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Santiagueños aportan anualmente una fuerza laboral sin precio

Unos 60 mil santiagueños cada año dejan su tierra para viajar a la cosecha enancados en una costumbre de generaciones que pasa por la necesidad de trabajo y, una suerte de “iniciación” laboral para los jóvenes que no tienen más perspectiva que la de ser peón golondrina por unos meses y aportar, así, una cantidad de dinero a la economía de sus familias.

por Alba Silva, enviada especial
Agencia TELAM


“En este contexto el campesinado sólo sirve para peón, una mano de obra barata” que en promedio aporta entre dos mil y cuatro mil pesos por cosecha a la economía de la casa “nunca más de eso y muchas veces bastante menos”, dijo a Télam, Angel Morán, delegado en Santiago del Estero de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación y de actuación en esta mítica localidad santiagueña.

Morán explicó que “la exclusión es por el histórico abandono a los campesinos. No hay rutas, no hay agua, no hay escuelas. El Programa Social Agropecuario (PSA) del Banco Mundial, comenzó en los 90 de la mano de Cavallo como programa de emergencia para aliviar la pobreza, pero ahora es una Subsecretaría de Estado y el objetivo es otro”.

Las denuncias por reducción a la servidumbre que estallaron en los medios nacionales en los primeros días de enero, pusieron el tema en la agenda pública al punto que la Presidenta de la Nación decretó que el 2011 sea el año del “Trabajo Decente, la Salud y Seguridad de los Trabajadores”, que apunta a sacar de la ilegalidad a miles de peones golondrinas, entre otros trabajadores.

Pero el tema no es nuevo en Santiago del Estero, donde la práctica de viajar al sur, a la “desflorada” del maíz o a las otras cosechas que el calendario productivo ofrece, es buscado por miles de santiagueños sin trabajo, ni posibilidades de conseguirlo en una provincia que sólo en los últimos años comienza a organizar la infraestructura económica.

Para el corresponsal del diario El Liberal en Loreto, Julio Jozami, los peones golondrinas “escapan a la desflorada desde una realidad que es muy agobiante” pero al mismo tiempo afirma que esa actividad económica reaulta “exitosa” para los campesinos porque “si no, no se hubiera prolongado tanto tiempo”.

“Hace unos 20 años escribí sobre las oscuras golondrinas que por esta época van y vienen de Loreto. Las denuncias que circulan pueden ser contraproducentes porque la gente en la próxima va a tener que rogar que los lleven”, asegura con voz de barítono en el tórrido mediodía pueblerino.

Loreto, 59 kilometros al sur de la capital santiagueña sobre la ruta nacional número 9, es una de las “ciudades puerto” junto con Ojo de Agua, donde miles de trabajadores rurales temporarios embarcan rumbo a distintas localidades de la pampa húmeda en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba o Río Negro para desflorar el maíz.

En los bares o esquinas se juntan las cuadrillas integradas por el cabecilla, uno más entre los peones pero con la responsabilidad de juntarlos y conducirlos y quien -a su vez- es convocado por los reclutadores de agencias de colocación contratadas por empresas agroindustriales denunciadas ahora ante la justicia.

Pero a la cosecha anual en temporada de verano, no sólo campesinos sin trabajo se anotan, sino también empleados públicos: maestros, policías y municipales que organizan sus licencias por vacaciones para “sacrificarse por unas semanas para volver con unos pesos para hacer una piecita o comprar una moto”, según coincidieron varios consultados de Loreto.

Las anécdotas laborales se multiplican para los duros campesinos santiagueños aunque, como el caso de Roberto, quien en el 2009 a sus 51 años vivió su peor experiencia en una finca entrerriana donde la reclutadora atamisqueña, Miriam Gerez, denunciada ante la justicia, lo llevó junto a unos mil peones para juntar arándanos.

“Quería volver a mi casa, estaba pasando hambre. El arándano es una cosa muy delicada que hay que hacer con muy mucho cuidado. Si tiene rocío no te dejan juntar, había que esperar que el sol caliente y evapore el agua para que recién nos larguen a trabajar”, contó.

“Sabíamos hacer cuatro -los más guapos- cinco o seis bandejitas y ¿qué ibamos a hacer con eso si para ganar 70 pesos por día había que hacer 12 ó 14 bandejitas?. La mayoría no llegábamos así que no ganabamos nada. Por las protestas fue a vernos la chica Gerez que nos decía `que estabamos bien, cerca del río, de picnic´ pero nosotros no ibamos a estar de picnic, íbamos a traer plata para nuestra familia´, agregó.

“Al final volví con el boleto después de un mes de esclavo. Tuve que pagar el pasaje ida y vuelta y la comida, uno sale jugado y ellos, los empresarios, nunca pierden. Eramos cerca de mil, todos juntos pasando hambre. No me acuerdo el nombre de la finca, lo que pasa es que perdí la memoria por la debilidad”, dijo en medio de las risas de sus compañeros en la noche santiagueña.

La situación de los menores en economías familiares rurales

El trabajo de los menores en hogares campesinos es considerado “fundamental” por las familias, al punto que esas economías “no podrían sobrevivir” sin el aporte de los niños en, por ejemplo, el cuidado de los animales, según consideró Alejandro Tenti, cura párroco en Loreto.

En tanto, desde el Estado se buscan formas que impidan la participación de los chicos en las cosechas u otras tareas a través de la aplicación de programas nacionales que invierten fondos para que los menores estudien, según adelantó el secretario de Trabajo de Santiago del Estero, Andrés Bernasconi.

“Los chicos hacen un trabajo durísimo, tremendo, se levantan con sus padres a las cuatro o cinco de la madrugada para el ordeñe de los animales, después sacarlos, llevarlos a comer, tienen que darles agua y eso es juntar cada vez unos 200 litros de agua que hay que transportar”, enumeró Tenti a Télam en la parroquia.

El sacerdote, de estrecha relación con los parajes que rodean Loreto, 59 kilometros al sur de la capital provincial, agregó que los menores campesinos “desde los 15 ya no tienen horizonte”, y mucho menos posibilidades de conseguir empleos estables.

“Por eso la gente espera todo el año la cosecha, es significativo socialmente, es irse de la casa, sacrificarse. Si uno no va al sur no está al nivel de los otros”, abundó el sacerdote que integra la Mesa de Tierras, una instancia de diálogo entre gobierno, campesinos y ONG´s por las tierras.

Desde el ejecutivo provincial anunciaron el inicio de un registro de menores que concurren con sus familiares a las cosechas, porque, según explicó Bernasconi, “el padre autoriza a los hijos mediante la policía, busca algún estamento que permita que puedan viajar”.

En la Secretaría recientemente creada en el gobierno provincial existe un Dirección contra el trabajo infantil, pero, dijo Bernasconi, que “va a ser muy dificil combatirlo. Vemos aquí, en las esquinas, chiquitos pidiendo monedas o limpiando el parabrisas, criaturas corriendo riesgos. Creo que hay que hacer un trabajo de conciencia”.

“El gobierno nacional implementó muchos beneficios para los que no tienen trabajo ni salarios, pagarle a los chicos para que cumplan con la escuela, vacunas. Tambien hay que concientizar a los padres para que no manden a los chicos al trabajo. Para que sean ellos los que lo busquen”, completó Bernasconi en su despacho de la calle Entre Ríos en la capital santiagueña.

Convenio con la Nación para registrar peones golondrina

Un convenio para contratar el transporte de trabajadores migrantes estacionales, que derivará en el registro de los pasajeros, el destino y datos de los empleadores, es la primera medida que Santiago del Estero adoptó contra el trabajo rural esclavo, pero admiten que “va a costar mucho” acostumbrar a la gente a los controles.

El gobierno santiagueño también controlará la situación de los menores que concurren con sus padres a las cosechas y en los casos que utilizan documentos apócrifos para lograr ser incluídos en las cuadrillas de peones, adelantó una fuente oficial.

El acuerdo, que dura seis meses, fue firmado por el gobernador santiagueño, Gerardo Zamora y el ministro de Trabajo de la Nación, Carlos Tomada, el pasado 30 de noviembre cuando aún no se conocían las graves denuncias sobre trabajo esclavo que se hicieron públicas en los primeros días de 2011.

“El tema es díficil y va a costar mucho acostumbrar a la gente a los controles, esto es, saber acá en la provincia dónde los llevan, cuando los llevan y cómo van a estar”, dijo a Télam el flamante secretario de Trabajo, Andrés Bernasconi.

Con ese registro las autoridades conocerán el destino de los trabajadores para “garantizar la ida y la vuelta, porque en muchos
casos los dejan tirados” en cualquier parte y la gente tiene que pagar el retorno a sus hogares, añadió el funcionario.

Con apenas dos semanas en el cargo, el dirigente sindical, aseguró que el ejecutivo provincial se propone conocer a los intermediarios, encargados de localizar a los cabecillas quienes a su vez conducen cuadrillas, integradas por unos 12 ó 15 hombres y que son los que trabajan en los campos.

Sobre este punto, Bernasconi aseguró, no sin ironía, que los primeros consultados son los intendentes y comisionados municipales porque “conocen muy bien a la gente”, y porque “son los intermediarios, esa es la verdad”.

Los controles comenzaron en Ojo de Agua y Sumampa, dos localidades al sur provincial y que, al igual que Loreto, funcionan como ciudades puerto, donde los peones son embarcados rumbo a los distintos campos, según detalló.

El funcionario santiagueño respondió preguntas puntuales.

-¿Habrá sanciones? ¿Cómo se aplicarán?
-Eso corre por cuenta de la Nación. Nosotros vamos a plantear un registro y esa información va a llegar al ministerio de Trabajo de la nación. Ellos son los encargados de llegar a los campos.

-¿Respecto de las condiciones de trabajo de los peones?
-También este es un problema de años, lleva generaciones y generaciones. En el interior hay gente que ha heredado de los padres o de los abuelos la ida a la desflorada. Tenemos que involucrarnos todos: Provincia, Nación y la UATRE que aglutina a los trabajadores. Ellos están trabajando con nosotros, pero bueno, les corresponde ver que se cumplan las leyes.

-¿Qué estimación tiene el gobierno sobre la cantidad de peones golondrina?

-A las cosechas van unas 60 mil personas en temporadas de tres, cuatro meses. En algunos casos van dos veces por la desflorada, después por la papa y otros cultivos. Es un trabajo pesado que hace la gente.

-¿Ustedes tienen denuncias concretas de reducción a la servidumbre?
-Denuncias no tenemos, sí lo que ha salido en los medios. Nos involucramos porque tenemos que buscar una mejoría.

-¿Como sindicalista, cuál sería la situación ideal para estos trabajadores?
-Es de acuerdo al trabajo que van a realizar. Va muchísima gente y trabajan muchas horas, por eso tienen que ganar bien. Como sindicalista tenemos que garantizarles el lugar donde van a trabajar, que les den las herramientas óptimas para desarrollar tareas y la ida y la vuelta para que no queden varados por ahí.

Nosotros, como Secretaría recién creada, hemos tomado con mucho entusiasmo esto. Nos gusta, más como sindicalista, garantizar todo al trabajador. Que el patrón provea todas las herramientas y todo el bienestar en los lugares de trabajo.

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