueso es familiar, y en otro la mano de obra contratada en un mercado de trabajo definido por tasas de salario. El compromiso laboral del jefe con su mano de obra, en el caso de la agricultura familiar es absoluto pues no se puede regular la fuerza de trabajo como lo hace la empresa capitalista, ya que su relación está dada por relaciones familiares. El grado de vinculación con el mercado es muy distinto también, los criterios de intensificación del trabajo y la incertidumbre son muy diferentes en una y otro tipo de agricultura.
Esta caracterización, nos lleva a insistir en la necesidad de políticas diferenciales y con rasgos definidos para la agricultura familiar pero adicionalmente, también dentro de la propia agricultura familiar porque existe una gran heterogeneidad.
Según un trabajo reciente de FAO y BID, la agricultura familiar se puede caracterizar en tres tipos: de subsistencia
(60%), transición (28%) y consolidada (12%) Otro dato interesante, es que a pesar de la reducida disponibilidad de activos y de los relativos bajos niveles de productividad, la agricultura familiar es un importante proveedor de muchos de los alimentos básicos de consumo popular: en Brasil 67% fríjol, 84% yuca, 49% maíz y 52% la leche; en Ecuador 85% la cebolla; Bolivia 70 % maíz y arroz, la casi totalidad de papa y yuca, y así sucesivamente. Es evidente el peso e importancia que tiene la agricultura familiar.
Cabe reconocer que hay un mejoramiento significativo en muchos países latinoamericanos. De 13 países, 9 muestran disminuciones importantes de la pobreza, entre ellos Brasil y México. Sin embargo Colombia, Republica Dominicana y
Perú muestran incrementos. De cualquier forma, la reducción o incremento relativo de la pobreza, en casi todos los países, la peor parte se la lleva la agricultura familiar.
Desarrollo para la agricultura familiar
El marco estratégico para el desarrollo de la agricultura familiar está dado en el documento Agricultura para el Desarrollo, elaborado por el Banco Mundial en el año 2008. Según el informe, las vías de salida de la pobreza para los pequeños productores serían: la vía agrícola, la vía del empleo rural no agrícola, la migración y una combinación de dichos elementos.
Vía agrícola: plantea mejorar el acceso al mercado con cadenas de valor eficientes y buscar mercados dinámicos, con ventajas de escala.
Vía no agrícola: apunta a mejorar los medios de vida en la agricultura de subsistencia en términos de empleo rural no agrícola que plantea grandes desafíos a la orientación de los bienes públicos.
Migración: que ha resultado ser una de las más efectivas para los productores con mayores niveles de educación y para las mujeres.
El desarrollo territorial rural aparece planteado como una opción para integrar las distintas vías, que básicamente apunta a fortalecer la incorporación de los productores a mercados de mayor valor agregado, junto a un desarrollo de habilidades necesarias para incorporarse al empleo no agrícola.
Estamos haciendo referencia a un proceso sostenido en base a dos pilares, uno la transformación productiva y otro el cambio institucional, referido a cambios en las reglas de juego que hagan que las ventajas de la transformación productiva permitan reducir la pobreza y mejorar la sustentabilidad.
En definitiva lo que se busca es hacer de este proceso de crecimiento, un proceso inclusivo, y de esta forma intentar impulsar círculos virtuosos de crecimiento, mejor distribución y reducción de la pobreza.
Vea detalles de esta propuesta en www.rimisp.org