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Biocombustibles: la nueva frontera

El paso del tiempo acota cada vez más los recursos fósiles; los especialistas dicen que es hora de acelerar la generación de energías alternativas

Fuente: Diario Las Nación

El mundo se acerca cada vez más a la última frontera de los combustibles fósiles. No habrá petróleo para siempre. ¿Ha llegado el momento, entonces, de acelerar el paso en la producción de la bioenergía, del biogás y de los biocombustibles como alternativa? Algunos países ya lo están haciendo, y la Argentina no debe perder el tren.

Alemania es líder en el desarrollo de tecnologías para las energías renovables, tanto en la sustitución de combustibles fósiles derivados del petróleo como en la reducción en la emisión de gases con efecto invernadero.

En los Estados Unidos, Barack Obama lleva adelante su “agenda verde”, que en plena campaña presidencial planteaba la creación de tres millones de puestos de trabajo y el impulso de la agricultura energética.

“En estos días, el gobierno norteamericano incrementó su apuesta llevando a 15.000 millones de dólares los niveles de inversión en laboratorios e investigación, carrera que se asemeja a la de los años 60, que se hizo para llevar al hombre a la luna”, dijo el ingeniero Jorge Hilbert, del Instituto de Ingeniería Rural del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

En América del Sur, países como Perú, Chile y Brasil tienen pleno desarrollo estas tecnologías. La semana pasada, en San Pablo, se realizó la segunda cumbre del Etanol para discutir el futuro de este biocombustible.

A fines de este mes China realizará en Pekín un congreso sobre biocombustibles y etanol. “Tanto el gigante asiático como India entendieron muy bien que debían abrir sus fronteras al ingreso de tecnologías verdes. Las aprendieron y ya las ejecutan por sí solos”, dijo a LA NACION Tobías Winter, supervisor de Medio Ambiente y Energías Renovables de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana en Buenos Aires.

Tanto Winter como Hilbert participaron del Foro Tecnológico Argentino-Alemán de Bioenergía, realizado el miércoles pasado en Buenos Aires y donde hablaron otros destacados especialistas.

En el país

Desde el año último en la Argentina el INTA lleva adelante el Programa Nacional de Bioenergía. “Los proyectos apuntan a distintas fuentes de biomasa (productos vegetales, residuos agropecuarios y agroindustriales, entre otros) de cuyo aprovechamiento surge la bionergía”, definió Hilbert.

¿Y qué se entiende por bioenergía? “Es todo componente de origen biológico factible de ser convertible en lo que nosotros llamamos vector energético que puede ser gaseoso, líquido o sólido y excluimos de esta definición el petróleo, el gas y carbón, que tienen el mimo origen pero que pasaron millones de años para que eso quedara almacenado en las profundidad de las distintas capas del suelo.”

Uno de los proyectos trabaja sobre residuos y cultivos con finalidad energética. Otro está orientado a cultivos de desarrollo estratégico como la jatrofa (una planta de la familia del risino, es un arbusto perenne, de zona tropical y subtropical) y un tercero se ocupa de lo que son los biocombustibles de segunda y tercera generación, que tienen que ver con el aprovechamiento de la celulosa.

¿Por qué vale la pena pensar en la bioenergía?, se lo consultó. “Porque es una de las alternativas energéticas de un conjunto donde están incluidas la solar y la eólica”, respondió Hilbert, pero advirtió que no es la solución para el reemplazo del petróleo ni mucho menos.

En el caso particular del biodiésel, Hilbert dijo que la capacidad instalada en la Argentina ronda el millón y medio de toneladas de producción en las plantas ubicadas cerca del complejo portuario en Rosario, en donde también se levantan las aceiteras.

Pero agregó que la industria del biodiésel tiene fuertes vaivenes del mercado así que nada es de extrañar que las plantas en determinados períodos se encuentren no operativas cuando sea más rentable exportar directamente el aceite.

Los biodigestores

Como se dijo, esta actividad en el país es incipiente. Y algunos casos valen como ejemplo. Es lo que ocurre con la empresa Bio Metanos del Sur SA. Juan Pablo García Delfino, del departamento comercial, explicó cómo trabajan.

“Hace cinco años comenzamos a buscar una solución ambiental por los malos olores que emitía el criadero con un plantel de 10.000 animales, ubicado a unos cuatro kilómetros del centro de Marcos Paz, localidad ubicada a unos 50 kilómetros de la Capital Federal”, señaló el empresario.

“Como acá en la Argentina no encontramos soluciones, el gerente de la empresa, Hugo García, viajó a Brasil y allí se contactó con una empresa japonesa que estaba instalando su primer biodigestor en ese país”, agregó García Delfino.

Explicó que con una inversión de 150.000 dólares trajeron los nuevos equipos para el criadero.

El biodigestor es como una gran bolsa hermética de PVC en donde se depositan por un caño (también de PVC termofusionado) el estiércol, la orina de los animales y el agua de la limpieza de los galpones.

“A los 30 días, por un proceso de fermentación surge el biogás que se acumula en la parte superior de la estructura mientras que por vasos comunicantes los líquidos escurren hacia una pileta de contención y se utilizan como fertilizantes”, agregó.

El biogás lo utilizan para calentar los granos de soja (se desactiva la proteína que no pueden digerir los animales) de uso propio en la alimentación de sus rodeos y de terceros, lo que le representa el ahorro del gas que compraban (18.000 pesos por mes) e ingresos extras por el servicio a otros criaderos.

Otro ejemplo

Uno de los disertantes del foro, Karl Reinhard Kolmsee, de la empresa Smart Utilities Solutions GmbH, de Alemania, contó el ejemplo de un cliente que tienen en el Perú.

Se trata de un establecimiento avícola, que no sabía qué hacer con la acumulación de guano, “que es muy agresivo para utilizarlo directamente como fertilizante”.

Entonces, según Kolmsee, la empresa decidió incorporar biodigestores, con los cuales, tras el proceso de fermentación obtiene el gas que se utiliza para uso propio en los calefactores de los galpones del criadero, y para alimentar los generadores de electricidad, mientras que los líquidos se destinan como fertilizantes.

Por Roberto Seifert
LA NACION

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