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21 de Marzo. Día Forestal Mundial. Sin bosques no hay vida

En el año 1971, a instancias de la Confederación Europea de Agricultura, los estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), aceptaron que todos los 21 de marzo se recordara el Día Forestal Mundial. La fecha representa el primer día de otoño en el hemisferio sur y el primer día de primavera en el hemisferio norte, a fines de otorgarle un carácter simultáneo en todo el mundo. A través del tiempo, la mayoría de los países apoyaron esta iniciativa, a pesar de que su conmemoración no es similar en todos: unos “celebran” a viva voz el acontecimiento, otros se “olvidan” impunemente y los más no tienen idea de la significancia ni de la trascendencia y repercusión directa en la calidad de vida humana que brindan las masas arbóreas.

Fuente: Eco21  / http://eco21.com.ar/

Los bosques del mundo son de vital importancia para la sobrevivencia diaria de más de 300 millones de indígenas y campesinos, que dependen de los ecosistemas boscosos en forma directa. Estas comunidades han ideado sofisticadas normas de manejo de cuencas, áreas colectoras de agua y ecosistemas boscosos frágiles y poseen un patrimonio de conocimiento sobre el uso racional del suelo y la protección del bosque. Sin embargo, aquellos que se benefician en forma indirecta, raramente reconocen la tarea de estas comunidades.

La palabra “forestum”, que tuvo su origen en el siglo III, significa el lugar donde se realizaban las partidas de caza y monterías, atribuyéndose a los cazadores la primitiva vigilancia de los bosques. El alcance de este concepto se ha ido ampliando y, en oportunidades, se utilizan como sinónimos las distintas formaciones geobotánicas. En forma clásica, se denomina selva a las expresiones máximas de la vegetación propias de las regiones tropicales con incontables especies de árboles de cuatro magnitudes entrelazados por enredaderas, más o menos cubiertos por plantas epífitas y parásitas; bosque es el lugar con árboles con menor talla que los selváticos y con menor número de especies, propio de climas subtropicales, templados y aún fríos; y monte, un bosque bajo, más o menos ralo, mezclado con matas y arbustos, frecuente por lo general en las regiones de escasas precipitaciones pluviales.

Resulta interesante aclarar que una plantación forestal no es un bosque plantado, ya que resulta evidente que no es posible plantar ni la diversidad de flora y fauna que caracteriza a un bosque, ni el conjunto de interacciones con los elementos vivos e inorgánicos que se dan en el mismo. Una plantación comercial a gran escala se compone de una o dos especies de árboles (a menudo, exóticos), plantados en bloques homogéneos de la misma edad y muy escasas especies de flora y fauna.

Una variante peligrosa ha aparecido en el horizonte de la forestación comercial que también puede llevar a confusión a más de un desprevenido: los árboles transgénicos, manipulados genéticamente en laboratorio para realzar determinadas características y servir mejor a los intereses de quienes financian su investigación de modo de mejorar la rentabilidad de los negocios involucrados. Un numeroso creciente de expertos plantean que jugar con los genes de los árboles puede llevar a problemas futuros impredecibles y que, desde una perspectiva biológica, no existe mejora alguna.

Árboles y más árboles

Para el año 2007, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) propuso plantar un millón de árboles en todo el planeta. Esa expectativa fue cubierta con creces por grupos de voluntarios que superaron, incluso, la acción de las políticas gubernamentales de cada país. Esta predisposición y voluntad manifiesta refleja la preocupación creciente de las comunidades por la forestación.

En Argentina

Los últimos registros en nuestro país reflejan una pérdida exponencial en los últimos años, donde se ha llegado a deforestar hasta 300.000 hectáreas anuales; como ejemplo, en la provincia de Salta, poco antes de sancionarse la Ley de Presupuestos Mínimos de los Bosques Nativos en el 2007, se autorizó la deforestación de casi medio millón de hectáreas. Sin embargo, durante un año debería suspenderse toda tala en el territorio de la Argentina, hasta tanto cada provincia realice su mapa de riesgo de foresta nativa. En Santa Fe, durante 2008 existen denuncias de tala en los departamentos Las Colonias, San Justo, Vera y General Obligado.

En el campo y en la ciudad

A la importancia estratégica de la forestación en las áreas rurales productivas y en áreas naturales como cortinas cortavientos, montes de reparo, renovador de materia orgánica del suelo, soporte de biodiversidad, debemos añadirle el efecto “esponja” para absorber y retener agua de lluvia, constituyéndose en la primera defensa contra las inundaciones. Esto debería constituir una preocupación para los gobernantes y la comunidad en general ya que entre las causas de las inundaciones rara vez se menciona a esta actividad.
Específicamente para Santa Fe, el cambio en el uso del suelo y la deforestación aguas arriba incrementará la persistencia y la recurrencia de las inundaciones.

Un fenómeno mundial como es la acelerada urbanización de la sociedad humana, de la cual nuestro país no constituye la excepción, debería convertirse en una variable para la arborización de las ciudades. Las ciudades son devoradoras de recursos naturales, hacen sentir su impacto a grandes distancias y tienen una vital incidencia en el cambio climático global. Por ello, resulta importante mantener, renovar y regenerar la foresta urbana, teniendo en cuenta que un árbol demora tiempo en crecer y que deberían estar en un momento óptimo para brindar el máximo de sus beneficios.

Los seres humanos formamos parte una trama compleja de vida en la que interactuamos con nuestro ambiente y con otras especies. Ningún eslabón puede faltar; ningún eslabón es prescindible: sin árboles no hay vida.

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