Algunos años atrás, grandes extensiones de tierras que antes se dedicaban a la producción de alimentos para los seres humanos fueron desplazadas para producir alimentos para animales o para generar agrocombustibles. Además, los acelerados procesos de urbanización cubren con asfalto y cemento suelos ricos en nutrientes que anteriormente producían alimentos. En el fondo de todo ello subyace el patrón de desarrollo impuesto, el cual ha provocado una profunda alteración de ciclos y elementos centrales de la naturaleza como el clima, el agua o la biodiversidad.
Por Tatiana Roa Avendaño Fuente: Ecoportal.net
Introducción
A inicios del año 2008 ya nadie se atrevía a negarlo, al lado de otras crisis, la humanidad estaba sufriendo también una crisis alimentaria. No era para menos, cada vez grandes masas de la población pasan el día con una sola comida, los niveles de subnutrición crecen, los precios de los alimentos están por las nubes, la producción alimentaria se destina a otros fines.
Algunos años atrás, grandes extensiones de tierras que antes se dedicaban a la producción de alimentos para los seres humanos fueron desplazadas para producir alimentos para animales o para generar agrocombustibles. Además, los acelerados procesos de urbanización cubren con asfalto y cemento suelos ricos en nutrientes que anteriormente producían alimentos.
En el fondo de todo ello subyace el patrón de desarrollo impuesto, el cual ha provocado una profunda alteración de ciclos y elementos centrales de la naturaleza como el clima, el agua o la biodiversidad. Estamos frente a una burbuja económica agroalimentaria(1), el deterioro de los suelos es creciente, los acuíferos están agotándose, la desertificación avanza y los ciclos climáticos se encuentran alterados sin permitir que los campesinos puedan definir con claridad sus épocas de siembra. “La intensa alteración de los ciclos ecológicos apunta a un desbordamiento sistémico de los límites vitales de la biosfera, con profunda incidencia en las condiciones de vida de amplios sectores de la población mundial”(2).
Las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), nos indican que cada vez es mayor el número de personas que padecen de hambre crónica “en 2007 aumentó en 75 millones, muy por encima de la estimación […] de 848 millones de personas subnutridas en 2003-05”(3). De acuerdo a los datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Banco Mundial (BM), 100 millones de personas carecen de comida suficiente para garantizar su sobrevivencia(4), Asia y el Pacífico y África subsahariana son las regiones que cuentan con más hambrientos en el mundo, en 2003-05, entre ellas juntas contabilizaban el 89 % de las personas hambrientas en el mundo, es decir 750 millones de personas.
Desde inicios de la presente década el precio de los alimentos comenzó un fuerte incremento, llegando a su pico a mediados de 2008, y sigue sin mostrar signos de descenso importantes. Hay un aumento sostenido en los precios de los alimentos básicos, y si bien las existencias mundiales de cereales aumentaron en los años 2004-2005, en el período siguiente disminuyeron, dado que la demanda aumentó más que la producción. Entre enero de 2005-2006 y junio de 2008, los precios del maíz casi se triplicaron, los precios del trigo aumentaron 127 por ciento y los del arroz 170 por ciento.
Siguiendo la tendencia de los precios de los cereales, los precios de las grasas y aceite comenzaron a subir a mediados de 2006, igual sucedió con las semillas para los cultivos de oleaginosas, que entre 2004-2005 fue mayor del 13 por ciento al año anterior. Los precios de otros alimentos, como el azúcar, los cítricos, los plátanos, los camarones y las carnes, se incrementaron un 48 por ciento desde enero de 2005 hasta junio de 2008 (Mitchell, 2008: 3).
La aguda situación humanitaria producto de la crisis alimentaria ha levantado una ola de protestas alrededor del Planeta. Arranca en México, en el año 2007, con la guerra de las tortillas, meses después, en el 2008, se produce la huelga del espagueti en Italia. Durante este último año las protestas van de Egipto a Bangladesh, de Haití a Yemen, de Senegal a Tailandia. La crisis resonaba por el globo terráqueo. Las voces de millones de trabajadores, campesinos, de gentes de poblaciones urbanas y rurales han denunciado que con sus precarios ingresos no logran cubrir sus necesidades básicas alimentarias. Las gentes más pobres utilizan más del 70 % para la compra de los productos básicos. En las protestas también reclaman a sus gobiernos por medidas que atendieran la situación alimentaria y del campo.
Habían pasado tres décadas con una tendencia más bien a la baja del precio de los alimentos. Desde las crisis petroleras de 1973 y 1982, el mundo no había experimentado un incremento tan fuerte. Lo curioso es que en las últimas décadas se ha sucedido un crecimiento importante de la producción de alimentos, es así como, desde 1961, la población se duplicó mientras la producción de alimentos creció tres veces. Aún así, los hambrientos siguen aumentando y la humanidad vive una crisis alimentaria de proporciones dramáticas, una verdadera tragedia humanitaria.
La crisis alimentaria es también una crisis del desarrollo como bien lo plantea la UNCTAD: “But beyond its immediate humanitarian dimensions, it is also a crisis of global development policy. This is in itself a tragedy, especially at a time when the new generation of globalization has brought great benefits for many(5)”
Este documento buscará establecer las relaciones entre la agricultura, la producción de alimentos y el desarrollo. Pretenderá desarrollar las causas que han precipitado la crisis y los elementos que articulan la crisis alimentaria con las políticas de desarrollo impuestas durante las últimas décadas, terminará con una reflexión sobre lo que podría acontecer de no tomar decisiones radicales que transformen la actual tendencia.