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¿Por qué Santiago del Estero sufre la carencia de agua?

Mientras el río Salado crece y se desborda en estos días, en su tránsito por Santiago del Estero, surge la pregunta de ¿por qué en esta provincia se sufre tanto por el agua? ¿Cuál es el problema? ¿Por qué el agua no está en el lugar como sería necesario? No alcanza una respuesta técnica para hacer comprensible una realidad tan dura.

Por Juan Cruz Tasso Carabajal
Geólogo, especialista en temas hídricos
Publicada en TELAM

El territorio, la información prexistente y la referencia directa de los pobladores aportan para comprender porqué, aun cuando las particularidades geográficas marcan diferencias importantes en aspectos estrictamente hídricos.

La región Chaqueña es bioclimáticamente diversa y única en esta latitud, respecto de otros continentes donde se encuentran territorios desérticos.

Esta obra natural posee un equilibrio delicado entre vida y clima. Santiago del Estero ocupa tan sólo un pedazo de la frontera sur de esta región geoambiental que jamás se habría desarrollado sin el agua que necesita.

¿Cómo es que tanta vida humana se encuentra limitada de poder beber adecuadamente, de poder cultivar la vida que eligió criar? ¿Que ha pasado? ¿Ha sido siempre así? ¿O es que nos metimos a vivir en lugares donde nunca antes había vivido el hombre? ¿O había agua y hoy por hoy ha dejado de haber? Historia Santiago del Estero hasta hace muy pocos años tenía la mitad de su población distribuida en sus montes.

Como una vía láctea de asentamiento terrestre, las márgenes de los principales ríos, El Dulce y El Salado, son las zonas de mayor poblamiento humano, y esto se debe al agua.

Si uno se detiene a observar la vida humana específicamente, empieza a advertir que ciertas condiciones de permanencia territorial en la actualidad obedecen a razones sociales del pasado que deben mencionarse.

La conquista del “desierto verde” en la construcción del estado-nación de fines del siglo XIX, entró también aquí con el propósito de la dominación territorial, seguida luego por la predación maderera: el obraje.

No existió pretensión de habitabilidad ni de convivencia con el paisaje, sino extracción, y el quebracho fue el primero en caer para luego continuar tras él el resto del bosque.

De aquella diversidad distribuida en 10 millones de hectáreas sólo en Santiago del Estero, hoy quedan menos de 2 millones.

La fiebre maderera tuvo su apogeo, asentando poblaciones enteras alrededor de los establecimientos que garantizaban agua, comida y trabajo.

Luego de la declinación forestal, el abastecimiento básico cesó y muchos trabajadores migraron. Pero sin trabajo en puerta para tantos y con las familias a cargo, tampoco la migración masiva garantizaría supervivencia.

Al paisaje se le ha extirpado el árbol, la vida hecha sombra que lo contiene; y con él, el agua que ha dejado de tener su ubicuidad vital en estos lugares.

El agua dulce así se ha convertido ahora en un componente escaso para la vida en los montes, y fundamentalmente para el ser humano y su estrategia nuclear de crianza doméstica.

Las obras de canalizaciones de los principales ríos que llegaron después, la zona de riego del río Dulce y del río Salado, antiguas y prósperas regiones de bañados naturales de un pasado no muy remoto, alteraron el ciclo de derrames en los bañados provocando el aislamiento productivo de cuantiosas poblaciones apostadas a su entorno.

Los departamentos Atamisqui y Salavina, en la cuenca media del río Dulce y algunos parajes del departamento Figueroa en la cuenca media del río Salado, son ejemplos.

Hoy, al retomarse nuevamente la iniciativa por las grandes obras hídricas, es notorio que la tala y el desmonte desmedido nuevamente va en aumento.

Las causas que lo explican son la extensión de la frontera agrícola pampeana, con la soja y el latifundio pecuario principalmente, ambas muy promovidas por el Estado local.

Las crónicas informativas de los últimos meses dan cuenta de la acechanza que padecen las comunidades toba/qom, pilagá, wichí, tonocoté, diaguita o las mapuches en la patagonia, a los que se suma la población campesina en el norte argentino.

Los estados nacional y provincial, a través de la Subsecretaría de Desarrollo Social y Agricultura Familiar, ex Programa Social Agropecuario, van al rescate hídrico de muchos parajes campesinos, con la alternativa más recomendable dentro del abanico de posibilidades, la cosecha de lluvia para el consumo humano.

La mayor parte del territorio santiagueño tiene como opción más recomendable la captación de agua de lluvia, en represas, aljibes o piletas.

Algunas zonas tienen la suerte de la presencia pluvial, la posibilidad de estar sobre algún acuífero, de potabilidad tolerable en cuanto a concentración de sales totales se refiere, convirtiéndose en otra opción para obtener agua.

Como mencionamos, la exposición solar sobre la tierra desnuda concentra las sales. En los lugares donde no hay agua subterránea dulce, desalinizarla para beber es considerablemente costoso.

Lo que suele hacerse en casos de este tipo es incorporar al proceso de tratamiento del agua salada una planta de osmosis inversa.

Esta planta requiere un suministro eléctrico para funcionar y un mantenimiento técnico que rara vez se hace constante en el tiempo y termina averiada, olvidada y fuera de funcionamiento en poco tiempo.

Hasta hoy, estas han sido algunas de las estrategias que en materia de agua potable ha encontrado el Estado para suministrar agua en algunos lugares. La distribución en camiones tanque ha sido otra.

Los problemas que se ven para disponer de agua en el campo, en condiciones similares a los de la ciudad son: 1. Falta de infraestructura para captar agua de lluvia, la vía más fácil de obtención de agua de calidad, y donde los acuíferos existen, perforaciones o pozos calzados.

2. El sentido desarrollista de los estados locales no ven al paisaje natural, ni al hombre que lo habita, como protagonistas de la vida en la región.

3. El paisaje está visto como un obstáculo que debe retirarse a los fines del clásico sistema de producción más extendido. Modelo de producción capitalista de gran extensión.

*Geólogo. Investigador de temas hídricos.

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