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Fallo en Catamarca: “Ellos estaban convencidos de que eso era suyo y que había que defenderlo”

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>ENTREVISTA A UNO DE LOS PERITOS DE PARTE

Técnico del Programa Social Agropecuario en su momento, Germán Castro se fue involucrando poco a poco con las comunidades campesinas de Catamarca en conflicto con una empresa -con mayoría de capitales norteamericanos- por casi 38 mil ha. de tierras. Este Ingeniero Agrónomo, a partir de su trabajo técnico y compromiso terminó siendo perito de parte y aportó pruebas relevante al juez de las causas. Desde la REDAF entrevistamos al Ing. Castro, actualmente investigador de la Estación Experimental Agropecuaria Reconquista (INTA), quien nos cuenta su participación y percepción del proceso organizativo de las comunidades campesinas involucradas en el fallo y que recientemente tuvieron sentencias favorables.

 

REDAF_ ¿Como fue tu contacto con la gente de El Clérigo?

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Ing. Germán Castro, perito de parte

Germán Castro_ Yo empiezo a trabajar en el entonces Programa Social Agropecuario en febrero de 2004, y en mi primera pregunta a los pobladores me encuentro con el hecho de que un tal ‘yanqui’ había comprado un campo vecino, o varios campos. Y repreguntando, con los meses y un poco más en confianza con ellos, me dijeron que habían aparecido agrimensores, y que el empresario norteamericano le había hecho una propuesta concreta a la gente de El Clérigo de cederles un pequeño espacio alrededor de las casas a cambio del título de las tierras. Lo comento con a mi jefe, el coordinador del programa de ese momento Emilio Brarda, y es ahí cuando decidimos comenzar -junto con otras comunidades como El Quimilo y Palo Santo, junto con toda la gente que tenía el problema con ese empresario- un proyecto de mayor información hacia la gente sobre cuáles eran sus derechos. Para eso nos contactamos con el MOCASE, de Santiago del Estero, y vino un campesino promotor de esos derechos que armó una serie de capacitaciones. Ese fue el comienzo. A partir de ahí la gente decidió demandarlo judicialmente. Ellos fueron los que demandaron a la empresa, mediante un interdicto, y luego hubo un proceso de lucha política y organización.

 

R_ Luego de esta primera etapa, cómo siguió siendo tu vínculo con dichas familias?

G.C._ Bueno, nosotros tuvimos que armar un equipo con los abogados y los agrimensores; los abogados financiados por los políticos a los cuales los pobladores recurrieron con sus reclamos: un senador departamental y el vicegobernador de ese momento, quienes empezaron a solventar el pago de los abogados. Porque era una demanda muy grande, de mucha gente, y era costosa también. Armamos ese equipo de abogados y agrimensores y empezamos a preparar todas las pruebas. Y también comenzar a delimitar cuales eran las tierras en las cuales se podía delimitar inicialmente las posesiones, y sobre las cuales litigar. Porque eran todos campos abiertos, sin alambrados, y los animales manejados por aguadas…teníamos que probar que había posesión. Convocamos a dos universidades, tanto la de Catamarca como la de Córdoba, para que nos ayudaran también en esa fundamentación. Bueno, armamos un equipo de trabajo que duró más de cuatro años, y que trabajó sobre todo aportando pruebas para que la justicia tuviera con qué argumentar ese derecho, que hay que poder fundamentarlo, no es tan fácil frente al papel. También acompañando, o iniciando  un proceso de organización de los mismos pobladores, un proceso de organización zonal, ¿no? Que empezaran a compartir la información que tenían, y contar sobre sus problemas, y las dificultades de los trámites legales…bastante dificultoso. La gente  no estaba preparada para eso.


R_ ¿Sentís que hubo un crecimiento de las familias en el proceso organizativo?

G.C._ Y sí, gente que pasa de desconocer el derecho a tener que ejercerlo, y no sólo eso, a tener también que litigar en la justicia, con lo complicado que es. Tener que negociar políticamente el conflicto, salir en la prensa, iniciar un proceso de organización pese a las diferencias internas que tenían. Todo eso a personas que tenían un lugar bastante aislado; no son sectores urbanos con acceso a información o a un montón de recursos. Incluso tuvieron que hacer un cambio muy grande en sus vidas: a delimitar el espacio con el alambrado, cosa que no lo tenían, cambiar la rutina de los animales. Fue un proceso de cambio muy rápido, en 4 o 5 años, y lo pudieron hacer. Y, de hecho, es lo que les permitió seguir estando ahí, poner en juego la sobrevivencia en ese lugar. Y gracias a Dios, más de 10 años después logran un fallo favorable.

 

R_ ¿Cómo sigue  tu vínculo con las comunidades?

G.C._  Yo en ese momento no sólo trabajaba en esa prueba escrita sino que además seguía haciendo de agrónomo…trabajé con ellos en sanidad animal y otros servicios técnicos. Al quinto año del conflicto, con toda una etapa terminada, sentí que cumplí un ciclo. Porque fue un trabajo muy duro, donde tenía mucho involucramiento personal. Ese involucramiento me motivó a estudiar, y ese estudio me llevó a tomarme un tiempo como para poder continuar y terminar la tesis que escribí sobre el conflicto de los pobladores. Igual seguí como perito de parte, convocado cada dos años por el juez para aportar pruebas. Esa es mi relación. Me sigo conectando con algunos pobladores pero porque sigo interesado en el tema.

 

R_ ¿Alguna consideración más que quieras agregar?

G.C._ Que desde el Estado se puede apuntalar la lucha, la organización de los pobladores. Pero todo ese proceso no hubiera sido posible si ellos no eran los que estaban dispuestos a dejar todo ahí. Ellos estaban convencidos internamente, más allá de conocer el Derecho, de que eso era suyo y que había que defenderlo. Nosotros fuimos simplemente los que ayudamos. Esa es mi percepción de todo ese proceso.

 

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